V¨ªrgenes
Un d¨ªa en que la iglesia del pueblo estaba desierta, siendo yo monaguillo, me encaram¨¦ en el retablo de un altar y le levant¨¦ las faldas a una Virgen. Sent¨ªa curiosidad por saber qu¨¦ hab¨ªa debajo de aquella imagen cuyo rostro de porcelana tanto me atra¨ªa. Debajo de aquellas telas brocadas en oro hab¨ªa solo unos palitroques. No recuerdo haberme llevado ninguna decepci¨®n. Incluso lo encontr¨¦ muy natural. En cambio, recuerdo muy bien con qu¨¦ intensidad ol¨ªan las flores, que por el mes de mayo los ni?os cantando llev¨¢bamos a Maria en la escuela donde el maestro don Ram¨®n hab¨ªa montado un altar en un armario desportillado. No era el armaz¨®n montado con cuatro palos, sino aquel aroma tan pagano de las rosas, m¨¢s fuerte que un eje de diamante, el que manten¨ªa en pie a la Virgen unida a nuestros cinco sentidos corporales. El segundo domingo de mayo se celebra en Valencia la fiesta de la Virgen de los Desamparados. M¨¢s all¨¢ de la org¨ªa religiosa que desarrollan los fieles en el Traslado o de la lluvia de p¨¦talos que cubre a la imagen durante la procesi¨®n, ese d¨ªa en mi tiempo se celebraba otro rito: aunque hiciera un fr¨ªo polar, las chicas ese d¨ªa se quitaban oficialmente el jersey y aparec¨ªan sus brazos desnudos hasta los hombros y bajo las telas livianas de colores se insinuaban las puntas de los senos y las curvas de las caderas. Poco importaba qu¨¦ soporte hubiera debajo de la imagen de cualquier virgen si aquel domingo de mayo un joven reci¨¦n salido de la adolescencia pod¨ªa tomar ya la primera ca?a de cerveza de aperitivo en el bar Los Caracoles con una de aquellas muchachas y quedaba con ella por la tarde con ir a bailar a Chacalay para juntar all¨ª los dos su primer sudor de primavera. Los tornados humanos que se forman alrededor de la Virgen del Roc¨ªo o de los Desamparados son fen¨®menos de la naturaleza muy misteriosos y no s¨¦ si vienen ya en el Nacional Geografic. Las v¨ªrgenes de mayo son orgi¨¢sticas, est¨¢n unidas a la sensualidad del primer calor, no as¨ª las de septiembre, que pese a presidir el mosto de la vendimia, son m¨¢s serenas y melanc¨®licas. Si hoy llevan a un ni?o valenciano, el segundo domingo de mayo, al traslado de la Virgen, vestido con la camiseta del futbolista Albelda, y el gent¨ªo lo pasa en volandas entre gritos de entusiasmo para que toque a la Madre de los Desamparados, esa sensaci¨®n le dejar¨¢ una doble marca en el cerebro l¨ªmbico, como a m¨ª me dejaron las flores a Mar¨ªa en la escuela cuyo perfume no puedo separar del que produc¨ªan cromos del equipo del Valencia.
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