Jos¨¦ Mart¨ªn Recuerda, dramaturgo
El escritor granadino falleci¨® ayer a los 84 a?os
Apasionado ser¨ªa la palabra, la primera palabra. Generoso, tal vez la segunda. Exuberante la tercera. Y as¨ª tratar¨ªa de dibujarlo, ahora que su futuro es desdibujarse, oculto tras la obra que lo perpetuar¨¢. Conoc¨ª a Pepillo hace cincuenta a?os, gritando en un ensayo del TEU de Granada, y as¨ª, viviendo en plena representaci¨®n, lo frecuent¨¦ en Salamanca; menos en Madrid, o en los saraos que organiza el oficio. Y siempre, hablara donde hablara, con quien hablara o de lo que hablara, iba con el teatro por delante, viviendo su propia representaci¨®n o representando su propia vida con una pasi¨®n que lo devoraba, que lo suplantaba.
No siempre se le hizo justicia, y aunque alcanz¨® ¨¦xitos incuestionables, su teatro no estuvo representado como debiera en los escenarios espa?oles, que incompresiblemente se le regatearon, cuando su escritura ten¨ªa y tiene la contundencia de quien no escatima ni verdad ni oficio. Entre los t¨ªtulos de su extensa obra tal vez sean Las salvajes en Puente San Gil, que dirigi¨® Luis Escobar en el Eslava (1963), y Las arrecog¨ªas del beaterio de Santa Mar¨ªa Egipc¨ªaca, que interpret¨® Concha Velasco dirigida por Marsillach (1977), los montajes de mayor repercusi¨®n.
Su teatro, como ¨¦l, no encontr¨® lugar en la sociedad bienpensante de lo pol¨ªticamente correcto y pag¨® el precio de quien no se pliega a la conveniencia. Su realismo ib¨¦rico fue y es una afrenta para el teatro del dise?o que nos vemos obligados a soportar, como tampoco encaj¨® en su d¨ªa con la comedia burguesa que la dictadura propici¨®.
Vivi¨® gritando en una sociedad amordazada primero, y en una sociedad acomodaticia despu¨¦s. Y los que le quer¨ªamos y le queremos, haremos lo que est¨¦ en nuestra mano porque ese grito tenga un lugar en nuestros escenarios, por inc¨®modo que pueda resultar.
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