Cultura cient¨ªfica y cohesi¨®n social
La evoluci¨®n y transformaci¨®n de nuestra sociedad es un proceso ineluctable. La actividad productiva tradicional basada en el desarrollo industrial deja paulatinamente paso a una sociedad que basa la mayor parte de la generaci¨®n de su riqueza en la eclosi¨®n de las ideas y oportunidades que emergen de la econom¨ªa del conocimiento. Una ciudad como Barcelona, que fundament¨® su poder econ¨®mico en las f¨¢bricas surgidas de la revoluci¨®n industrial, lucha por consolidar un nuevo modelo econ¨®mico y social que le permita seguir siendo una ciudad de referencia y sobre todo un entorno social en el que poder desarrollar las capacidades de su ciudadan¨ªa, tanto de la aut¨®ctona como de la venida de cualquier parte del mundo.
Barcelona debe seguir basando su bienestar y cohesi¨®n social en la mezcla de actividades
En este contexto de cambio, la ciudad corre un serio riesgo. La tradicional mezcla de actividades en la que siempre ha basado su progreso puede peligrar ante una determinada tendencia que la dirige hacia una especializaci¨®n que puede llegar a comprometer su futuro. Residencia, comercio, ocio, cultura y turismo han sido los habituales complementos de la fuerte actividad productiva de car¨¢cter industrial. Si ¨¦sta ¨²ltima no se sustituye correctamente por las nuevas actividades ligadas a la industria del conocimiento, la ciudad puede llegar a quedar coja de uno de sus principales motores de desarrollo. Para resumirlo de una forma metaf¨®rica: ?queremos ser Florida o California?
En efecto, el dilema actual de Barcelona -y, en general, de Catalu?a- es saber si estamos construyendo el Miami o el San Francisco del sur de Europa. Nuestro ¨¦xito a corto y medio plazo como ciudad de ocio y turismo, por una parte, y de comercio y de residencia, por otra, nos puede hacer pensar que es suficiente con apostar por nuestra capacidad de atracci¨®n de gentes de cualquier parte del mundo. Sin embargo, esta tendencia puede llegar a comprometer nuestro equilibrio econ¨®mico e incluso puede expulsar a buena parte de nuestra amplia y esencial clase media.
Un segmento de nuestra poblaci¨®n que no puede competir, por una parte, con el poder adquisitivo de los turistas y jubilados europeos que nos visitan o se instalan -y que por tanto encarecen el comercio, la vivienda y, en general, la vida cotidiana-, y que tampoco est¨¢ dispuesto a competir a la baja con los inmigrantes que vienen a intentar sobrevivir asumiendo trabajos de bajo coste del sector de servicios y con poco valor a?adido. Nuestra especializaci¨®n en este modelo ser¨ªa una apuesta sin futuro, sobre todo si adem¨¢s tenemos en cuenta su volatilidad en funci¨®n de nuevas modas y nuevas ofertas con las que, con toda seguridad, no podremos competir.
Sin duda, sin desde?ar este sector actualmente tan floreciente para algunos, pero que siempre deber¨ªa ser s¨®lo complementario, hemos de insistir en trabajar por la creaci¨®n de un ecosistema social y econ¨®mico que permita sustituir la tradicional pero obsoleta industria -en proceso de deslocalizaci¨®n por razones ecol¨®gicas y econ¨®micas- por las actividades de medio y alto valor a?adido que conllevan los sectores de la industria cultural, de la informaci¨®n y del conocimiento. Es en esta coyuntura y contexto que nos jugamos mucho si no ponemos los acentos en el desarrollo de un entorno educativo, cient¨ªfico y tecnol¨®gico que nos lleve a ser capaces de construir una sociedad creativa, innovadora y capaz de protagonizar el importante cambio social y econ¨®mico que se est¨¢ produciendo. Para ello no s¨®lo son necesarias las correspondientes infraestructuras urbanas -universidades, centros de investigaci¨®n, redes inform¨¢ticas, eficaz transporte local e internacional...- sino que la ciudadan¨ªa, incluida la que viene en busca de su El Dorado de supervivencia, ha de entender el proceso que est¨¢ en curso y asimilar y protagonizar los cambios que nos est¨¢n llevando hacia la sociedad del conocimiento. El comisario europeo de Ciencia e Investigaci¨®n, Janez Potocnik, lo ha resaltado recientemente: "Las ciudades han de encontrar los caminos para que sus habitantes puedan acceder a la informaci¨®n cient¨ªfica y deben tener como una actividad prioritaria la promoci¨®n del conocimiento".
Est¨¢ claro que la reacci¨®n en cadena de la sociedad del conocimiento basada en la ecuaci¨®n investigaci¨®n + desarrollo + innovaci¨®n (I+D+i) necesita ser acompa?ada del catalizador de la cultura cient¨ªfica para que todos, aut¨®ctonos y for¨¢neos, podamos entender y participar en el proceso de cambio y aprovechar las oportunidades sociales y econ¨®micas que est¨¢n surgiendo en este proceso. En este contexto, est¨¢ claro que cultura cient¨ªfica se convierte en sin¨®nimo de cohesi¨®n social. ?ste es el profundo sentido de haber incorporado el programa Barcelona Ciencia como una de las 10 l¨ªneas esenciales del Plan Estrat¨¦gico del Sector Cultural de Barcelona.
Barcelona debe seguir basando su bienestar y cohesi¨®n social en la mezcla de actividades, y debe apostar por una s¨ªntesis entre Miami y San Francisco, entre Florida y California, con el a?adido de poder hacerlo en un caldo de cultivo geogr¨¢fico e hist¨®rico excepcional: el creativo mundo mediterr¨¢neo.
Vladimir de Semir es Comisionado de Barcelona Ciencia
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