Los vientos que soplan
En Nicaragua se ha celebrado el ritual de los primeros cien d¨ªas del Gobierno del presidente Daniel Ortega, y yo dir¨ªa que el elemento dominante del panorama es la confusi¨®n. Una confusi¨®n provocada por el mismo Gobierno, que ha elegido como norma el secreto, algo extra?o en todo sentido a la cultura democr¨¢tica que el pa¨ªs ha venido desarrollando desde hace ya muchos a?os, pero que quiere parecerse a los antiqu¨ªsimos modelos de poder tras los muros. Extra?o. Un Gobierno sin voceros oficiales, donde el silencio, y la prohibici¨®n que tienen los ministros y altos funcionarios de hablar, aun bajo castigo de destituci¨®n, viene a ser la norma.
Y algo que se parece a la voluntad de secreto, y que pertenece a la misma antiqu¨ªsima cultura, es el hecho de que la Presidencia de la Rep¨²blica funciona en las oficinas del partido de gobierno, el FSLN. Una confusi¨®n intencional de potestades, en la que el secretario general del partido, el comandante Ortega, viene a ser, como s¨ªmbolo pol¨ªtico, m¨¢s importante que el presidente Ortega.
Pero todo empeora a¨²n m¨¢s porque en las comparecencias de cualquier clase, sea ante enviados diplom¨¢ticos, representantes de organismos financieros, inversionistas extranjeros o capitalistas nacionales, o en las sesiones de gabinete, el presidente Ortega comparece de manera invariable al lado de su esposa, quien no oculta que, en sobradas ocasiones, lleva ella misma la batuta. Seg¨²n declar¨® el propio presidente, ambos comparten el poder por partes iguales como una concesi¨®n de g¨¦nero.
Ante la pregunta de si nos hallamos frente a un Gobierno de izquierda, la respuesta no puede dejar de ser, tambi¨¦n en este caso, confusa. El presidente Ortega suele atacar al imperialismo norteamericano, pero al mismo tiempo su Gobierno sostiene la prohibici¨®n del aborto terap¨¦utico, penada con c¨¢rcel. Ha recibido con fanfarrias al presidente Ahmadineyad, de Ir¨¢n, quien fue el primero en llamar diablo a Bush, en lo que lo sigui¨® Ch¨¢vez, pero a la vez mantiene su abrazo cerrado con el ex presidente de derecha Arnoldo Alem¨¢n, condenado a veinte a?os de c¨¢rcel por lavado de dinero. Alem¨¢n goza ahora de los extra?os beneficios penitenciales de tener todo el pa¨ªs por c¨¢rcel, gracias, precisamente, a su continuo entendimiento con el propio presidente Ortega.
Si existe confusi¨®n en muchos sentidos, hay uno, sin embargo, en el que no lo hay. Y es la voluntad del presidente Ortega de hacer reformar la actual Constituci¨®n pol¨ªtica para abrirse el camino de la reelecci¨®n al terminar el presente periodo de gobierno. Se vale de la sumisi¨®n del propio Arnoldo Alem¨¢n, quien le aporta los votos de la bancada liberal en el Parlamento para llevar adelante esa reforma, que de paso suprimir¨¢ las elecciones municipales programadas para el a?o que entra.
Y tampoco hay confusi¨®n en cuanto a la alianza del presidente Ortega con el cardenal Miguel Obando y Bravo, quien tampoco es de izquierda. Impuso ante el Vaticano y ante la Conferencia Episcopal de Nicaragua el nombramiento gubernamental de Obando como presidente de una Comisi¨®n Nacional de Reconciliaci¨®n, sacada de la manga. El Vaticano call¨®, y la Conferencia Episcopal se dividi¨®, unos obispos a favor de Obando, y otros en contra. Pero, de todos modos, Obando ha quedado habilitado para presentarse como "reconciliador" en nombre del Gobierno en las ¨¢reas rurales, sobre todo en aqu¨¦llas donde domina la antigua contra y Ortega sac¨® menos votos. No hay duda de que el anunciado programa "hambre cero", financiado por el Gobierno de Venezuela, tendr¨¢ en Obando a su principal agente, y ya se le ver¨¢ entregando a los campesinos semillas, pie de cr¨ªas de cerdos y aves, y herramientas agr¨ªcolas.
Por otro lado, el populismo que quiera ejercer el presidente Ortega tendr¨¢ que ser, necesariamente, un populismo de segundo piso, porque de la munificencia del presidente Ch¨¢vez depender¨¢ el tama?o del saco del que echar¨¢ mano para repartir, por s¨ª mismo o a trav¨¦s del cardenal Obando. Y no podr¨¢ apartarse de la sinton¨ªa venezolana. Dispuesto como se hallaba a visitar Brasil para discutir con el presidente Lula da Silva el papel de Nicaragua en la producci¨®n de etanol proveniente de la ca?a de az¨²car, un programa que antes el propio Ortega hab¨ªa alabado con creces, la visita oficial fue suspendida tras el rechazo exabrupto de Ch¨¢vez al etanol, competencia del petr¨®leo, del que Nicaragua no produce una gota.
La pol¨ªtica internacional del presidente Ortega ha tenido hasta ahora colores confrontativos, despreciando foros de cooperaci¨®n como el del Plan Puebla-Panam¨¢, que encabeza M¨¦xico, para no dejar dudas de su cerrada adhesi¨®n a la ALBA de Ch¨¢vez. Debido a estas alineaciones tajantes, Nicaragua puede empezar a padecer consecuencias a mediano plazo. Ya se sabe que necesitar¨¢ un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, y necesitar¨¢ mantenerse en armon¨ªa con la comunidad de donantes, que aporta al pa¨ªs buena parte de los recursos del gasto presupuestario corriente; salvo que Ch¨¢vez aconseje a Ortega botar todo ese lastre, y le prometa reponer esos recursos, al menos 500 millones de d¨®lares al a?o, que no es poca cosa.
Pero tanto peor es que, al lado de la incertidumbre econ¨®mica, crezca, como hasta ahora, la inseguridad pol¨ªtica. Entre las marcas de estos cien d¨ªas ha estado, junto al secretismo de Estado, un avance preocupante de la actitud presidencial de colocar las medidas de hecho por encima de la ley. Si lo que tendremos en adelante es m¨¢s autoritarismo, y al lado la reelecci¨®n presidencial, la oscuridad crecer¨¢ sobre el horizonte. Ya sabemos, porque nos lo ense?a el pasado, lo que autoritarismo y reelecci¨®n han significado en la historia de Nicaragua.
Sergio Ram¨ªrez es escritor y fue vicepresidente de Nicaragua.
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