Nueva York y la literatura hispanoamericana
En un art¨ªculo reciente, Mario Vargas Llosa evocaba con nostalgia el Par¨ªs de la d¨¦cada del cincuenta, cuando una serie de escritores primerizos de toda Am¨¦rica Latina daba all¨ª los primeros pasos de su experiencia europea. Pocos a?os despu¨¦s, esos escritores dar¨ªan a conocer las obras que terminaron de proyectar a la literatura latinoamericana al primer plano de la atenci¨®n mundial. "El aire, el suelo y el ambiente cultural que los envolvi¨® en la Ciudad Luz -dice Vargas Llosa-, contribuy¨® de manera decisiva a desarrollar de manera plena su potencia creativa".
Lo que fue Par¨ªs para la generaci¨®n del Boom, es hoy Nueva York para una nueva generaci¨®n de escritores hispanoamericanos. La historia de la cultura en lengua espa?ola ha estado ¨ªntimamente ligada a esta ciudad desde sus or¨ªgenes, pero nunca como hasta ahora se hab¨ªa congregado aqu¨ª un n¨²mero tan grande de narradores, poetas y ensayistas de todas las regiones de nuestro idioma com¨²n. Esta masa cr¨ªtica es el humus de una renovaci¨®n potencialmente tan importante como la que en su momento representaron el Modernismo o el Renacimiento italianizante que precedi¨® al Siglo de Oro.
Una lista provisional de autores que residen en un radio de dos horas de Manhattan incluye a los espa?oles Antonio Mu?oz Molina, Elvira Lindo, Eduardo Lago y Paquita Su¨¢rez Coalla, editora de la flamante antolog¨ªa Aqu¨ª me toc¨® escribir -publicada en Asturias por Trabe-, que re¨²ne a la mayor¨ªa de los nombres menos conocidos fuera de Nueva York; los mexicanos Carmen Boullosa, Naief Yehya y M¨®nica de la Torre; los cubanos Jos¨¦ Manuel Prieto, Enrique del Risco, Sonia Rivera Vald¨¦s y hasta hace muy poco, Jos¨¦ Kozer; los puertorrique?os Lourdes V¨¢zquez, Orlando Jos¨¦ Hern¨¢ndez, ?ngel Lozada y Giannina Braschi; los dominicanos Sherezada Vicioso y Keysi Mont¨¢s; los colombianos Jaime Manrique, Carlos Aguasco y Eduardo Marceles; los venezolanos Dina Piera di Donato y Alejandro Varderi, los peruanos Isaac Goldenberg y Mariela Dreyfus; los bolivianos Edmundo Paz Sold¨¢n y Eduardo Mitre; los chilenos Cecilia Vicu?a, Pedro Lastra, Lina Meruane y, por un breve pero activo tiempo, Rafael Gumucio; los argentinos Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, Sylvia Molloy, Mar¨ªa Negroni, Lila Zemborain, Mercedes Roff¨¦ y Sergio Chejfec. Otra docena de autores m¨¢s o menos consagrados podr¨ªa agregarse a esta n¨®mina, debajo de la cual se extiende un amplio estrato de j¨®venes llegados con la marea inmigratoria de los ¨²ltimos a?os. Mientras sobreviven semiocultos todav¨ªa en las penurias del periodismo local, la traducci¨®n o la ense?anza, muchos de esos j¨®venes est¨¢n borroneando ahora mismo el manuscrito de su primera novela; entre ellos puede hallarse el Garc¨ªa M¨¢rquez, el Cort¨¢zar o el Vargas Llosa de su generaci¨®n.
Buena parte de la literatura hispanoamericana actual est¨¢ escrita por expatriados, pero hay tres factores que diferencian a esta ciudad de otros destinos de la di¨¢spora y confieren a la experiencia de Nueva York un papel crucial en la renovaci¨®n intelectual del mundo de habla espa?ola:
1. Como el Par¨ªs de anta?o, Nueva York es hoy la capital cultural del globo. Vivir aqu¨ª no s¨®lo permite acceder de primera mano a las principales corrientes de la cultura contempor¨¢nea (y gracias a sus museos y bibliotecas, tambi¨¦n del pasado), sino que obliga literalmente a codearse con una masa humana venida de todos los puntos del planeta. La ciudad de Whitman sigue siendo la ciudad mundial, la ciudad por antonomasia (a los que la identifican con el imperialismo yanqui, les explico que para la mayor¨ªa delos norteamericanos Nueva York es otro pa¨ªs). Frente a la tradici¨®n de sacrist¨ªa y autorreferencia est¨¦ril que prevalece en nuestros pa¨ªses, este contacto diario con todas las nacionalidades, razas, religiones y lenguas fertiliza el crecimiento cualitativo de la consciencia. Desde esta plataforma podemos tomar distancia de nuestras respectivas sociedades y cuestionar actitudes y opiniones fosilizadas all¨¢ por la costumbre.
