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Reportaje:

Las aventuras de dos p¨¢jaros

Jes¨²s Ruiz Mantilla

Esa curiosa y san¨ªsima combinaci¨®n de utop¨ªa y desgarro, de denuncia y escupitajo. Esa raci¨®n doble de dandi y rufi¨¢n, de bon vivant y canalla, de yerno perfecto y oveja negra, de hermano mayor responsable y bala perdida es la que encarnan como nadie Joan Manuel Serrat y Joaqu¨ªn Sabina, estos dos maestros de la vida y la carretera, catedr¨¢ticos del explosivo, sutil y emocionante arte de mezclar sobre el territorio de una guitarra el verso y el acorde.

Estos d¨ªas hacen las maletas; guardan reposo en Madrid, donde Serrat acaba de estrenar casa, y paren con ensayos y sesiones de trabajo esmerado Dos p¨¢jaros de un tiro, la gira que les llevar¨¢ durante seis meses por Espa?a y Am¨¦rica. Desde el 29 de junio, cuando arrancan en Zaragoza, hasta el 20 de diciembre, que cerrar¨¢n el quiosco en Montevideo (Uruguay), recalar¨¢n en cerca de 60 ciudades, polideportivos, plazas de toros..., en un periplo que apuesta antes por la espectacularidad, con m¨¢s de diez m¨²sicos en la banda, que por el intimismo que tan magistralmente han sabido dominar ellos en otros escenarios m¨¢s recogidos.

"El Nano, al salir del hospital, cogi¨® la guitarra; yo, no tanto" (Sabina)
"Cuando compongo una canci¨®n, si me emociono s¨¦ que la cosa marcha" (Serrat)
"En Londres, yo cantaba canciones de Serrat a los turistas en los bares" (Sabina)
"Mal se nos tiene que dar para que de esto no salga un disquito" (Sabina)

Parecer¨ªa que ambos ya se han juntado la mar de veces para salir por esos mundos de Dios, pero no ha sido as¨ª. Han cantado con otros -con Miguel R¨ªos, con V¨ªctor y Ana, con Fito P¨¢ez-, pero nunca juntos. Otra cosa es que existan pocas casas en Espa?a donde en un registro a fondo no aparezca, sin revolver mucho, alg¨²n disco de los dos -cualquiera de los que EL PA?S saca en colecci¨®n a partir de hoy-, seguramente bien guardado en el escondrijo de las estanter¨ªas, que son la f¨ªsica de nuestra memoria sentimental; los lugares donde recogemos el anhelo, los sue?os y las derrotas que muchas veces nos han dejado retratados a todos en sus canciones.

No hace falta casi preguntar qu¨¦ razones les han llevado a juntarse. No lo hab¨ªan hecho nunca hasta ahora en gira ni en disco. Lo primero, el puro capricho, el gustazo de compartir escenario entre dos que se admiran. Despu¨¦s, quiz¨¢, algo que ¨²ltimamente les ha unido m¨¢s si cabe: la sensaci¨®n de gozar de otra oportunidad grande en sus vidas, de haber sido premiados con una suerte de resurrecci¨®n.

Todo ha surgido despu¨¦s del c¨¢ncer que super¨® Serrat, con una determinaci¨®n de ciclista encarando la bajada de una cumbre alpina en el Tour, y del "accidente cerebral", dice Sabina, y la posterior depresi¨®n que sufri¨® este ¨²ltimo, que le han transformado en muchos sentidos: "Despu¨¦s de estos a?os mis¨¢ntropos, jam¨¢s cre¨ª que la vida me iba a brindar un desaf¨ªo como ¨¦ste", asegura don Joaqu¨ªn, sentado en el suelo de su reci¨¦n ampliada casa y fresquito, tras la empapada a la que le ha sometido Javier Salas para una fotograf¨ªa cachonda en la ducha de la que le ha rescatado Jimena Coronado, su fiel pareja peruana desde hace a?os, con una camisa seca.

El palo f¨ªsico le repleg¨®, y despu¨¦s no pudo evitar "la nube negra". Con esa precisi¨®n es como metaforea a la depresi¨®n la letra que le hizo para su canci¨®n del mismo t¨ªtulo el poeta Luis Garc¨ªa Montero, uno de sus amigos entre "los poetas l¨ªricos", con ?ngel Gonz¨¢lez, Caballero Bonald, Benjam¨ªn Prado y ¨¦l, entre otros, a la cabeza, y a los que Sabina agradece siempre haberle sacado del hoyo en sus d¨ªas m¨¢s oscuros: "Aquello me vino por tener la sensaci¨®n de envejecer regular, tirando a mal, y porque la nariz ya s¨®lo me serv¨ªa para respirar", dice el artista.

