V¨ªctimas o m¨¢rtires
"Pertenezco a un Partido que ha fusilado a h¨¦roes y a una Iglesia que ha perseguido a santos"
(Alfonso Com¨ªn)
En tiempos de memoria hist¨®rica la Iglesia tambi¨¦n reivindica la suya. Lo hace al amparo de una distinci¨®n, anodina a primera vista pero cargada de consecuencias. Para los obispos espa?oles una cosa son las v¨ªctimas, resultado de actuaciones pol¨ªticas, y otra los m¨¢rtires, producto de persecuciones religiosas. Es una distinci¨®n harto discutible porque para aquella Iglesia, que bautiz¨® de cruzada una guerra civil, pol¨ªtica y religi¨®n iban de la mano. Si ahora caracterizan el martirio por su despolitizaci¨®n, ser¨¢ porque quieren subrayar la absoluta inocencia del m¨¢rtir y la superioridad espiritual de la causa por la que muere.
La Iglesia es muy due?a de definir el asesinato de un creyente como martirio, pero si lo contrapone a la v¨ªctima, de la forma que lo hace el reciente documento escrito con motivo de la beatificaci¨®n de 498 cat¨®licos asesinados "en los a?os treinta del siglo pasado", habr¨¢ que preguntarse por la pol¨ªtica de la que se desentiende y por los objetivos p¨²blicos que pretende.
Para la victimolog¨ªa contempor¨¢nea, lo que caracteriza a la v¨ªctima es su inocencia, es decir, padecer injustamente una violencia. Puede ocurrir en la paz o en la guerra, por razones pol¨ªticas, religiosas, deportivas o sencillamente sin ninguna raz¨®n. No hay que buscar la significaci¨®n de la v¨ªctima en la intencionalidad del verdugo, ni siquiera en la ideolog¨ªa de la v¨ªctima, sino en el hecho objetivo de la violencia injusta.
Nada ayuda a la comprensi¨®n de la barbarie del Holocausto, por ejemplo, ahondar en las motivaciones de los nazis. Uno puede conocer perfectamente lo que hicieron y, sin embargo, no comprender nada porque la distancia entre las motivaciones que ten¨ªan y lo que hicieron es insalvable. Por eso la intencionalidad pol¨ªtica no pesa en la significaci¨®n de la v¨ªctima. Tampoco sirve la ideolog¨ªa de la v¨ªctima. Si las ideas de la v¨ªctima fueran la raz¨®n de su muerte, habr¨ªa que dejar de considerar v¨ªctima a los ni?os que murieron en las c¨¢maras de gas por el mero hecho de haber tenido un abuelo jud¨ªo. Tan v¨ªctima es el ni?o como el militante antifascista. Tan v¨ªctima y tan inocente.
El m¨¢rtir es una v¨ªctima, es decir, un ser humano inocente al que se le causa un da?o injusto. Si la Iglesia le considera m¨¢rtir es porque subraya su ideolog¨ªa. El sacerdote polaco Maximiliano Kolbe es para la Iglesia un m¨¢rtir porque estando deportado en Auschwitz se ofreci¨® voluntario a morir en lugar de otro. De estos casos hubo algunos m¨¢s en los campos nazis: una antigua madame, Else Krug, especialista en sado, acept¨® la muerte por negarse a flagelar a una agonizante compa?era reclusa, para divertimiento de los kapos. A Kolbe le movi¨® su fe y a Else su humanidad. La Iglesia valora en el caso de los m¨¢rtires la causa por la que mueren dando entonces a la muerte el valor de testimonio en favor de la verdad de la causa por la que muere.