2. La obligada confrontaci¨®n con la cultura anglosajona es esencial a este enriquecimiento de perspectiva. De Poe a Faulkner, al jazz, a Warhol y un largo etc¨¦tera, la influencia norteamericana en la literatura y el arte hispanoamericanos ha sido decisiva. Hoy, quiz¨¢ m¨¢s que la ficci¨®n, es la no-ficci¨®n de las revistas de inter¨¦s general publicadas mayormente en Nueva York la que ofrece la lecci¨®n m¨¢s aprovechable. Esta literatura es un espejo en donde podemos redescubrir las ventajas que la vieja tradici¨®n grecolatina de una prosa expositiva clara y precisa tiene frente a la oscuridad de las jergas acad¨¦micas. La cultura de debate p¨²blico que predomina en los c¨ªrculos intelectuales de habla inglesa es tambi¨¦n un ant¨ªdoto contra el regodeo hispanoamericano en jugueteos ret¨®ricos que a menudo disfrazan la pobreza de las ideas.
3. Nueva York es actualmente la m¨¢s latinoamericana de todas las ciudades de las Am¨¦ricas. En cualquiera de nuestros pa¨ªses, Am¨¦rica Latina es una abstracci¨®n; aqu¨ª es una realidad palpable y sobre todo, audible. Como se?ala Mu?oz Molina en su art¨ªculo publicado con ocasi¨®n del congreso de Cartagena, en Nueva York se escuchan todos los tonos, todas las variedades de la lengua madre; inmersa en la corriente viva del idioma, la tradici¨®n literaria del espa?ol adquiere un sentido nuevo. Esta expansi¨®n de la potencia creativa del lenguaje est¨¢ acicateada adem¨¢s por el est¨ªmulo del omnipresente biling¨¹ismo y de la vasta literatura escrita en ingl¨¦s por latinos, ventana a trav¨¦s de la cual accedemos a un ¨¢ngulo a veces perturbador pero insoslayable de la creciente complejidad de la identidad hispanoamericana.
A primera vista, mi argumento es una declaraci¨®n de buenas intenciones con poco o ning¨²n asidero en la realidad. Algunos observar¨¢n que los autores que cito son muy dispares, y que salvo notables excepciones la calidad de su producci¨®n no se compara con los resultados que anticipo. Al mismo tiempo, vivir en Nueva York alej¨® a muchos escritores de su p¨²blico y complic¨® la promoci¨®n de sus obras. Y aunque instituciones como el Cervantes y los centros universitarios dan marco a un verdadero movimiento cultural en espa?ol, la falta de medios period¨ªsticos en nuestro idioma capaces de servir de efectiva caja de resonancia es causa de desaliento cr¨®nico.
Estas objeciones son v¨¢lidas, y se combinan con el aspecto m¨¢s angustiante de la experiencia de Nueva York: la vivencia del anonadamiento, esa reducci¨®n al anonimato con que nos aplasta la ciudad, una traves¨ªa por el desierto que todos hemos sentido alguna vez. Parad¨®jicamente, este sentimiento y aquellas dificultades son tambi¨¦n condici¨®n de posibilidad de una transformaci¨®n radical, cuyas consecuencias pueden tener largo alcance.
El escritor paradigm¨¢tico de esta experiencia es Jos¨¦ Mart¨ª. Como tantos cr¨ªticos han destacado, la obra de Mart¨ª es inseparable de su residencia de quince a?os en esta ciudad. Haber vivido en Nueva York mientras ¨¦sta se erig¨ªa en primera metr¨®polis contempor¨¢nea, inyect¨® en el desterrado cubano la savia de una modernidad de la que el mundo hispanoamericano carec¨ªa; la soledad impuesta por un ambiente hostil y el distanciamiento forzoso de la patria constituyeron la fragua en la que, inspirado por una literatura extranjera, redefini¨® la identidad continental. Su c¨¦lebre Nuestra Am¨¦rica, publicado en Nueva York en 1891, es rutinariamente citado como el gran manifiesto latinoamericano contra el imperialismo yanqui; lo que pocos recuerdan es que ese art¨ªculo -cuyas ideas centrales reflejan el trascendentalismo de Emerson- comienza con una dura cr¨ªtica de nuestro parroquialismo vern¨¢culo, sucinta jerem¨ªada contra la estrechez de visi¨®n y el esp¨ªritu faccioso que nos condenan sistem¨¢ticamente al aislamiento y el fracaso. Es la misma triste comprobaci¨®n que hizo decir a un Bol¨ªvar moribundo que hab¨ªa arado en el mar, la mayor amenaza que se cierne sobre cualquier proyecto en donde haya m¨¢s de un hispanoamericano involucrado. Contra este raquitismo moral, Mart¨ª propugna una conversi¨®n cuasi-religiosa, la mutaci¨®n de la mentalidad provinciana en un cosmopolitismo con ra¨ªces y alas, alumbramiento interior que nos transforme en protagonistas plenos de nuestro tiempo. "Trincheras de ideas valen m¨¢s que trincheras de piedra", afirma Mart¨ª. La idea de Nueva York y sus fecundos efectos sobre la sensibilidad, la imaginaci¨®n y la escritura, no la expectativa comercial de un nuevo e improbable Boom, son la inigualable oportunidad que ofrece esta ciudad a los autores m¨¢s ambiciosos.
Mientras escribo estas palabras, un denso manto de nieve cubre las calles. Debajo de la nieve, en el silencio precursor de la tierra, duerme la semilla de un futuro posible. De nosotros depende que esa semilla fructifique, que la cris¨¢lida de la promesa se abra a un presente venturoso.
Claudio Iv¨¢n Remeseira, periodista y escritor argentino, es director del Hispanic New York Project de la Universidad de Columbia.
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