Tampoco es dif¨ªcil deducir qui¨¦n organiza el cotarro y qui¨¦n se encomienda a las ¨®rdenes, el horario, la hoja de ruta y el ritmo que marca Serrat sin que esto genere el m¨¢s m¨ªnimo resquemor en Sabina, que se conoce, que se autoproclama an¨¢rquico, ca¨®tico y al que no es dif¨ªcil o¨ªr una y otra vez: "Lo que t¨² digas, Nano".

Uno es met¨®dico, serio, formal, puntual, cumplidor; otro es? como es. Es Sabina. ?Y qu¨¦ pasa? Lo tomas o lo dejas. O se le quiere as¨ª, o se le despe?a barranco abajo y lo mandas al cuerno. Como tal, como el poeta de las aceras y los bajos fondos que es, se le admira incluso en su proverbial heterodoxia, en su ca¨®tica manera de desafiar la edad, el gusto, el tiempo y el espacio. "Joaqu¨ªn, ya sabes, es as¨ª", comentan quienes le conocen a fondo. Uno, Serrat, ha conservado esa voz, que en muchos casos es la de nuestras conciencias; el otro ha ido adaptando, con una sabidur¨ªa curtida en bares, callejones y desafiante a la forma f¨ªsica de los viejos rockeros que han hecho un pacto con el diablo, su manera de cantar, su forma de decir, a las posibilidades de una laringe en constante metamorfosis. Pero ha sabido como nadie convertir sus limitaciones en marca, tanto que su voz hoy es m¨¢s aut¨¦ntica y gusta como nunca. "Lo importante de su voz es que ¨¦l, con su instrumento, interpreta y sabe conmover", dice Serrat. Tanto que hasta sus fans le celebran los gatillazos de garganta, como hace un a?o en Gij¨®n.

Pero si bien cada uno ha conservado la voz como ha podido, a lo que no han renunciado todav¨ªa es al grito. A la facultad de llamar a las cosas por su nombre, y a no dejarse engatusar por maniobras del lenguaje y triqui?uelas m¨¢s que antiguas para recuperar los tiempos y los privilegios enterrados por parte de algunos l¨ªderes en plena ascensi¨®n, como el reci¨¦n elegido presidente franc¨¦s, Nicolas Sarkozy: "Eso que tanto habla ¨¦l de recompensar el esfuerzo sobre otras cosas no es m¨¢s que la destrucci¨®n de la lucha por la igualdad", avisa Sabina. No es que se crean todav¨ªa que la playa est¨¢ debajo de los adoquines, como proclamaban los l¨ªderes del Mayo Franc¨¦s que Sarkozy se ha propuesto aniquilar; pero de ah¨ª a vender burras, queda un trecho.

Tendr¨¢n tiempo para la discusi¨®n pol¨ªtica, pero tambi¨¦n para esos placeres que les quedan. Por lo pronto, uno sabe ya, con su agenda m¨¢s que pulcra, en qu¨¦ restaurante se dar¨¢n los homenajes el 22 de agosto o el 10 de octubre, da lo mismo: "Las comidas, las cenas, todo eso, queda en mis manos", afirma Serrat, con la palabra de un serio hombre de honor. "No se hable m¨¢s", dice el otro. "Yo me pongo en tus manos", remata con la obediencia del hermano menor.

Las habilidades del catal¨¢n para el cuidado y la organizaci¨®n las reconoce tambi¨¦n Berri, manager de ambos. De Serrat, desde hace 35 a?os; de Sabina, desde hace menos y gracias al enchufe de su amigo, porque este socio de los dos no quiere llevar a mucha gente m¨¢s desde su oficina. En su despacho de la Castellana prepara el despliegue de las 60 personas que trabajar¨¢n en la carretera, con cinco tr¨¢ilers y dos autobuses con camas listos para transportar los equipos, y a los t¨¦cnicos y m¨²sicos, de un sitio a otro. Tambi¨¦n cierra fechas pendientes todav¨ªa en Espa?a y Am¨¦rica.

