Seis D¨ªas y 40 a?os sin salida
La guerra de junio de 1967 fue una cat¨¢strofe para los palestinos y un triunfo hist¨®rico para los israel¨ªes. Cuarenta a?os despu¨¦s, la herida sangra a¨²n. Para unos y otros la paz es una utop¨ªa
En junio de 1967 cambi¨® radicalmente el panorama de Oriente Pr¨®ximo y las vidas de los palestinos Atef y Ziad. Tambi¨¦n las de los jud¨ªos Yisrael y Moshe. Todos recuerdan ahora la guerra de los Seis D¨ªas. Los primeros, con pesar y frustraci¨®n, sometidos desde entonces a una colonizaci¨®n y ocupaci¨®n militar hoy en su apogeo. Los hebreos, con un regocijo -especialmente en Jerusal¨¦n, al fin y al cabo la madre del cordero-, matizado por la evidencia de que tan sonada victoria militar no hizo sino complicarlo todo.
Las relaciones entre ambos pueblos, cada vez m¨¢s proclives al extremismo, se han envenenado. La represi¨®n israel¨ª ha sido feroz; la violencia de las milicias palestinas, especialmente la de Ham¨¢s, ha crecido tras cada fracaso en los procesos de paz. Y por si algo faltara, el conflicto pol¨ªtico y territorial se ha impregnado desde 1967 de penetrantes aromas religiosos. La brecha es m¨¢s profunda que nunca.
Moshe Amir¨¢n, jud¨ªo: "Cuando escuch¨¦ que Jerusal¨¦n era liberada, me escap¨¦ del hospital"
Atef Sharaha, palestino: "Cuando vi llorar a mi padre, entend¨ª que algo muy grave pasar¨ªa"
Todo ha ido a peor desde 1967 para los millones de palestinos en Cisjordania y Gaza
A la casa de Atef Sharaha en el campo de refugiados palestino de Shuafat se accede por un pasadizo angosto que nace de una calle sin asfaltar. Hace ocho a?os que no tiene permiso para visitar Jerusal¨¦n, a s¨®lo cuatro kil¨®metros. El 5 de junio de 1967, ten¨ªa 10 a?os. Su familia, expulsada en la guerra de 1948 -la Nakba, el desastre, para los palestinos; la Independencia, para los israel¨ªes- de un pueblo al sur de Hebr¨®n recal¨® en busca de trabajo en el barrio de los Magreb¨ªes, junto al Muro de las Lamentaciones. "Fueron d¨ªas terribles", recuerda junto a su madre, Amine, varios de sus 10 hijos y 14 nietos.
El 7 de junio de 1967 deambulaba aturdido por la emoci¨®n el israel¨ª Moshe Amirav. "Ca¨ª herido en la batalla del Museo Rockefeller, a escasos metros de las murallas, pero cuando escuch¨¦ que Jerusal¨¦n hab¨ªa sido liberada, me escap¨¦ del hospital". El 10 de junio, un euf¨®rico Israel se hab¨ªa adue?ado del Gol¨¢n sirio, Cisjordania, Gaza, y la pen¨ªnsula del Sina¨ª. Fue su gran victoria: triplic¨® el territorio bajo su dominio. Fue tambi¨¦n el arranque de la colonizaci¨®n -m¨¢s de 200 asentamientos, casi medio mill¨®n de personas viven 40 a?os despu¨¦s en Cisjordania (Judea y Samaria, para los jud¨ªos)-, que ha convertido aquel triunfo en una victoria p¨ªrrica. El pesar se adue?¨® de los palestinos y una alegr¨ªa indescriptible embarg¨® a los jud¨ªos, que llevaban 19 a?os sin poder rezar en el Muro.
"La primera noche la pasamos al aire libre. Cuando volv¨ª a mi casa, las excavadoras la derribaban. No era consciente de nada. Cuando vi a mi padre llorando, entend¨ª que algo muy grave pasar¨ªa". Atef se convert¨ªa as¨ª en refugiado de padres refugiados. A comienzos de 1968, se establecieron en Shuafat. Sin nada. "Los soldados israel¨ªes no nos dejaron recuperar documentos ni los ahorros. Nos expulsaron. Nada m¨¢s", agrega Amine. Atef s¨®lo guarda con mimo la abaya (t¨²nica) azul marino que vest¨ªa su padre.
