Ceremonias de iniciaci¨®n
1 No pego ojo porque ciertas palabras insisten desesperadamente en mostrarse c¨®mo el comienzo de una futura novela: "Cu¨¢nta ruina en cada cosa y qu¨¦ exceso de ret¨®rica en la ¨²ltima hormiga" estoy seguro de que no es un buen inicio de libro. Pero las palabras vuelven a m¨ª e insisten y me impiden dormir. Maldita ¨²ltima hormiga. Abro la luz y ah¨ª sigue, al lado de la l¨¢mpara, L'angoisse de la premi¨¨re phrase del joven escritor franc¨¦s Bernard Quiriny. Ese libro, o mejor dicho, ese t¨ªtulo, es probablemente el culpable de mi agobiante insomnio.
Me levanto, me visto, salgo del cuarto de hotel y enfilo, casi a oscuras, un largo corredor que me lleva hasta la escalera secundaria por la que desciendo lentamente hacia el bar, sorprendentemente abierto todav¨ªa: una vacilante claridad primero, y luego una explosi¨®n de luz que llega acompa?ada de la m¨²sica indie rock de CocoRosie. Si antes estaba muy desvelado, ahora mucho m¨¢s. La historia musical de Bianca y Sierra Casady, las dos voces de CocoRosie, me atrae misteriosamente desde hace unas semanas, pero lo ¨²ltimo que esperaba era encontrarme con su m¨²sica a estas horas y en el bar de este perdido hotel de la plaza de C¨¦lestins, en la ciudad de Ly¨®n. De golpe, la noche se perfila infinita. Y regresa, obsesiva, la ret¨®rica de la ¨²ltima hormiga. Me siento extra?o aunque perfecto escuchando las voces rasgadas y la m¨²sica hipn¨®tica de CocoRosie, atrapado por su mezcla de folk y sus gui?os a lo Billie Holiday y su pulcro empleo de medios de grabaci¨®n de baja fidelidad, el llamado esp¨ªritu lo-fi.
Vine a Ly¨®n porque me dijeron que aqu¨ª me esperaba un trabajo, y yo ya hice ese trabajo, y no s¨¦ qu¨¦ pasa, pero me estoy quedando. Me inquieta todo eso, pero no me asusto y, en fin, me concentro en la m¨²sica de las hermanas Casady y dejo que me atrape mentalmente, de forma obsesiva, la primera (seg¨²n el tablero alternativo) frase de Rayuela, de Julio Cort¨¢zar, hasta el punto de parecerme que suena como m¨²sica indie y encaja bien con la hipn¨®tica est¨¦tica de CocoRosie y, adem¨¢s, podr¨ªa ser el mejor comienzo de novela que ha existido nunca: "S¨ª, pero qui¨¦n nos curar¨¢ del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la r¨²e de la Huchette, saliendo de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, c¨®mo haremos para lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada al tiempo y al recuerdo, a las sustancias pegajosas que nos retienen de este lado, y que nos arder¨¢ dulcemente hasta calcinarnos".
Hasta ahora el comienzo que m¨¢s me hab¨ªa impresionado -lo le¨ª con candidez en los d¨ªas de mi extrema juventud- era el de El extranjero: "Hoy, mam¨¢ ha muerto. O tal vez ayer, no s¨¦". No se me escapa que ese inicio est¨¢ considerado uno de los mejores de la novela contempor¨¢nea. Me viene a la memoria otro, de lectura m¨¢s reciente: "He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciaci¨®n. Mejor as¨ª" (Roberto Bola?o, Los detectives salvajes). Es un comienzo magn¨ªfico, precisamente porque carece de ceremonia de iniciaci¨®n alguna.
En el bar se escuchan ahora las combinaciones musicales diab¨®licas que crean las hermanas Casady cuando mezclan, por ejemplo, la explosi¨®n de una bolsa de palomitas de ma¨ªz con el constante martilleo de una m¨¢quina de escribir: mezclas que acaban convirtiendo mi mente en una inesperada y obsesiva cafetera de vapor. Todo est¨¢ a punto de estallar, cuando me salvo al imaginarme al comienzo de una novela de Cabrera Infante: "Showtime! Se?oras y se?ores. Ladies and gentlemen. Muy buenas noches, damas y caballeros, tengan todos ustedes. Good evening, ladies & gentlemen. Tropicana, el cabaret M?S fabuloso del mundo...". Despu¨¦s, sustituyo el showtime por el recuerdo de la m¨¢s celebre ceremonia de iniciaci¨®n que encontramos en el comienzo de una novela, la que se describe en las primeras l¨ªneas de Ulises de Joyce, en el que, solemne, el gordo Back Mulligan, nos introduce en el altar de la literatura misma cuando eleva en el aire un cuenco y entona: "Introibo ad altare Dei".
Es posible que viva obsesionado por la primera frase de mi pr¨®ximo libro, no hay otra explicaci¨®n para tanta inquietud por inicios de novelas. Me estoy diciendo todo eso cuando veo entrar a un detective privado con la cl¨¢sica gabardina Burberry, estilo Mitchum. Llamo al camarero mientras apunto en la servilleta el incierto comienzo de novela que ahora escribir¨ªa: "Hab¨ªa una vez una gabardina de algod¨®n que Thomas Burberry vend¨ªa a los deportistas en una peque?a tienda que hab¨ªa abierto en Hampshire".
2"Descendiente de escoceses e indios pies negros por l¨ªnea paterna, y de noruegos por la materna, qued¨® pronto hu¨¦rfano de padre y su madre volvi¨® a casarse". Creo que podr¨ªa escribir una biograf¨ªa de Robert Mitchum que empezar¨ªa as¨ª y que ir¨ªa precedida de una cita de Mart¨ªn Scorsese, de una frase que no acabo de entender: "Me olvid¨¦ de las mujeres, s¨®lo recuerdo las gabardinas". Pronto se cumplir¨¢n 10 a?os de la muerte de Mitchum. Se ha hablado tanto estos d¨ªas del centenario de John Wayne y de la retirada de Paul Newman que seguramente no se hablar¨¢ mucho de Mitchum. No me gustan los n¨²meros redondos, pero puedo hacer una excepci¨®n con el mejor detective privado de la historia del cine. Vine a la vetusta Ly¨®n -ahora lo comprendo- a escribir la primera frase de la biograf¨ªa de Robert Mitchum. Desde que llegu¨¦, la heroica ciudad duerme la siesta.
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