Inmadurez y da?os colaterales
Hay ocasiones en las que responder a una mala (o discutible) pel¨ªcula con una cr¨ªtica negativa puede dejar cosas relevantes en una injusta zona de sombra: por ejemplo, el hecho de que dicha pel¨ªcula sea sintom¨¢tica, un producto de su tiempo capaz de sintetizar con mayor transparencia (e ingenuidad) que otros discursos contempor¨¢neos las ansiedades y las heridas morales de una generaci¨®n. Es el caso de En un lugar de la memoria, trabajo pionero a la hora de otorgar legitimidad dram¨¢tica al gran trauma colectivo de la generaci¨®n de la inmadurez: el 11-S y sus da?os colaterales en el alma de los supervivientes. La pel¨ªcula de Mike Binder -direc-tor, actor y guionista de carrera entre err¨¢tica y discreta- cumple, a su extra?a y a ratos irritante manera, la funci¨®n que cumpli¨® El regreso (1978), de Hal Ashby, para la generaci¨®n del Vietnam: levantar acta de la instalaci¨®n de un malestar de puertas adentro que, probablemente, ha venido para quedarse.
EN UN LUGAR DE LA MEMORIA
Direcci¨®n: Mike Binder. Int¨¦rpretes: Adam Sandler, Don Cheadle, Saffron Burrows, Liv Tyler. G¨¦nero: Drama. Estados Unidos, 2007. Duraci¨®n: 124 minutos.
En un lugar de la memoria pertenece a ese fastidioso subg¨¦nero empe?ado en demostrarnos que un actor c¨®mico despojado de su gracia es una de las definiciones posibles de actor dram¨¢tico: aqu¨ª, Adam Sandler -en un papel pensado, en un principio, para Tom Cruise- agarra con ¨ªmpetu (quiz¨¢ so?ando en un esquivo Oscar) la patata caliente de encarnar a un dentista que perdi¨® mujer, tres hijas y un caniche en el atentado contra las Torres Gemelas. El caniche no es un detalle caprichoso: Binder se esfuerza en que el extremo dramatismo de su propuesta cuente, siempre, con un contrapunto ligero y el animal inspira una desconcertante l¨ªnea de di¨¢logo al final de un mon¨®logo lacerante. La estrategia est¨¢ tan presente en la construcci¨®n del relato que se convierte en pura mec¨¢nica. El cineasta pretende que riamos despu¨¦s de haber temblado o viceversa, pero parece guiarse antes por las f¨®rmulas de un manual de gui¨®n que por un profundo conocimiento de la policrom¨ªa emocional de la vida.
Ensimismado en interminables partidas del videojuego Shadow of the Colossus -su particular atajo para ejercer de Orfeo sedentario- y desconectado de la vida gracias a un iPod cargado de Bruce Springsteen, el personaje de Sandler tiene en la figura de un ex compa?ero de estudios una posibilidad de rescate. Es en ese punto de encuentro donde la pel¨ªcula de Binder se hace interesante, quiz¨¢ sin pretenderlo: el limbo autista en el que subsiste el herido Sandler se convierte en deseable para¨ªso de libertad e inmadurez para su amigo, que vive su estabilidad profesional y afectiva como asfixia. Pero, fnalmente, Binder no se atreve a explorar a fondo ese territorio de ambig¨¹edad.
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