Padres maltratados por sus hijos
Es de suponer que la mayor parte de nuestros j¨®venes, si a ellos llegare la noticia de que alguno de sus padres o ambos han sido objeto de malos tratos, no s¨®lo reaccionar¨ªan con indignaci¨®n sino que tendr¨ªan la tentaci¨®n de hacerlo violentamente contra los autores del ultraje, siendo su buena educaci¨®n, lo que en todos los j¨®venes por desgracia no se da, la que impedir¨ªa caer en la misma, confiando en todo caso en los jueces que a buen recaudo pondr¨¢n a los autores si estos son conocidos, lo que igualmente por desgracia no siempre ello acontece.
M¨¢s me lleva a escribir estas l¨ªneas, esperando as¨ª contribuir a transmitir al lector el mensaje que pretendo, no el hecho de existir j¨®venes entristecidos por las agresiones cometidas contra sus padres, sino que existan j¨®venes maltratadotes de sus entristecidos procreadores.
Es el caso que, seg¨²n las estad¨ªsticas revelan, el maltrato de hijos a padres est¨¢ creciendo de forma alarmante, seg¨²n se desprende de los datos ofrecidos en una reuni¨®n de expertos que ha tenido lugar en el rectorado de la universidad de la capital de la Costa del Sol y que han analizado en profundidad la reforma ¨²ltima de la ley de responsabilidad penal del menor.
La subida de este tipo de delitos es general en toda Espa?a, sobre todo en las grandes capitales, lo que igualmente sucede en Andaluc¨ªa. En M¨¢laga, por ejemplo, ciudad en la que existen tres juzgados de menores, en cada uno de ellos se han conocido cien casos de esta naturaleza durante el pasado a?o. Es decir, trescientos, cuyo n¨²mero es en verdad preocupante. La reforma que mencion¨¢bamos de la ley que regula la materia, tiene ardientes defensores ante el aumento de los delitos que los menores llevan a cabo, causando alarma entre determinados sectores, aplaudiendo el endurecimiento de las medidas que se les puede aplicar, frente a quienes sostienen que esa reforma no ha obedecido sino a las presiones de esos sectores y que no contribuir¨¢ la misma a recuperar al menor para la sociedad.
No ser¨¦ yo quien dogmatice sobre la cuesti¨®n, eterna siempre, ni si a estas alturas se debe afirmar si la reforma ser¨¢ o no positiva. Es lo, a mi juicio adecuado, si se tiene en cuenta que lleva s¨®lo unos meses en vigor. Ha de concederse pues un tiempo prudencial para que, transcurrido el mismo, podamos afirmar tras su aplicaci¨®n flexible por los jueces, si la misma contribuye positivamente al tratamiento del menor. Si los derechos de las v¨ªctimas merecen siempre la mayor protecci¨®n, no ha de olvidarse que el objetivo fundamental de una ley del menor, conforme a las normas internacionales por la que esta materia se rige, siempre ha de estar presidido por el inter¨¦s del menor y su car¨¢cter reeducador. Si esto ¨²ltimo no tuviere lugar, me alinear¨¦ entonces con los que pidan otra reforma para velar por ese sagrado principio. Mientras tanto dejemos que los jueces cumplan con la funci¨®n que tienen encomendada.
Pero dejando a un lado la problem¨¢tica general y centr¨¢ndonos en los padres maltratados por sus hijos, partiendo de los datos malague?os, hemos de preocuparnos por las causas que pueden motivar tan penosa actitud. En primer lugar, frente a los que con criterios clasistas achacan este tipo de conductas a quienes proceden del mundo de la marginaci¨®n, se nos dice que tambi¨¦n en M¨¢laga cometen estos delitos los menores de las clases m¨¢s privilegiadas que, al parecer, tambi¨¦n saben maltratar a sus padres. Y es que, estos delitos, como cualesquiera otros, no s¨®lo son un problema familiar y pol¨ªtico, sino tambi¨¦n social. Es de todos y no ¨²nicamente de los afectados.
Una de las medidas -hay otras, por supuesto- que se podr¨¢ aplicar a esos menores es la de alejamiento. No s¨¦ por ahora, repito, si ser¨¢ positiva, pero no deja de ser triste que haya de aplicarse para separarlos de sus progenitores. Lejos de mi ¨¢nimo est¨¢ el defender posturas demag¨®gicas. Al menor que comete un delito ha de aplic¨¢rsele la ley, pero siempre con gran flexibilidad y pensando siempre en su inter¨¦s.
Para prevenir, la educaci¨®n es fundamental. Primero en la casa del menor. Los padres han de saber qu¨¦ vida llevan sus hijos, qu¨¦ amistades tienen, qu¨¦ conductas observan en ellos y han de saber, llegado el caso, corregirlos a tiempo. Han de estar en relaci¨®n continua con los maestros y con los servicios sociales que han de fomentarse por los poderes p¨²blicos. Ese di¨¢logo brilla en ocasiones por su ausencia. En no pocos casos, qui¨¦n sabe, habr¨¢n maltratado antes que a sus padres a ancianos en la calle, a indigentes, a inmigrantes, a todo el que les moleste.
De otro lado, muchas pel¨ªculas que pueden presenciarse en salas cinematogr¨¢ficas o en televisi¨®n, no son sino una continua apolog¨ªa de la violencia y, de otro lado, sobran en nuestra sociedad, malos modos, malas formas, mala educaci¨®n en definitiva, incluidos algunos pol¨ªticos que debieran siempre dar ejemplo en sus comportamientos.
Muchas, muchas cosas fallan a la hora de recibir su educaci¨®n nuestros ni?os y j¨®venes. Unas veces fallan los propios padres, otras algunos maestros, otras algunos pol¨ªticos, otras algunos medios de comunicaci¨®n, que como norte tienen el insulto, el improperio y los malos modos. Mientras tanto veamos con preocupaci¨®n la conducta de estos j¨®venes, sean malague?os o de otro lugar de Andaluc¨ªa o de Espa?a. Triste, muy triste todo esto, al comprobar que tales conductas, as¨ª como los malos ejemplos, van in crescendo. S¨ª, muy triste.
Juan Jos¨¦ Mart¨ªnez Zato fue vocal del CGPJ y teniente fiscal del Tribunal Supremo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.