Todo ha ido a peor desde entonces para los cuatro millones de palestinos de Cisjordania y Gaza. Gran parte de los que partieron, cuatro millones de la di¨¢spora, se pudren en campos de refugiados. Tras a?os de convivencia y de empleos en Israel para decenas de miles de obreros de Cisjordania y Gaza, los avatares guerreros torcieron el rumbo. En octubre de 1973, en la festividad jud¨ªa de Yom Kippur, Egipto y Siria atacaron por sorpresa. Israel se vio en serios apuros y su aura de invencible pas¨® a mejor vida. "Pens¨¦ que ganar¨ªamos y so?¨¦ que podr¨ªa volver al lugar donde nac¨ª", recuerda sonriendo Atef. Pero ese anhelo se antoja imposible. En el Estado sionista casi nadie est¨¢ dispuesto a devolver los territorios conquistados en 1967 tal como orden¨® en noviembre de ese a?o el Consejo de Seguridad de la ONU en su resoluci¨®n 242. Los radicales abundan. Como los fundamentalistas de Ham¨¢s -Israel no tiene derecho a existir como Estado, preconizan-, en Israel son legi¨®n quienes apuestan por no ceder un cent¨ªmetro de tierra. Y menos en Jerusal¨¦n.
Yisrael Medad, al frente de una organizaci¨®n que defiende los derechos de los jud¨ªos sobre el Monte del Templo (Explanada de las Mezquitas), es categ¨®rico. Cuenta que cada s¨¢bado por la noche, cuando era ni?o, antes de la conquista de Cisjordania, acud¨ªa al monte Si¨®n, en Jerusal¨¦n Oeste, para gritar: "?Volveremos!". "La ciudad, desde el punto de vista pol¨ªtico, cultural, econ¨®mico y religioso es vital para los jud¨ªos como no lo es para nadie", dice. "Judea y Samaria permanecer¨¢n bajo soberan¨ªa israel¨ª. La f¨®rmula de los dos Estados se intent¨® y no funcion¨®. Es sencillo. Hay problemas sin soluci¨®n y es necesario convivir con ellos".
Nunca dejaron los Sharaha de pensar en el retorno a Jerusal¨¦n. Pero las guerras -L¨ªbano, 1982- se solapaban con la larga marcha de Yasir Arafat para persuadir a la OLP de la necesidad de reconocer la legitimidad del Estado jud¨ªo. A finales de 1988 lo logr¨®. Para entonces, la primera Intifada hab¨ªa explotado. "No tengo dentadura y llevo metralla en las mand¨ªbulas", explica Atef. Como tantos hombres, lanz¨® piedras a los soldados hebreos. Es de los convencidos de que negociando, los palestinos nunca conseguir¨¢n nada.
El abortado proceso de paz de Oslo (1993) fue otro rev¨¦s. Los Gobiernos laboristas y del Likud siempre exigieron el cese de la violencia para cualquier concesi¨®n, mientras segu¨ªa la expansi¨®n de colonias en Cisjordania. Entonces, Ariel Sharon pase¨® por la Explanada de las Mezquitas. Una afrenta para los musulmanes. Era septiembre de 2000 y la segunda Intifada, armada de terroristas suicidas, estall¨® con virulencia desconocida. Las represalias hebreas, a veces atroces, se han cobrado v¨ªctimas a raz¨®n de diez palestinos por cada israel¨ª. La poblaci¨®n palestina conoce desde hace un lustro el duro rostro de la ocupaci¨®n. El golpe al entendimiento ha sido mortal.
A la salida de Shuafat, se pasa un control militar israel¨ª. Id¨¦ntico panorama al de todos los pueblos y ciudades cisjordanas. M¨¢s de 500 puestos militares y bloques de cemento impiden la circulaci¨®n. Horas perdidas cada d¨ªa para ir a la universidad, al hospital o a visitar a parientes a pocos kil¨®metros. Y a ello se suma el muro de hormig¨®n y barreras met¨¢licas que comenzaron a alzarse en 2002. "Razones de seguridad", argumentan los dirigentes israel¨ªes, aunque varios no han ocultado que el cemento marca las ansiadas fronteras del Estado jud¨ªo: los tres grandes bloques de colonias -Ariel, Maale Adumim y Etzi¨®n- quedar¨ªan en territorio israel¨ª.
Ziad Abu Zayyad, que desde los a?os setenta del pasado siglo aboga por el reconocimiento del Estado jud¨ªo, fue ministro en el Gobierno de Arafat. Nada tiene de extremista "El muro se ha hecho para dividir las familias palestinas, no para separar a los ¨¢rabes de los jud¨ªos. Antes necesitaba unos minutos para llegar a Jerusal¨¦n desde Azariya, ahora necesito dos horas. A mi hija no pude acompa?arla cuando dio a luz. El argumento de la seguridad se emplea para humillarnos". "Exigen infinidad de requisitos para renovar los documentos de residencia o los cancelan. Israel ha adoptado una pol¨ªtica de minimizar la poblaci¨®n ¨¢rabe tanto como sea posible. No se nos permite construir; no se registra a los ni?os... Es una limpieza ¨¦tnica", se indigna Zayyad.