Nadie puede cuestionar el derecho de la Iglesia a considerar m¨¢rtires a estas v¨ªctimas. El sacrificio de la propia vida es un argumento de autoridad para los correligionarios y de respeto para los dem¨¢s. ?Cu¨¢l es entonces el problema? La memoria, el uso de la memoria. No es lo mismo la memoria de la v¨ªctima que la del m¨¢rtir. Contra lo que los prelados espa?oles piensan, ocurre que la memoria del m¨¢rtir es objeto de una politizaci¨®n que no cabe en el caso de las v¨ªctimas. Se les ha metido por la ventana la pol¨ªtica que hab¨ªan despedido por la puerta. Aclaremos esto. Si definimos a la v¨ªctima como ser humano al que se le infiere un da?o injusto, la memoria de la v¨ªctima s¨®lo puede significar hacer justicia. La tarea consistir¨¢ en desglosar los da?os causados para identificar las injusticias pendientes. Habr¨¢ da?os reparables sobre los que se podr¨¢ hacer justicia; y da?os irreparables sobre los que s¨®lo se podr¨¢ mantener viva la injusticia cometida. La memoria de la v¨ªctima es demanda de justicia.
La memoria de los m¨¢rtires, tal y como la plantean los obispos espa?oles, es inevitablemente pol¨ªtica porque ponen el acento no en el hecho de ser v¨ªctima sino en el discurso que envuelve el hecho. Lo dice sin ambages el citado documento cuando exhorta a los fieles a que se impliquen con entusiasmo en esta beatificaci¨®n, habida cuenta de que vivimos momentos "en los que, al tiempo que se difunde la mentalidad laicista, la reconciliaci¨®n parece amenazada en nuestra sociedad". Se trata de recordar aquel pasado laicista y cainita ahora que estamos volviendo, seg¨²n los prelados, a las andadas. El discurso solapa el hecho o, si se prefiere, se recuerda el da?o hecho a las v¨ªctimas para apuntalar la mirada "pol¨ªtica" de la Iglesia actual.
Es una operaci¨®n altamente discutible por las siguientes razones: en primer lugar, se explota pol¨ªticamente lo que es en primera instancia un problema moral. El asesinato de los m¨¢rtires es un enorme problema moral de la Rep¨²blica que deber¨ªa invitar a examinar la violencia en la pol¨ªtica, m¨¢s all¨¢ de las ideolog¨ªas. V¨ªctimas hubo en los dos bandos y eso obliga a repensar el lugar de la violencia en pol¨ªtica: en las dictaduras, y tambi¨¦n en las democracias o rep¨²blicas. Esto queda cortocircuitado cuando se orilla esa reflexi¨®n moral porque lo importante son "nuestros muertos" o los problemas que tiene la iglesia actual con el Gobierno de Zapatero. En segundo lugar, puestos a politizar la inocencia de los m¨¢rtires, llama la atenci¨®n que la Iglesia s¨®lo evoque los excesos laicistas de la pol¨ªtica y no la beligerancia antidemocr¨¢tica de la Iglesia durante la Rep¨²blica. Y finalmente, no se puede caer de una forma tan clamorosa en las trampas de la pol¨ªtica de la memoria.
Durante la Guerra Civil, la Iglesia no fue una organizaci¨®n neutral con bajas causadas por un bando. Fue beligerante y en su haber tiene un oscuro fondo de v¨ªctimas: hubo curas vilmente asesinados y curas que mandaron a la muerte a buenos maestros cristianos pero malditamente republicanos. La Iglesia podr¨ªa, por una vez, hacer caso a Alfonso Com¨ªn, comunista y cristiano, cuando reconoc¨ªa con pesar: "Pertenezco a un Partido que ha fusilado a h¨¦roes y a una Iglesia que ha perseguido a santos". No parece que esa memoria les inspire pol¨ªticamente. Ahora bien, si queremos avanzar hacia la reconciliaci¨®n, de la que tanto se habla en el susodicho documento, habr¨¢ que empezar por objetivar la memoria en la justicia a las v¨ªctimas y luego hablar de discursos, a sabiendas de que la credibilidad de cualquier idea est¨¢ en relaci¨®n proporcional a la capacidad autocr¨ªtica que de momento brilla por su ausencia.
Reyes Mate es profesor en el Instituto de Filosof¨ªa del CSIC.
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