El nuevo reto de Blair
Pod¨ªa haberse apuntado al rentable oficio de conferenciante internacional, como tantos antiguos mandatarios tipo Bill Clinton o Al Gore. O esperar a que alg¨²n consorcio multinacional le hubiese tentado con alguna oferta millonaria por sus servicios de asesor¨ªa. Una tentaci¨®n a la que muchos hubieran sucumbido si, como Tony Blair, tuvieran que hacer frente al pago de tres millones de libras por su nueva casa en Connaught Square, una elegante plazuela en el exclusivo West End londinense, donde tuvo su cuartel general durante la II Guerra Mundial el comandante supremo aliado, general Dwight D. Eisenhower. Pero el hasta anteayer primer ministro brit¨¢nico es, ante y sobre todo y con todas las luces y sombras que se quieran, un animal pol¨ªtico. Y con ese esp¨ªritu ha aceptado un nuevo reto, quiz¨¢s mayor que el de conseguir tres victorias consecutivas para su partido, hecho sin precedentes en la historia del laborismo brit¨¢nico.
Arriesga mucho al aceptar su nuevo traje de enviado especial del cuarteto para Oriente Pr¨®ximo, integrado por la ONU, la UE, EE UU y Rusia. Pero, Blair ha sido siempre un visionario, como lo ha demostrado en sus aciertos en Irlanda del Norte, Kosovo, Sierra Leona, el cambio clim¨¢tico y la ayuda a ?frica e, igualmente, en sus errores, de los que Irak se lleva la palma. Y ha sido ese planteamiento visionario el que, probablemente, le ha llevado a lanzarse a una piscina que, a primera vista, tiene todav¨ªa menos agua que la charca iraqu¨ª.
Una vi?eta publicada el mi¨¦rcoles por el Internacional Herald Tribune resume a la perfecci¨®n los peligros de la nueva misi¨®n asumida por Blair. El ex primer ministro preside una mesa en la que se sientan un Mahmud Abbas apu?alado por un radical de Ham¨¢s, y un Ehud Olmert sostenido por un militar israel¨ª. Y Blair comenta: "Echo de menos Irlanda del Norte". Y no es para menos. Porque la situaci¨®n en la zona no es que sea explosiva. Ya lo era con los enfrentamientos entre palestinos e israel¨ªes. Pero, ahora, el golpe militar dado por Ham¨¢s en Gaza ha convertido el problema en pr¨¢cticamente insoluble, en tanto en cuanto el futuro Estado palestino est¨¦ partido en dos, Gaza de un lado, y la Cisjordania de otro, ambas gobernadas por dos facciones aparentemente irreconciliables. Y todo esto, dentro de un entorno inquietante, con apoyo t¨¢cito de Al Qaeda a Ham¨¢s y una cuasi guerra civil en el vecino L¨ªbano, atizada por las injerencias sirias en el pa¨ªs de los cedros y por la negativa de Hezbol¨¢ a reconocer al Gobierno de Beirut. Y detr¨¢s, la mano del Ir¨¢n de Ahmadineyad, dispuesto a impedir cualquier intento de estabilidad en la zona que suponga el reconocimiento de Israel como Estado. El bisabuelo del actual monarca jordano ya pag¨® con su vida sus conversaciones secretas con dirigentes israel¨ªes, y lo mismo le ocurri¨® al presidente egipcio, Anuar el Sadat, tras la firma del tratado de paz con Israel.
Este es el clima y el contexto al que debe enfrentarse Tony Blair en su nueva tarea. Una tarea que, incre¨ªblemente, no incluye, al menos en una primera fase, la mediaci¨®n entre palestinos e israel¨ªes, como se han apresurado a aclarar los miembros del cuarteto, que se reservan esa capacidad de interlocuci¨®n entre las partes y encomienda a Blair la "consolidaci¨®n de las instituciones palestinas". Una consolidaci¨®n que debe entenderse como un apoyo pol¨ªtico y econ¨®mico, por parte del cuarteto y de Israel a la autoridad de Abbas, con la esperanza de que una Cisjordania medianamente pr¨®spera haga reflexionar a los palestinos de Gaza y les devuelva al redil de la Autoridad Palestina.
La reanudaci¨®n de la ayuda econ¨®mica por parte de Estados Unidos y la UE al Gobierno de Ramala, el desbloqueo por parte de Israel de los fondos palestinos, congelados desde el triunfo electoral de Ham¨¢s, y el anuncio hecho por Olmert de la pr¨®xima liberaci¨®n de 250 presos palestinos de Al Fatah, no de Ham¨¢s, as¨ª lo indican. El juego es arriesgado porque, de momento, las banderas palestinas en Gaza han sido arriadas y sustituidas por la ense?a verde del islam, consecuencia directa de la sustituci¨®n del nacionalismo ¨¢rabe tradicional por el fundamentalismo religioso. Y el tiempo apremia. Porque si los cisjordanos no experimentan una mejora en sus dif¨ªciles condiciones de vida actuales -y en esto Israel tiene la palabra-, se echar¨¢n en brazos de Ham¨¢s.
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