Berri cree que los dos son adictos a la carrera n¨®mada y al escenario. "En mi vida se me ha pasado por la cabeza retirarme", apunta Serrat, y m¨¢s desde que han salido de sus problemas de salud. "Si no, ?c¨®mo explicas que Joan Manuel, desde el 5 de mayo de 2005, haya hecho 250 fechas, y Sabina, 120 con su Carretera y top manta, ese t¨ªtulo que le hizo tan poca gracia a Ramonc¨ªn?", se pregunta el manager. "El Nano, desde que sali¨® de la cama del hospital, agarr¨® la guitarra y se puso a cantar", dice Sabina. "Yo, no tanto", aclara.

Entonces dejaron atr¨¢s sus cuevas, sus colchones y sus cuitas como con urgencia. Y sobre el escenario les esperaban los escuderos de siempre. Sus m¨²sicos de cabecera, caballeros de la m¨¢s que noble orden de unas melod¨ªas que han marcado nanas, conquistas, desamores, amistades, t¨²neles? Quien se ha puesto m¨¢s galones por acompa?ar a Serrat ha sido el maestro Ricardo Miralles, que le hace los arreglos y le acompa?a con la tecla desde 1969, cuando Tete Montoli¨² dej¨® de hacerlo para dedicarse exclusivamente al jazz y le enchuf¨® al carro. Los otros dos han sido la almohada y el asiento de Sabina desde hace 25 a?os lo menos: son Pancho Varona y Antonio Garc¨ªa de Diego, que escriben canciones con ¨¦l y de vez en cuando organizan en clubes sus llamadas noches sabineras, una especie de karaoke con la banda del artista en directo al que se apunta siempre gente joven a mansalva.

Los capos les han repartido 34 temas, 17 por barba, para que los ensayen y que los fusionen. Para que los vistan con un envoltorio distinto, un sonido diferente; para que busquen una coherencia que d¨¦ unidad al espect¨¢culo mientras ellos trabajan en un gui¨®n con gags, chistes, sorpresas y filosof¨ªa propia. Har¨¢n popurr¨ªs; Serrat cantar¨¢ canciones de Sabina, y viceversa. "Serrat har¨¢ la canci¨®n del pirata, que tendr¨¢ gracia porque le convertir¨¢ en un poco rockero, y Joaqu¨ªn har¨¢, por ejemplo, Se?ora, que est¨¢ muy lejos de su estilo", dice Varona. "Adem¨¢s, yo cantar¨¦ en catal¨¢n, y aqu¨ª mi amigo, en andaluz", anuncia Sabina.

Los primeros ensayos juntos han dejado muy buenas vibraciones a los m¨²sicos. "Ha habido magia", dice Garc¨ªa de Diego. La clave est¨¢ en hermanar el lirismo de Serrat, definen Varona y Garc¨ªa de Diego ?a quien cuando le ven, dicen, "le hacemos la ola"?, con otro estilo: "El agrio, ¨¢cido y pendejo de Joaqu¨ªn". Los dos compa?eros de fatigas de Sabina afirman que se enfrentan a la gira con devoci¨®n, como de rodillas, y con cierto miedo y respeto por ir con quien van. Serrat y Miralles les imponen. Pero el maestro acompa?ante del autor de Mediterr¨¢neo les tranquiliza: "Yo no tengo ning¨²n miedo, ni por nosotros, ni por ellos".

Habr¨¢ todo un universo de ritmos, letras, estilos. Del romanticismo a la rumba rumbera, del intimismo al rock and roll, de la copla contempor¨¢nea al tango y al bolero, y a los corridos que tanto entusiasman a Sabina desde hace tiempo. Canciones eternas, pa?uelos en los que gran parte de una Espa?a sensible se ha dejado las l¨¢grimas. Poes¨ªa que toca dentro, pero que han ido perge?ando sin f¨®rmulas, sin mecanismos, por talento y por vicio; sin saber qu¨¦ es mejor inventarse primero, si la letra o la m¨²sica. "Yo s¨¦ si va a funcionar si me emociona mientras la hago. Si la siento, cuando me emociono, entonces s¨¦ que la cosa marcha", afirma Serrat. "?Manual? El manual no existe. Si tuvi¨¦ramos uno, probablemente a todos nos saldr¨ªa una mierda", a?ade.

