Se ajuntan
Lo dec¨ªamos de ni?os: Fulanito y Menganita se ajuntan. "Sajuntan". El verbo ajuntarse era toda una promesa de felicidad; en cambio, cuando el amigo no te ajuntaba pasabas la tarde en casa, excluido y rencoroso. Rajoy y Zapatero se ajuntan. Al menos ha habido una primera escenificaci¨®n: uno ha ido a casa del otro y se han dado la mano. Darse la mano, aunque sea con reservas, es ajuntarse. Tender la mano no es f¨¢cil, hay que comerse el orgullo. Los ni?os dec¨ªamos, vale, te ajunto, pero... El pero es como un escudo. El pero es una advertencia: pero no te conf¨ªes. El pero es tambi¨¦n la palabra que se le concede a los hooligans, a los ac¨¦rrimos, a los que est¨¢n deseando que los ajuntados se vuelvan a desajuntar para decir, "?Lo veis? Era imposible". Probablemente a los que m¨¢s temen los reci¨¦n ajuntados es a sus ac¨¦rrimos, entre otras cosas, porque los han estado calentando durante todo el periodo de enemistad para sentirse respaldados y ahora es imposible calmarles. Es dif¨ªcil que el ac¨¦rrimo deje de afirmar esa cantinela de todos los d¨ªas que da sentido a su vida, como que el presidente es amigo de los terroristas, que ya les hab¨ªa firmado la entrega de Navarra y hasta el refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n; es dif¨ªcil tambi¨¦n que otros ac¨¦rrimos puedan contenerse de hacer afirmaciones como que los pol¨ªticos del PP est¨¢n anhelando un atentado porque eso les acercar¨ªa al poder o que el mejor aliado de ETA es el PP y viceversa, y a¨²n m¨¢s dif¨ªcil parece que los ac¨¦rrimos del presidente (que son siempre sus peores enemigos) entiendan que la lealtad al jefe no significa el desprecio a cualquier tipo de cr¨ªtica. Pero el ac¨¦rrimo, ese ser que tanto bien nos hace cuando estamos en plena pelea, nos amarga la vida cuando queremos dar un primer paso hacia la normalidad. La normalidad, en estos anormales momentos en que hay tanta gente enfadada y dolida, tantas amistades rotas que ya no podr¨¢n recuperarse, est¨¢ en ese gesto de tender la mano que nunca debi¨® perderse. Los dos que la tienden no se atreven casi a sonre¨ªr. Les vigilan los ac¨¦rrimos y eso pesa como una losa a la hora de volver a ajuntarse.
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