El caso de la escritora condenada por vender una ficci¨®n
Laura Albert se invent¨® una vida desgarrada, busc¨® un seud¨®nimo (J. T. Leroy) y escribi¨® una volc¨¢nica autobiograf¨ªa (Sarah). Tras destaparse el fraude, la industria la persigue judicialmente
El pulso entre la realidad y la ficci¨®n tom¨® el estrado esta semana en Nueva York. En el banquillo se sentaba Laura Albert, la escritora que durante a?os se escondi¨® bajo la firma de J.T. Leroy, un nombre que se convirti¨® en Estados Unidos en escritor de culto tras la publicaci¨®n en 1999 de su primera y celebrada novela, Sarah. La obra era una historia de ficci¨®n sobre abusos a un menor supuestamente inspirada en la vida del propio Leroy, quien dec¨ªa ser hijo de una prostituta y que a su vez acab¨® siendo chapero, con adicciones varias y una vida miserable de la que pudo redimirse gracias precisamente a la literatura.
La productora de cine Antidote International Films compr¨® los derechos para llevar Sarah al cine, pero a finales de 2005 se descubr¨ªa que J.T. Leroy, cuya supuesta timidez le hac¨ªa esconderse detr¨¢s de unas gafas y una peluca y conceder sus entrevistas por tel¨¦fono o e-mail, en realidad nunca existi¨®. Quien se paseaba con aire andr¨®gino posando siempre silencioso entre famosos como Winona Ryder, Courtney Love o Marilyn Manson era, en realidad, Savannah Knoop, hermanastra del hoy ex compa?ero de Laura Albert. Y el pasado escabroso de J.T. Leroy y los tres libros publicados bajo su nombre (Sarah, El coraz¨®n es mentiroso y El final de Harold, los tres editados tambi¨¦n en Espa?a) eran, simplemente, ficciones literarias nacidas en la imaginaci¨®n de Albert, de 41 a?os. El pasado viernes, esta escritora fue condenada por un tribunal federal de Nueva York a pagar a la productora 116.500 d¨®lares por fraude, da?os y perjuicios. Con la sentencia se a?ad¨ªa un nuevo cap¨ªtulo a la biograf¨ªa de ese ser imaginario que ella utiliz¨® como ¨¢lter ego y que consigui¨® enga?ar a la pr¨¢ctica totalidad del establishment literario y period¨ªstico estadounidense durante casi una d¨¦cada.
J. T. Leroy era mi bombona de ox¨ªgeno. Si me lo quitan, me muero", dijo Laura Albert
Paul Auster: "No creo que haya traicionado a sus lectores. Escrib¨ªa ficci¨®n, as¨ª que no enga?¨® a nadie"
"J.T. Leroy era mi bombona de ox¨ªgeno. Si me lo quitan, me muero". ?sta fue una de las dram¨¢ticas declaraciones que hizo Albert durante un juicio breve pero intenso en el que tambi¨¦n qued¨® claro que esta escritora, nacida en Brooklyn y madre de un hijo tiene un pasado tan terrible y una mente tan fr¨¢gil como los que construy¨® para su otro yo.
Sufri¨® abusos sexuales desde los tres a?os, su madre la intern¨® en un manicomio con 14, algo que su progenitora corrobor¨® con remordimientos y entre l¨¢grimas frente al juez. Vivi¨® entre punkies adictos a la hero¨ªna en Nueva York y practic¨® m¨²ltiples acentos como operadora de l¨ªneas calientes en San Francisco.
Incapaz de comunicarse con el mundo exterior siendo Laura, empez¨® a llamar a l¨ªneas de ayuda psicol¨®gica adoptando m¨²ltiples personalidades. Ah¨ª naci¨® Jeremiah, quien despu¨¦s acabar¨ªa convirti¨¦ndose en J.T. Leroy, a quien construy¨® un dram¨¢tico pasado que inclu¨ªa sexo, sida y hero¨ªna, ingredientes con morbo suficiente para aumentar su ¨¦xito literario. Ya como J.T., entabl¨® amistad telef¨®nica con decenas de escritores. A todos les dijo que un psiquiatra le hab¨ªa recomendado expurgar sus demonios escribiendo. Todos le apoyaron y le ayudaron a abrirse camino en la industria editorial.
Un a?o despu¨¦s de publicar Sarah, cuya tem¨¢tica transgresora la convirti¨® en un ¨¦xito instant¨¢neo, J.T. Leroy, siempre huidizo, empez¨® a hacer sus primeras apariciones p¨²blicas. Ira Silverberg, su editor entre 2000 y 2006, explic¨® a EL PA?S c¨®mo fue su relaci¨®n. "Me reun¨ª con J.T. Leroy, interpretado sin que yo lo supiera por Savannah Knoop, en varias ocasiones. Siempre le acompa?aba Laura Albert, pero entonces todos cre¨ªamos que era Speedie, la persona que supuestamente le hab¨ªa ayudado a salir de las calles. La mayor parte de la relaci¨®n fue por tel¨¦fono y por e-mail, pero en persona el acento de Knoop tambi¨¦n coincid¨ªa con el de la voz al otro lado del hilo as¨ª que siempre les cre¨ª".
Para ¨¦l lo m¨¢s grave es que Albert jugara la carta del sida. "Muchos de nosotros cre¨ªmos estar ayudando a un joven del que hab¨ªan abusado de ni?o, que se hab¨ªa prostituido, que ten¨ªa sida y que estaba superando una experiencia de violencia a trav¨¦s del arte. Hay varios niveles de fraude pero ¨¦ste es reprensible moralmente. Creo que jugar la carta del sida para llamar la atenci¨®n es inaceptable. Quiz¨¢s para los lectores d¨¦ igual pero no para la comunidad literaria", afirma.
Tras descubrirse el fraude, abandon¨® a su cliente. Otros, como la actriz y directora Asia Argento, que en 2004 adapt¨® al cine un libro de Leroy cuyo t¨ªtulo hoy suena parad¨®jico, El coraz¨®n es mentiroso, parece que siempre supieron la verdad, pero decidieron seguirle el juego.
El juicio ha sido una puerta fascinante hacia el eterno enfrentamiento entre arte y comercio, una mirada hacia los l¨ªmites necesarios o posibles que unen a un escritor con su obra y, adem¨¢s, ha permitido saber algo m¨¢s sobre esta misteriosa autora a la que escritores como Paul Auster consideran libre de culpa. "A m¨ª toda la historia me parece fascinante, muy literaria. Aunque me faltan detalles, no creo que haya traicionado a sus lectores. Ella escrib¨ªa ficci¨®n as¨ª que, en ese sentido, no enga?¨® a nadie", declar¨® el escritor a este diario.
Sin duda, la realidad que ocultaba su ficci¨®n es carne de novela. Savannah Knoop ya est¨¢ escribiendo un libro sobre su experiencia como personificaci¨®n de J.T. Leroy y hasta el director que iba a dirigir Sarah quiere ahora escribir un gui¨®n mezclando la novela con la historia real del fraude. J. T. Leroy se resiste a morir."
Babelia
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