Cunde el pesimismo. Diplom¨¢ticos occidentales viajan a Jerusal¨¦n con frecuencia, pero palestinos e israel¨ªes opinan que un proceso de paz que culmine en un acuerdo satisfactorio es una utop¨ªa. Viven separados por barreras visibles e invisibles. Muchos israel¨ªes, sobre todo en Tel Aviv y la costa, poco quieren saber de los excesos de la ocupaci¨®n. Tal vez por ello los atentados suicidas se concentran en esa regi¨®n. Como si fuera un recordatorio. Al igual que Medad y los influyentes partidos religiosos israel¨ªes, tambi¨¦n Ham¨¢s, cada d¨ªa m¨¢s fuerte, reitera que recuperar¨¢ la Palestina hist¨®rica. Casi nadie busca el compromiso.
Amirav, ex asesor del primer ministro Ehud Barak en las negociaciones con Arafat, en septiembre de 2000, no arroja la toalla. Es partidario de otorgar a los santos lugares jud¨ªos, musulmanes y cristianos un estatuto especial. S¨®lo ve malos augurios. Sabedor de que la guerra que se libra es demogr¨¢fica, Amirav apunta: "La idea de Golda Meir de anexionar la ciudad vieja, Jerusal¨¦n Este y 28 pueblos palestinos en una extensi¨®n de 70 kil¨®metros cuadrados, a principios de los setenta, fue est¨²pida. Despu¨¦s de intentarlo todo, y de que todo haya fallado, deber¨ªamos repensar Jerusal¨¦n. De lo contrario, se avecina un desastre econ¨®mico. Hoy son el 34%, pero en 10 a?os habr¨¢ tantos palestinos como jud¨ªos. Nunca m¨¢s ser¨¢ una ciudad sionista. De hecho, ya es una ciudad ortodoxa y pobre. La gente como yo nos marcharemos".
El d¨ªa de la gloria para Day¨¢n
A las 10.00 horas del 7 de junio de 1967, el ministro de Defensa israel¨ª, Moshe Day¨¢n, declaraba ante el Muro de las Lamentaciones: "El Ej¨¦rcito ha liberado Jerusal¨¦n esta ma?ana. Hemos reunificado la capital dividida de Israel. Hemos retornado a nuestros santos lugares para no irnos de ellos nunca jam¨¢s". No fue la eterna lucha por la Ciudad Santa, sin embargo, la espoleta que desencaden¨® la guerra de los Seis D¨ªas.Israel provocaba a Siria con operaciones en zonas desmilitarizadas y las escaramuzas se suced¨ªan en las inmediaciones del Gol¨¢n cuando el presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser, que hab¨ªa firmado un acuerdo de defensa con Siria, decretaba orgulloso el bloqueo a los buques israel¨ªes en el mar Rojo y desplegaba sus tanques en el Sina¨ª.En las primeras horas del 5 junio, la aviaci¨®n israel¨ª atac¨® y destroz¨® las bases a¨¦reas egipcias. Respondieron los aliados sirios, jordanos e iraqu¨ªes con desigual contundencia y af¨¢n. La derrota en toda regla de los pa¨ªses ¨¢rabes supuso el golpe definitivo al sue?o nasserista del panarabismo.Los acontecimientos se sucedieron a velocidad de v¨¦rtigo con Day¨¢n en el papel de maestro de ceremonias. Incluso tom¨® decisiones cruciales sin consultar al primer ministro, Levi Eshkol. Los generales j¨®venes se rebelaron contra la veterana clase pol¨ªtica fundadora del Estado. Una vez conquistada la ciudad vieja de Jerusal¨¦n, el rey Husein de Jordania orden¨® la retirada completa de sus militares de Cisjordania. Y fue entonces cuando Day¨¢n decidi¨® la ocupaci¨®n. Sin planes previos. A la brava. La noche en que Cisjordania cay¨® en manos israel¨ªes, el jefe del Estado Mayor, Isaac Rabin, plante¨® la pregunta crucial a Day¨¢n. "?C¨®mo controlaremos a un mill¨®n de ¨¢rabes?"Seg¨²n los historiadores m¨¢s prestigiosos, Day¨¢n tambi¨¦n lanz¨® al Ej¨¦rcito a la guerra contra Siria de manera improvisada, sin compartir la decisi¨®n con sus superiores. Tras el Sina¨ª y los territorios palestinos, Israel captur¨® el Gol¨¢n. S¨®lo 12 a?os m¨¢s tarde, con la guerra de Yom Kipur (1973) de por medio, firmaba el presidente egipcio, Anuar el Sadat, la paz con Israel. En 1994, hac¨ªa lo propio el rey Husein. En 2005, Israel evacuaba a los colonos de Gaza sin negociar con la Autoridad Palestina. Quedan los huesos duros de roer: Cisjordania y el Gol¨¢n.
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