La importancia, el misterio del secreto es tal que Sabina planea hacer un libro sobre un arte, el de componer canciones, que se ha convertido en la forma musical por excelencia del siglo XX, y que tiene aspecto de seguir pitando como tal, inagotable a¨²n, en el XXI. Aunque, por supuesto, no ser¨ªa un manual. "Hace tiempo que me gustar¨ªa tener una conversaci¨®n larga entre aqu¨ª mi amigo [por Serrat], Silvio Rodr¨ªguez, Enrique Morente y yo en la que habl¨¢ramos de a ver c¨®mo cojones se hace esto", cuenta este trovador de ?beda, vecino desde hace a?os de la plaza de Tirso de Molina. "Meter una letra dentro de una m¨²sica con calzador es complicado, pero hay que tener una idea musical en la cabeza", sigue Serrat. Despu¨¦s, al hilo, Sabina recurre a la experiencia para desembocar en una nebulosa que nos deja donde casi empezamos: "Al principio, las primeras 30 o 40 canciones, para empezar hice la letra. Luego prob¨¦ a tener la m¨²sica antes y me salieron unas letras m¨¢s triviales, lo cual tampoco me disgust¨®. Pero me quedo con una definici¨®n que no s¨¦ qui¨¦n se la invent¨® y que no es m¨ªa, pero que me gustar¨ªa que lo fuera. Dice que una canci¨®n debe tener una buena m¨²sica, una buena letra, unos buenos arreglos, una buena interpretaci¨®n, y despu¨¦s una cosa que no sabemos muy bien de qu¨¦ se trata, pero que viene a ser lo que m¨¢s importa de todo. Yo es que creo que hasta de las instrucciones de un medicamento se puede sacar una buena canci¨®n".

Por estas ¨¦pocas ?no saben qui¨¦n ni de d¨®nde sale la fecha?, alguien ha dicho que se cumplen 50 a?os de canci¨®n de autor. Es algo que no les convence, pero que puede muy bien ser el nexo conceptual que les une, aunque cada uno de los dos venga de su padre y de su madre, y empezando, como dice Sabina, "porque a cada uno nos gusta hacer esas canciones que no escuchamos por la radio".

Sus referentes han sido muy distintos. Empezando porque uno lo es del otro. Serrat creci¨® con coplas de la radio y se confiesa devoto de Le¨®n y Quiroga, de Juanito Valderrama, de Miguel de Molina, como ra¨ªz, y tambi¨¦n de Jacques Brel, de Brassens, del tango? Al otro, a Sabina, quiz¨¢ por sus a?os pasando la gorra por los bares de Londres ?"donde ya entonces yo cantaba canciones de Serrat a los turistas", confiesa?, le seduc¨ªa mucho lo anglosaj¨®n. Brassens, tambi¨¦n. En eso, La Mandr¨¢gora y Javier Krahe le pesan todav¨ªa. Pero junto al mito franc¨¦s, "con quien este cabr¨®n tiene una foto en la que tambi¨¦n sale Paco Ib¨¢?ez", dice en referencia a su compadre, "me tiraban m¨¢s Dylan, Tom Waits, los Beatles?". Lo cierto es que tambi¨¦n se les colaban en la mochila el propio Ib¨¢?ez, Raimon y el D¨²o Din¨¢mico? Los dos, en fin, eran chup¨®pteros en estado de permanente alerta que despu¨¦s se revelaron como ap¨®stoles de una manera ¨²nica de plasmar sentimientos y aspiraciones comunes en un pa¨ªs que ha cambiado m¨¢s en los ¨²ltimos 30 a?os que en toda su historia. Y ellos dos, con 63 ya cumplidos Serrat y con los 58 de Sabina, han protagonizado parte de esta peque?a gran historia e intrahistoria contempor¨¢nea.

Pero tambi¨¦n quieren seguir aportando cosas para el futuro. Porque el p¨²blico joven se sigue enganchando al cat¨¢logo de sue?os de sus canciones. Sabina es el cl¨¢sico intemporal, quien con su filosof¨ªa del descaro, su habilidad para el eclecticismo en los estilos y sus letras provocadoras, siempre pol¨ªticamente incorrectas, es capaz de deslumbrar a todas las generaciones. Serrat, con esa b¨²squeda de la utop¨ªa constante y esa facilidad para la cr¨®nica magistral de todos los tiempos en sus canciones, tambi¨¦n atrae. Pero lo que m¨¢s asombra en ambos, lo que no pasar¨¢ nunca de moda, ni estar¨¢ sujeto a las tendencias, ni caer¨¢ en los caprichos temporales, es ese ojo cl¨ªnico que tienen los dos para desgranar las verdades de todas las almas; algo que queda patente en esa procesi¨®n de personajes inigualables que pululan por todas sus canciones, desde los j¨®venes amantes de Paraulas d'amor, y la pat¨¦tica soledad de La tieta, y los sue?os frustrados de Curro el Palmo con su m¨¢s que magistral Romance, en Serrat, hasta el delincuente perdedor de Qu¨¦ demasiao o las Princesas y las Barbies superstar perdidas de Sabina.

