Descripci¨®n de la mentira
En 1977, cuando el hoy premio Cervantes Antonio Gamoneda era un perfecto desconocido, public¨® un libro de poes¨ªa que a muchos nos conmocion¨®. Se llamaba -se llama- Descripci¨®n de la mentira.
Cuando apareci¨® ese libro, Antonio Gamoneda llevaba 17 a?os sin publicar. As¨ª que, para los j¨®venes como yo era, como para la mayor¨ªa de los que lo leyeron, Descripci¨®n de la mentira supuso todo un descubrimiento. Se trataba de una poes¨ªa distinta, herm¨¦tica, pero bell¨ªsima, y, sobre todo, llena de interpretaciones. No hace falta que yo diga que para m¨ª aquel libro ser¨ªa fundamental.
S¨¦ que a Antonio Gamoneda, tan poco amigo de las simplificaciones, la lectura que algunos hicimos entonces de su libro no le agradar¨ªa mucho, aunque, con su buen estilo, nunca dijo nada en contra. Me refiero a esa lectura que identificaba un tanto simplistamente (era la ¨¦poca y era tambi¨¦n nuestra ingenuidad) la mentira del t¨ªtulo de su libro con la que este pa¨ªs hab¨ªa vivido durante a?os. A trav¨¦s de ella, versos como el que abre el texto -"El ¨®xido se pos¨® sobre mi lengua como el sabor de una desaparici¨®n / El olvido entr¨® en mi lengua y no tuve otra conducta que el olvido / y no acept¨¦ otro valor que la imposibilidad"- cobraban a nuestros ojos un sentido muy directo, tan directo quiz¨¢ como distinto al que el poeta hab¨ªa querido darles. Y no digamos aquellos otros que expresamente apuntaban: "Los que sab¨ªan gemir fueron amordazados por los que resist¨ªan la verdad, pero la verdad conduc¨ªa a la traici¨®n / Algunos aprendieron a viajar con su mordaza y ¨¦stos fueron m¨¢s h¨¢biles y adivinaron un pa¨ªs donde la traici¨®n no es necesaria: un pa¨ªs sin verdad". Esto, para m¨ª y para mis amigos, en aquel a?o de 1977, era toda una declaraci¨®n.
Recordaba todo eso mientras Antonio Gamoneda, con su educaci¨®n antigua, le¨ªa su discurso sobre la poes¨ªa y la pobreza delante de un auditorio -el de los premios Cervantes, en Alcal¨¢ de Henares- la mayor¨ªa del cual seguramente no sab¨ªa qui¨¦n era hasta esa ma?ana y me ven¨ªa a la cabeza aquella lejana ¨¦poca en la que yo pensaba que la mentira era algo del pasado, algo que afortunadamente se terminaba por fin en este pa¨ªs. ?Qu¨¦ ingenuos ¨¦ramos todos! ?Qu¨¦ infelices creyendo que aquel libro que le¨ªamos como si fuera una revelaci¨®n no era una visi¨®n del mundo, sino el epitafio de una ¨¦poca concreta!
Aquel pa¨ªs ha cambiado mucho, pero los versos de Gamoneda siguen vigentes, por desgracia para nosotros. Y continuar¨¢n est¨¢ndolo, me temo, habida cuenta de hasta qu¨¦ punto la mentira ha arraigado en nuestros comportamientos, sobre todo en los de la vida p¨²blica. Basta leer los peri¨®dicos, mirar las televisiones, escuchar los discursos de nuestros dirigentes o los debates de los opinadores para ver c¨®mo esa palabra, la mentira, es la m¨¢s utilizada por todos ellos, eso s¨ª, atribuy¨¦ndosela siempre al otro. Y lo peor es que esas acusaciones ni siquiera se toman en serio, al menos no como para denunciarlas (en el caso, claro est¨¢, de que fueran infundadas), como si la acusaci¨®n de mentir fuera algo natural, tan natural como la mentira en s¨ª. Al fin y al cabo, se justifica, ¨¦ste es el pa¨ªs de la picaresca.
Desde hace tiempo, esa situaci¨®n se ha acentuado hasta el punto de que continuamente nuestros pol¨ªticos se acusan mutuamente de mentir, cuando no mienten abiertamente, como ocurri¨® con el 11-M. Que alguien lo haga es ya grave en s¨ª, pero m¨¢s grave es la impunidad con la que tal comportamiento es tomado por el resto, impunidad que lleva a algunas personas (el ex presidente Aznar, a prop¨®sito de los motivos para la invasi¨®n de Irak, por ejemplo) a reconocer que mintieron o que no dijeron la verdad completa sin dimitir a continuaci¨®n ni pedir perd¨®n a los ciudadanos, como si el solo reconocimiento de la mentira bastase para borrarla de sus curr¨ªculos y sus efectos de la vida de la comunidad. Eso cuando no se da un salto adelante y se pretende borrar la mentira con otra nueva, como ahora hacen quienes nos niegan que durante varios a?os han sostenido, incluso contra las pruebas, que los autores de la matanza del 11-M la ejecutaron en colaboraci¨®n con ETA. Doble mentira que ofende a¨²n m¨¢s, por cuanto la primera se agranda con la segunda, como ocurre con esos errores que se pretenden subsanar con otros.
Seguimos, pues, nadando en el mismo fango que el poeta Gamoneda describ¨ªa hace tres d¨¦cadas ("El silencio y sus c¨ªrculos, el ¨¢cido que depositas sobre mi salud / la suciedad obligatoria de mi alma: ¨¦ste es el precio de la paz"), s¨®lo que ahora sabiendo que eso es as¨ª. Ahora no hay velos que disimulen la mentira y el enga?o, como antes, pese a lo cual ambos contin¨²an vigentes. Y contin¨²an vigentes por lo que he dicho: porque nos hemos acostumbrado a mentir y a que nos mientan, porque la mentira aqu¨ª no tiene el rechazo que en otras partes, porque en la patria de la picaresca no est¨¢ mal visto -al rev¨¦s- enga?ar al oponente, siempre y cuando se haga con gran cinismo, porque la mentira, en fin, forma parte de nuestra idiosincrasia, especialmente de la de aquellos que aprendieron a mentir en los tenebrosos a?os en los que "los que sab¨ªan gemir fueron amordazados por los que resist¨ªan la verdad".
Dicen los historiadores que los efectos de una dictadura tardan d¨¦cadas en desaparecer y el ejemplo quiz¨¢ sea Espa?a. Aunque mucha gente sostenga que estamos homologados con los pa¨ªses de nuestro entorno, aunque nuestra econom¨ªa crezca pujante, por delante incluso de las de aqu¨¦llos, aunque, desde hace ya tiempo, el ejercicio de la pol¨ªtica se atenga a las normas de la democracia, todav¨ªa arrastramos un d¨¦ficit de normalidad que hace que sobrevivan entre nosotros comportamientos pertenecientes a otros sistemas y que ello se contemple con cierta indiferencia por la gente. Debe de ser la costumbre. Vuelvo a los versos de Gamoneda, aquellos que yo le¨ªa a finales de los setenta como si fueran una revelaci¨®n: "De la verdad no ha quedado m¨¢s que una fetidez de notarios / una liendre lasciva, l¨¢grimas, orinales / y la liturgia de la traici¨®n (...) / ?Qu¨¦ lugar es ¨¦ste, qu¨¦ lugar es ¨¦ste?".
Julio Llamazares es escritor.
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