Catalanizando a Woody
Ahora que tenemos a Woody Allen trabajando en Barcelona me pregunto una vez m¨¢s qu¨¦ les dan su obra y su figura a los catalanes para que seamos la ciudad donde con mayor aforo y durante m¨¢s tiempo se aplauden sus pel¨ªculas. ?Ser¨¢ el geniecillo de Brooklyn un catal¨¢n en esp¨ªritu, igual que en Tokio creen que Gaud¨ª es japon¨¦s? Thomas Mann defini¨® Barcelona en La monta?a m¨¢gica como una s¨ªntesis de tradici¨®n arraigada y de modernidad progresista. Tambi¨¦n el cine de Allen a¨²na el legado de sus cl¨¢sicos con el experimento surrealista y libertario, y escribe el relato de nuestro tiempo posmoderno, tr¨¢gico y desorientado, a partir de los mitos perennes de la cultura euroamericana. Casi siempre con una iron¨ªa rebelde que desacraliza los t¨®picos alienadores mientras se autoburla compasivo del ciudadano alienado y neur¨®tico.
Pues bien, Ferrater Mora vio en la tradici¨®n y la iron¨ªa dos de las formas de vida catalana que expresan nuestra tensi¨®n entre el idealismo m¨¢s ingenuo y la aceptaci¨®n realista de situaciones hist¨®ricas frustrantes. Woody encarna ese tipo corriente, sensible, frustrado y antih¨¦roe que recuerda al catal¨¢n emprenyat pero, en todo caso, bon vivant. Nuestra torpeza colectiva, con sus errores y despistes, y la cr¨ªtica moralizante ineficaz como coartada evocan actitudes y conductas de los personajes de Allen. Mas su iron¨ªa es tierna, cervantina, y por sensata muy catalana, pues conduce al realismo. ?No fue en la playa de Barcelona donde Don Quijote culmin¨® su aventura idealista para, en su fracaso, recuperar la raz¨®n?
El barcelon¨¦s de hoy comparte con la europea Manhattan una forma de vida que combina su inc¨®modo y bullicioso cosmopolitismo con el goce sensual de lo cotidiano. A nuestra gente s¨®lo le preocupa hacer el r¨ªdiculo ante los dem¨¢s. Por eso adora a Woody como admira a sus propios payasos ilustres (alg¨²n prestigioso pol¨ªtico incluido), pues ¨¦stos han sabido vencer ese temor innato. Tambi¨¦n se reconoce en su laboriosidad y oficio, m¨¢s menestral que industrial. Y como ¨¦l, mitificamos nuestra ciudad y aspiramos a universalizarla... Por otro lado, los mensajes de su genio nos afectan en secreto porque, seg¨²n los astr¨®logos, Catalu?a se halla bajo el signo del Escorpi¨®n (sea o no de jade) debido a su capacidad de supervivencia; a su masoquismo victimista; a su preferente inter¨¦s por influir, m¨¢s que de ejercer un poder de direcci¨®n, y, en fin, porque rinde culto a la tr¨ªada interrelacionada de sexo, muerte y dinero, justo los temas obsesivos de Allen. Sus personajes t¨ªpicos van del masoca desconfiado, narcisista, de baja autoestima y dif¨ªcil comunicaci¨®n, al mis¨®gino dependiente de una mujer independiente.
Catalu?a no suele presumir de sus intelectuales, m¨¢s bien los ignora. A Francfort van novelistas y cuentistas, no los pensadores. Nos entusiasman las historias, no el pensamiento si no resulta pr¨¢ctico. Por su parte, Woody se burla del intelectual pedante y no comprometido, del universitario sabihondo y suficiente. Tal vez por eso, tras agradecer emocionado el afecto de la catalan¨ªsima Universidad Pompeu Fabra al nombrarle doctor honoris causa, no pudo reprimir una leve sonrisa cuando el coro enton¨® al final del Gaudeamus igitur aquello de "Vivat academiam, vivant profesores". Aunque pudiera aceptar las razones del premio, expuestas en la inteligente laudatio del profesor Monegal, se mantuvo circunspecto. El clarinete de Oriol Roman¨ª y los aplausos c¨¢lidos del profesorado s¨ª le conmovieron. Allen es, en definitiva, tan rom¨¢ntico sentimental, pudoroso y t¨ªmido, como nosotros. Es la gratitud al afecto catal¨¢n lo que le ha tra¨ªdo aqu¨ª, no el ¨¦xito de taquilla, mero efecto de ese afecto. Su ¨¦xito aqu¨ª proviene en ¨²ltimo t¨¦rmino de su filosof¨ªa vitalista sin pedanter¨ªa intelectual. Entre bromas y veras, en sus historias tragic¨®micas nos incita al carpe diem de un hedonismo muy nuestro y a re¨ªrnos de nosotros mismos, pero siempre con una autocompasi¨®n humana esperanzada. Pese a ser un pesimista hipocrondr¨ªaco, Woody ha sido capaz de decir: "Los poetas tal vez tengan raz¨®n. El amor puede con todo". Su gratitud a Barcelona consiste en dedicarle una pel¨ªcula, su mejor regalo, amoroso.
Para resaltar en Woody Allen su identificaci¨®n entre amor y humor me permitir¨¦, finalmente, una an¨¦cdota personal. Gracias a la amabilidad del rector de la UPF, Joan Josep Moreso, pude hacerle saber a Allen la m¨¢gica coincidencia (muy de su estilo) entre nuestra com¨²n atracci¨®n por la pel¨ªcula Casablanca (¨¦l en cine y yo en libro) y el d¨ªa en que se inicia su acci¨®n imaginaria: 2 de diciembre. En esa fecha, pero en 1935, nacimos ambos casi a la par, aunque la distancia horaria Nueva York-Barcelona le hizo nacer el d¨ªa 1. Sonri¨® ante tan curiosas sincronicidades inexplicables como el entom¨®logo que descubre un bicho ignorado interesante y celebr¨®, divertido y afectuoso, el extra?o parentesco entre un neoyorkino y un barcelon¨¦s. Humanidad y humor: dos palabras de id¨¦ntica ra¨ªz. Cuando un artista como Woody Allen se convierte en el hondo espejo de nuestros sentimientos m¨¢s ¨ªntimos nos hace universales como seres humanos y nos sentimos representados ante el mundo. La Barcelona catalana ser¨¢ ahora, merced a Woody, m¨¢s universal que nunca.
J. A. Gonz¨¢lez Casanova es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona.
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