Aunque en esta conexi¨®n intergeneracional, Serrat alerta ya a los padres y los abuelos: "Cuando, con muy buena intenci¨®n, les dicen a los chavales que el que es bueno es el Serrat y no lo que escuchan, ya la hemos cagao". Prefiere que se acerquen de una manera natural, sin prescripciones, sin esa losa que a veces imponen los padres. Al fin y al cabo, en la edad del pavo, tiendes a hacer lo contrario de lo que te digan, casi por decreto.

En este caso, Serrat se encomienda a Sabina para conseguir nuevos fans. "Muchos j¨®venes ir¨¢n a ver a Joaqu¨ªn, pero yo voy a ser el artista revelaci¨®n", dice el catal¨¢n. "De eso, nada de nada", replica Sabina. "No, si ¨¦ste es muy vivo y juega un papel humilde, pero en el escenario no me va a regalar un palmo", avisa Serrat, de choteo. El m¨¢s joven de los dos deja claro qui¨¦n es el que va con m¨¢s ganas de hacer m¨¦ritos: "Juro por mis gatos [lo menos cuatro han pasado durante el encuentro a hacer la visita] que lo que m¨¢s me importa de esta gira es no defraudar al Nano".

Conservan una curiosidad intacta por el viaje. El movimiento les incita a alimentar sus vicios de hoy, que son mucho m¨¢s sofisticados que los del pasado. Serrat se ha hecho viticultor y es propietario de una bodega, Mas Perinet, en el Priorat. Se dedica a catar por los restaurantes en los que recala. Sabina colecciona libros antiguos. En su casa, 10.000 t¨ªtulos decoran las paredes. Es una afici¨®n que comparte, y con la que compite a la b¨²squeda de las ediciones m¨¢s deseadas, con sus amigos Garc¨ªa Montero y el editor Chus Visor, otros dos adictos al olor del papel impreso.

Con los viajes, tambi¨¦n han observado el cambio casi vertiginoso de su pa¨ªs. "Hemos trabajado en condiciones infames. Todav¨ªa recuerdo cuando ten¨ªamos que cagar debajo del escenario", cuenta Sabina. En esas cosas s¨ª que se aprecian las transformaciones. "Ahora, en cualquier ciudad de provincias act¨²as en un auditorio con tu camerino. Se han dignificado mucho las condiciones, y uno de los que m¨¢s han luchado para que los m¨²sicos y los cantantes hagamos las giras dignamente ha sido Raphael. Hay que reconocerle eso y otras muchas cosas", asegura Serrat.

Es algo que tambi¨¦n han compartido y han vivido a fondo sus m¨²sicos: "Antes viaj¨¢bamos en furgonetas, dorm¨ªamos tres d¨ªas en la casa de alguna chica a la que conoc¨ªamos por ah¨ª y volv¨ªamos a coger la ruta", recuerda Varona. "Hoy nos cuesta m¨¢s. La ¨²ltima vez pasamos dos meses por Am¨¦rica y fue duro, nos hemos vuelto m¨¢s familiares", a?ade con la conformidad de Miralles y de Garc¨ªa de Diego. Hay un cambio crucial en la conquista de los derechos de sus m¨²sicos en gira. "En mi caso fue cuando consegu¨ª dormir en una habitaci¨®n propia", cuenta Miralles. "No, en el caso de Miralles ha sido mucho m¨¢s importante el d¨ªa que consigui¨® no cargar con ning¨²n bulto en los aeropuertos", recuerda Serrat. Sabina les reprocha las comodidades: "?Dormir separados! ?No compart¨ªan habitaci¨®n Guti y Ronaldo, y eran gal¨¢cticos?", pregunta Joaqu¨ªn. "S¨ª, pero eso era para que no se hicieran pajas", le tranquiliza el Nano.

En esta gira habr¨¢ mucho compadreo, prev¨¦n. "A Joaqu¨ªn, que le gusta largarse para Madrid desde donde est¨¢ cuando termina, me parece que en esta ocasi¨®n va a dormir en bastantes hoteles", dice Varona. Todos saldr¨¢n ganando. Sabina tiene un p¨¢lpito. "Mal se nos tiene que dar para que en todas las ciudades y las habitaciones de hotel donde vamos a compartir tantas cosas no compongamos algo juntos y que de esto salga un disquito". A ver.

Joyas de la m¨²sica popular espa?ola. Por Diego A. Manrique.

