Gamberros
Hay un estilo de gamberro para cada ¨¦poca: el siglo XIX comenz¨® con el "calavera temer¨®n", rom¨¢ntico y antiburgu¨¦s, brillantemente representado por el Espronceda y el Mariano Jos¨¦ de Larra de la famosa Partida del Trueno; los a?os cincuenta y sesenta del siglo XX contaron con el inconformista intelectual, el joven rebelde que se indignaba contra las anuencias ideol¨®gicas de su generaci¨®n y reaccionaba traduciendo su malestar en transgresiones art¨ªsticas y alborotos callejeros.
La historia de la juventud podr¨ªa escribirse analizando la evoluci¨®n del gamberro. El papel del gamberro, tradicionalmente, ha consistido en se?alar las miserias de la sociedad en que vive, en desempe?ar un papel aguerrido y respond¨®n. La fuerza del gamberro estriba, precisamente, en ese car¨¢cter de "respuesta" que tienen sus acciones. En este sentido, el gamberro del siglo XXI supone un empobrecimiento sustancial en su g¨¦nero.
Los gamberros de hoy, parad¨®jicamente, llegan al gamberrismo por un exceso de conformismo: en s¨®lo dos d¨¦cadas, la televisi¨®n y los poderes -exclusiva, depredadoramente econ¨®micos- que la manejan les han dejado sin criterio, intelectualmente inermes ante su entorno. Sus gamberradas, pues, tienen mucho de impotencia, de miedo, de falta de referencias. La violencia juvenil contempor¨¢nea no tiene contenido racional, no es de origen ideol¨®gico, sino instintivo, at¨¢vico, primitivo; es la violencia del animal humano incivilizado -descivilizado- que se vierte contra un mundo incomprensible. S¨ª; la figura del gamberro ha perdido calidad. Ya no sirve como referencia cr¨ªtica. Se ha quedado en mera manifestaci¨®n de furor adolescente sin objeto ni fundamento.
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