Celebraci¨®n de la ciudad
El clima es el problema, la ciudad la soluci¨®n. As¨ª podr¨ªa resumirse el esp¨ªritu del m¨¢s ambicioso programa urbano de eficacia energ¨¦tica lanzado en Estados Unidos. Promovido por la ciudad de Cambridge, en Massachusetts -sede de universidades como Harvard o MIT-, el plan parte de la premisa que de "muchos de los m¨¢s dif¨ªciles desaf¨ªos medioambientales del planeta pueden ser abordados y resueltos por las ciudades". Sus impulsores, Douglas Foy y Robert Healy, defienden en el Herald Tribune que, frente a la visi¨®n convencional que asocia sostenibilidad y naturaleza, la ciudad densa es m¨¢s verde que la construcci¨®n dispersa, porque es m¨¢s eficaz en el uso de la energ¨ªa, el agua y el territorio: la ciudad de Nueva York consume menos energ¨ªa per c¨¢pita que cualquier Estado de la Uni¨®n. Si la principal causa del cambio clim¨¢tico son las emisiones de CO2 en la combusti¨®n de carb¨®n, petr¨®leo o gas para producir energ¨ªa que se consume en edificios -casi la mitad del total- o el transporte -un tercio-, parece razonable concentrar el esfuerzo de ahorro en las ciudades, "la Arabia Saud¨ª de la eficacia energ¨¦tica", abandonando el modelo despilfarrador de las urbanizaciones residenciales de baja densidad.
Tras varias d¨¦cadas de debate sobre lo que llaman sprawl -el crecimiento en mancha de aceite de la ciudad-, los norteamericanos han redescubierto la ciudad compacta europea como un ejemplo de sostenibilidad. Los nuevos urbanistas encabezados por Andr¨¦s Duany y Elizabeth Plater-Zyberk dise?aron en 1979 Seaside -una promoci¨®n en la costa de Florida donde despu¨¦s se rodar¨ªa El show de Truman- para propugnar una alternativa de mayor densidad frente a la suburbanizaci¨®n dispersa que ha caracterizado el ¨²ltimo medio siglo: esa que retrata en secci¨®n el itinerario de Tony Soprano cuando conduce de Manhattan al interior de Nueva Jersey en los cr¨¦ditos de presentaci¨®n de la serie televisiva, o la que caricaturizan los 45 segundos de casas repetidas, coches repetidos y personajes repetidos que introducen los cap¨ªtulos de Weeds. Pero la reforma de los nuevos urbanistas estaba lastrada por su tradicionalismo est¨¦tico, y no pon¨ªa en cuesti¨®n la nostalgia arc¨¢dica de la ciudad jard¨ªn; s¨®lo ahora, cuando las medidas para controlar el sprawl han figurado prominentemente en las campa?as electorales, y cuando el cambio clim¨¢tico se ha convertido en una cuesti¨®n capital de la pol¨¦mica pol¨ªtica, se ha comprendido que la ciudad compacta es el ¨²nico camino.
En Espa?a, la conjunci¨®n de la burbuja inmobiliaria y la corrupci¨®n urban¨ªstica ha demonizado las gr¨²as, la densidad y la altura como signos sulfurosos del Maligno, y los pol¨ªticos se abrazan a los ¨¢rboles con tanto fervor como abjuran del asfalto, siendo as¨ª que ellos y nosotros hemos votado con los pies a favor del cemento. Por m¨¢s que el aterrizaje suave de los precios de la vivienda y la catarsis ¨¢spera de los esc¨¢ndalos municipales templen las ambiciones de los ediles y recorten los proyectos de los promotores, la alternativa a los bloques un¨¢nimes de Paco el Pocero no puede ser el paisaje ex¨¢nime de los adosados periurbanos, suburbanos o exurbanos. La oferta electoral de la presidenta de la Comunidad de Madrid, que propone limitar a tres plantas y ¨¢tico la altura de todos los nuevos desarrollos residenciales, es una promesa tan dif¨ªcil de materializar en el terreno jur¨ªdico como disparatada de mantener en el territorio f¨ªsico, porque impondr¨ªa como ¨²nico modelo de crecimiento urbano el m¨¢s incompatible con la sostenibilidad: una ciudad dispersa que consume grandes cantidades de suelo, agua y energ¨ªa, tanto en su construcci¨®n como en el mantenimiento de sus edificios y redes de transporte; una ciudad, por tanto, que contribuye al calentamiento global con una carbon footprint (huella de carbono) desmesurada; y una ciudad, en fin, que siendo ret¨®ricamente verde es la menos verde de todas.
Todas las ciudades felices, como asegura The Economist en su reciente informe urbano, se asemejan al menos en dos cosas, la prosperidad y el buen gobierno; las infelices lo son de muy diversas maneras, pero ni los arrabales degradados, los administradores corruptos, las calles inseguras o la carest¨ªa del alojamiento logran disuadir a las multitudes de ese ¨¦xodo hacia los n¨²cleos urbanos que ha situado ya en las ciudades a m¨¢s de la mitad de la humanidad. Estos organismos crecen, se marchitan, se reaniman o se extinguen, pero con frecuencia sobreviven a las naciones y a los imperios, reinvent¨¢ndose una y otra vez sobre la urdimbre f¨¦rtil de su capital humano, m¨¢s s¨®lido fundamento de la pervivencia urbana que el capital f¨ªsico invertido en sus trazas sobre el territorio. Al final, no son siempre las ciudades m¨¢s amables las que tienen m¨¢s capacidad de atracci¨®n, pese a que los rankings urbanos de habitabilidad privilegian testarudamente la placidez casi adormecida; en la encuesta de la revista brit¨¢nica, que valora 50 ciudades del mundo, los primeros lugares los ocupan las inevitables Vancouver, Melbourne, Viena o Ginebra, mientras Madrid y Barcelona comparten un rezagado puesto 33, por detr¨¢s de Tokio, Par¨ªs o Berl¨ªn, pero delante de Londres o Los ?ngeles, que figuran a la cola de la lista.
Pero hasta las ciudades m¨¢s abrasivas nos atraen como el im¨¢n a las limaduras de hierro, y ese poder magn¨¦tico no lo otorgan las amenidades p¨²blicas ni los edificios trofeo, sino la energ¨ªa material de su escala y las oportunidades sociales de su diversidad. La ciudad son sus gentes, y en la contempor¨¢nea econom¨ªa del conocimiento el factor esencial de competitividad urbana es la formaci¨®n de su poblaci¨®n. Si la densidad es una virtud ecol¨®gica, al liberar territorio y reducir la factura energ¨¦tica, es tambi¨¦n una virtud social, al facilitar la confluencia del talento y la fertilizaci¨®n cruzada que es el fundamento de la innovaci¨®n. La congesti¨®n, sin embargo, necesita orquestarse para que no derive en caos, mediante sem¨¢foros f¨ªsicos que regulan el tr¨¢fico de personas o veh¨ªculos y mediante sem¨¢foros jur¨ªdicos que ordenan la circulaci¨®n de ambiciones o intereses: esos sem¨¢foros son el buen gobierno urbano, y si a ellos se a?ade la promoci¨®n del capital material incorporado en sus infraestructuras de transporte, educaci¨®n o salud, y del capital social que reside en la confianza mutua y la protecci¨®n de los d¨¦biles, la ciudad compacta se convierte en el mejor escenario de la vida, en la m¨¢s sostenible residencia en la tierra, y en la m¨¢s cabal naturaleza.
Luis Fern¨¢ndez-Galiano es arquitecto.
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