El yin y el yang. El agua y el aceite. El santo y el diablo. El apol¨ªneo y el dionisiaco. Muchos connoisseurs dir¨ªan que Joan Manuel Serrat y Joaqu¨ªn Sabina son, olvidando su reconocida afinidad personal, musicalmente incompatibles. Sin embargo, tambi¨¦n tienen en com¨²n un enojoso problema de percepci¨®n: nos hemos acostumbrado tanto a ellos que tendemos a olvidar lo esencial, lo que les hizo grandes en nuestro coraz¨®n colectivo. Forman parte del paisaje sentimental del pa¨ªs, y quiz¨¢ no valoramos que son artistas en activo, que requieren ser escuchados con o¨ªdos limpios.Serrat lleva tiempo lamentando ¨Ca su manera, con socarroner¨ªa¨C la relativa invisibilidad de sus ¨²ltimos lanzamientos discogr¨¢ficos. El Nano tuvo una racha tan f¨¦rtil entre 1965 y 1975 que su obra posterior ha quedado ensombrecida. No vale aquello tan chistoso de ¡°contra Franco cre¨¢bamos mejor¡±: Joan Manuel ha mantenido una producci¨®n regular, un disco cada a?o y medio. A¨²n m¨¢s onerosa es su imagen p¨²blica, tan extraordinariamente positiva. La paradoja consiste en que Serrat tiene dimensiones de paradigma moral. La voz sensata, la picard¨ªa suave, la coherencia ideol¨®gica: es el dem¨®crata ejemplar que cae simp¨¢tico a todo bien nacido. ?Y d¨®nde queda el m¨²sico? Llegado a un punto de popularidad, en Espa?a te llaman de las televisiones, pero para que participes en un debate o en un programa deportivo, por la penosa raz¨®n de que no hay espacios musicales donde se pueda cantar en directo.Para preparar la reedici¨®n de parte de su obra discogr¨¢fica a trav¨¦s de EL PA?S ha sido necesario repasar su amplia bibliograf¨ªa y centenares de entrevistas, reportajes, perfiles, cr¨ªticas, etc¨¦tera. Se constata que casi todos los textos rebosan cari?o y admiraci¨®n. Nos enteramos de que fue un evidente opositor a la dictadura, que atra¨ªa a las damas, que ejerce de hincha del Bar?a, que dirige una bodega, que es venerado en Am¨¦rica. Pero quedan enormes huecos en su retrato musical.Un ejemplo f¨¢cil: apenas se ha entrevistado al pianista Ricardo Miralles, su mano derecha. Lo mismo con su etapa italiana. En Mil¨¢n se grabaron muchos de sus primeros discos, pero apenas nadie se hab¨ªa preocupado por investigar en aquellas sesiones decisivas. En los disco-libros que publica EL PA?S se habla con el m¨²sico Gian Piero Reverberi, responsable de dar forma a canciones memorables de Mediterr¨¢neo, y tambi¨¦n con los dem¨¢s, de Juan Carlos Calder¨®n a Miralles.Los discos serratianos son comentados por su autor, pero tambi¨¦n por sus principales colaboradores, tanto en lo musical como en el envoltorio gr¨¢fico. Se analizan canci¨®n por canci¨®n, se cuentan las circunstancias de cada grabaci¨®n, se traza el momento personal del artista. Todo ello va respaldado por abundantes fotograf¨ªas, que ofrecen sus particulares revelaciones: el primer Serrat era est¨¦ticamente toda una pop star, un muchacho guapet¨®n que segu¨ªa la moda en melenas y ropas. Lo cual no minimiza su obra, sino todo lo contrario: pod¨ªa haber seguido la v¨ªa convencional, explotando sus encantos; sin embargo, ret¨® tanto al r¨¦gimen como a la industria, apostando por desarrollar una carrera biling¨¹e y musicando los versos de poetas inc¨®modos.No es peque?a haza?a que los poemas de Antonio Machado, Miguel Hern¨¢ndez o Benedetti se hayan universalizado con su voz. A modo de bumer¨¢n, los hallazgos po¨¦ticos de Serrat tambi¨¦n reverberan en textos de escritores de todo pelaje. Tambi¨¦n Benedetti cit¨® a Sabina en el inicio de un poemario: ¡°M¨¢s vale que no tengas que elegir / entre el olvido y la memoria¡±.Con Sabina tambi¨¦n se alteran las prioridades: la sombra del personaje escandaloso oculta al artesano de canciones. En realidad, aqu¨ª los ¨¢rboles tapan el bosque. Joaqu¨ªn es un alud verbal: se explaya regularmente en entrevistas, libros, sonetos; en otros tiempos, hasta ejerci¨® de tertuliano. Creemos saberlo todo respecto a sus amores, sus vicios, sus opiniones, sus or¨ªgenes, sus aventuras. Es tan imp¨²dico que su quehacer creativo se hace transparente, como si su arte brotara m¨¢gicamente.Su gusto por la frase lapidaria y el gesto tronante ha terminado por laminar lo esencial: su devoci¨®n por la canci¨®n. Aunque tambi¨¦n esculpe m¨²sicas con la guitarra, Joaqu¨ªn dedica la mayor porci¨®n de sus energ¨ªas a las letras. Cada texto suyo es pulido cien veces, ante la desesperaci¨®n de sus asociados. Como reconoce ¨¦l: ¡°Yo no termino los discos, me los quitan de las manos¡±. Para la m¨²sica, ha sabido convocar a un batall¨®n de talentos: desde los leales escuderos Pancho Varona y Antonio Garc¨ªa de Diego hasta cantautores como Pablo Milan¨¦s, Hilario Camacho, Pedro Guerra, Aute, Carlos Varela, Caco Senante o Javier Batanero, sin olvidar rockeros del calibre de Ariel Rot, Manu Chao, ?lvaro Urquijo o Fito P¨¢ez.Frente a su imagen de supremo vividor, la constataci¨®n de que Sabina ha mantenido con m¨ªnimas interrupciones el m¨¢s asombroso taller de canciones de la m¨²sica popular en espa?ol de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Una f¨¢brica donde se experimenta constantemente: hay letras que se han engarzado sobre dos o m¨¢s m¨²sicas; la misma m¨²sica puede acoger letras muy diferentes. Llegado el momento de elegir la que se va a editar, no se aceptan las motivaciones espurias: se sabe que muchos artistas nacionales matan por firmar como autores, con el ojo puesto en las liquidaciones de la SGAE, aunque su aportaci¨®n haya consistido en cambiar un adjetivo. Sabina es generoso a la hora de repartir esa tarta. Pero le honra a¨²n m¨¢s su perfeccionismo y la pasi¨®n por materializar la mejor canci¨®n posible. Una obsesi¨®n que enriquece nuestras vidas.

Dos cabalgan juntos. Por Juan Cruz

Cuando entras en la casa de Joaqu¨ªn Sabina, un d¨ªa cualquiera de la primavera, encuentras ahora una atm¨®sfera que parece hecha para que llegue un amigo a quedarse. El d¨ªa en que fuimos all¨ª con Jes¨²s Ruiz Mantilla, cuando ¨¦ste iba a entrevistar a Sabina y a Serrat, esa casa que est¨¢ hecha para acoger no parec¨ªa la misma que vimos otras veces, cuando el cantante de ?beda se recuperaba de un ictus cerebral que estuvo a punto de ponerle en estado de despedida, o cuando acababa de traspasar, a favor, el peor lado de la nube negra de la que le escribi¨® Luis Garc¨ªa Montero.Esta vez la casa era otra, como si el artista que hizo del bomb¨ªn un s¨ªmbolo de fiesta hubiera decidido despojarse del barroco de sus tristezas o depresiones para ponerse en las manos de una luz distinta. ?Qu¨¦ hab¨ªa pasado? En primer lugar, por su vida ha pasado, est¨¢ pasando, Jimena, su mujer peruana, que ha puesto orden en la mayor parte de sus sentimientos de madrugada; adem¨¢s, all¨ª estaba Joan Manuel Serrat, acababa de llegar, con su camiseta negra, caminando de un lado a otro de la estancia como el interior izquierdo del equipo de sus h¨¦roes inolvidables, y en ¨²ltimo extremo, lo que pasaba ese d¨ªa, y lo que pasa desde hace alg¨²n tiempo en la vida de Sabina, es que ha cambiado y se ha hecho un domicilio acorde con el cambio. Antes, mientras atravesaba la nube negra (una depresi¨®n que le dej¨® sin habla meses y meses), la casa era recargada, incluso rococ¨®, como si no se quisiera despojar de sus recuerdos y ¨¦stos fueran, adem¨¢s, recargados, los de quien se quiere despedir de la vida con todas las pertenencias. Jimena y Joaqu¨ªn, que aqu¨ª estaban este d¨ªa de primavera, como si hubieran pasado un temporal ben¨¦fico de alegr¨ªa y salud, han acondicionado la parte de arriba de aquella casa y establecido un nuevo espacio que parece el territorio de una nueva vida: di¨¢fano, parece una pista de baile en la que sobresalen muebles simples, leves, como para ser retirados de inmediato.?sa es la nueva atm¨®sfera en la que se desarrolla la vida de Sabina, y ah¨ª se ha propuesto ese encuentro con su amigo Serrat. Sabina es, como Kim de la India, amigo de todo el mundo, o quisiera serlo; es legendario que se pasa la vida haciendo que los amigos distantes se amisten. Te puede despertar de madrugada para proponerte una juerga o un poema, y a pesar de que los accidentes de la vida le procuraron m¨¢s sosiego, sigue siendo el rey de la amistad de madrugada; lo fue en los ochenta, cuando se hac¨ªa verdad esa canci¨®n en la que le dan las dos, las tres, las cuatro y las cinco, y lo es ahora, aunque el est¨ªmulo sean tan s¨®lo el alcohol, la m¨²sica y la amistad propiamente dicha. Amigo de todo el mundo, como Serrat. Estos dos que ahora cabalgan juntos, que podr¨ªan juntarse como las dos mitades de una manzana, han pasado por festividades y calvarios similares, aunque de origen distinto. Serrat sali¨® de un c¨¢ncer con la decisi¨®n de acentuar con sencillez un lado ya conocido de su cara, y que proviene de una frase que le podr¨ªa haber pedido prestada a Ernesto Che Guevara: hay que endurecerse, pero nunca perder la ternura. Lo recuerdo el d¨ªa en que el m¨¦dico le dijo que le estaba ara?ando un c¨¢ncer sobre el que hab¨ªa que intervenir de inmediato. Estaba p¨¢lido, como si aquella palabra fuera la canci¨®n menos deseada, una nube negra que ¨¦l quer¨ªa ahuyentar como las pesadillas. Se sent¨® a una mesa (con Juan Mars¨¦, recuerdo), vio pasar alrededor los manjares (?y los vinos!) que en otra ocasi¨®n le hubieran hecho re¨ªr como los chiquillos con los juguetes, y pidi¨® agua con una melancol¨ªa que ya parec¨ªa parte de su cara. Era ese Serrat un hombre consciente de las heridas del tiempo. Alg¨²n tiempo despu¨¦s, cuando estaba a punto de cumplir 60 a?os, ya era Serrat otra vez, el mismo de antes; el mismo que ahora, esta tarde en casa de Sabina, r¨ªe como si estuviera cantando. La salud hab¨ªa vuelto, y era un hombre m¨¢s asentado, miraba de frente el porvenir despu¨¦s de la enfermedad, y sab¨ªa que ahora ten¨ªa que ser m¨¢s esencial, m¨¢s rotundo; ten¨ªa que aprovechar el tiempo para ser el mismo siendo otro. Aquella vez, en los aleda?os de aquel cumplea?os redondo, en diciembre de 2003, Serrat ven¨ªa cargado de juguetes para sus nietas, de libros para Yuta (su mujer) y para ¨¦l mismo, y de proyectos de viajes y canciones y giras. El tiempo y la casualidad (Benedetti le dijo un d¨ªa a Daniel Viglietti, cuando se encontraron por casualidad en un aeropuerto: ¡°Por qu¨¦ no hacemos algo con esta casualidad¡±, e hicieron un disco) los junt¨® en una aventura que parece refrendar en ambos un nuevo estado de salud y un nuevo modo de amistad: la que se hace para que los dem¨¢s disfruten. Los han fotografiado juntos muchas veces, pero nunca les hab¨ªan juntado los rasgos hasta hacer de los dos uno solo; es demasiado pedirle a la naturaleza que dos hombres de este g¨¦nero sean el mismo, pero en algo tiene raz¨®n el fot¨®grafo: los dos se han juntado para certificar un estado de ¨¢nimo com¨²n en el que sobresale (sobresal¨ªa aquella tarde de domingo) una felicidad de la que uno se va cuando ve dos verdaderos amigos poni¨¦ndose de acuerdo sobre el nivel de sus acordes.Ahora cabalgan juntos. La amistad es el impulso, y la m¨²sica, el horizonte de su viaje.

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Sobre la firma

Jes¨²s Ruiz Mantilla
Entr¨® en EL PA?S en 1992. Ha pasado por la Edici¨®n Internacional, El Espectador, Cultura y El Pa¨ªs Semanal. Publica peri¨®dicamente entrevistas, reportajes, perfiles y an¨¢lisis en las dos ¨²ltimas secciones y en otras como Babelia, Televisi¨®n, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poes¨ªa.

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