Una partida de cinco minutos
La ciudad de Sevilla obtiene la 'Santa Rufina' de Vel¨¢zquez gracias a una subasta "m¨¢gica"
El arte es una emoci¨®n. El juego puede ser emocionante. A veces, arte y juego se confunden. As¨ª sucedi¨® con Santa Rufina.
Santa Rufina es una de las patronas de Sevilla. Como santa Justa. Ambas fueron hero¨ªnas cristianas, ejecutadas por los romanos en el siglo III. A santa Rufina la pint¨® Vel¨¢zquez, probablemente utilizando como modelo a una hija suya. Pero en Sevilla, cuna del pintor universal, apenas hay cuadros de ¨¦l. De pronto, pintor y santa confluyen en un mismo espacio: el cuadro de Santa Rufina se subasta en la galer¨ªa Sotheby's de Londres. Y Sevilla quiere ese cuadro para venerarlos a ambos.
Sin embargo, adquirir una de las escasas obras de Vel¨¢zquez que todav¨ªa permanecen en manos privadas puede parecer complejo y al mismo tiempo extraordinariamente simple. Basta tener dinero y acudir a una subasta.
Varias instituciones negaron su apoyo para intentar la compra del cuadro velazque?o
Y la subasta es un juego que no dura m¨¢s de cinco minutos.
A esa partida acudieron dos personas, Anabel Morillo y Miguel ?ngel Jim¨¦nez, directora general y secretario de la Fundaci¨®n Focus Abengoa, respectivamente. No ten¨ªan experiencia. Hab¨ªan sido movilizados en ¨²ltima instancia por el Ayuntamiento de Sevilla para salvar el cuadro para la ciudad, despu¨¦s de fracasar otras gestiones ante el Ministerio de Cultura y la Junta de Andaluc¨ªa. Una cuestaci¨®n popular hab¨ªa dado un resultado decepcionante. La fundaci¨®n era el ¨²ltimo cartucho.
Tomada la decisi¨®n, apenas queda una semana para preparar la subasta. Es decir, la partida. Reuniones con expertos para calibrar el valor del cuadro, sondear qu¨¦ otras instituciones podr¨ªan estar interesadas, estudios, valoraciones, c¨¢lculos, asesoramiento. El resultado qued¨® reducido a dos detalles. El primero era incuestionable: ?cu¨¢l era el l¨ªmite econ¨®mico que pod¨ªa soportar la Fundaci¨®n Focus Abengoa? El segundo era una recomendaci¨®n: contar hasta diez antes de pujar por una cantidad.
El an¨®nimo propietario de Santa Rufina lo adquiri¨® en una subasta de Christie's celebrada en Nueva York en 1999. Pag¨® el equivalente a 6,6 millones de euros y recibi¨® el doble el pasado 4 de julio en la casa Sotheby's de Londres. De los motivos para desprenderse de esa obra nada se sabe, como nunca se conocer¨¢ su identidad. Pero eso es parte del juego. Es un juego abierto. Pueden intervenir personas o instituciones con nobles intenciones, amantes de las plusval¨ªas o acaudalados personajes que persiguen colgar un vel¨¢zquez en el sal¨®n. ?se era el riesgo dif¨ªcil de calcular de la partida. Se hablaba de chinos y de rusos como posibles aspirantes. Anabel y Miguel ?ngel no actuar¨ªan movidos por la codicia. Y ¨¦sa pod¨ªa ser una ventaja o un inconveniente.
Viajan a Londres discretamente. Se inscriben en Sotheby's, donde se exige solvencia con cierto tono de nobleza. Finalizado el tr¨¢mite, regresan a la cruda realidad: les dan una paleta -"como las de la pescader¨ªa", describe Miguel ?ngel- de madera azul con un n¨²mero en blanco, el 460. Es el pasaporte para la partida. Esperan dos horas hasta que sale a subasta el lote n¨²mero 59: Santa Rufina.
Empieza el juego.
En la sala pujan cuatro personas y dos an¨®nimos por tel¨¦fono. ?Chinos? ?Rusos? ?Estadounidenses quiz¨¢? En unos minutos se pasa del precio de salida, 8 millones de euros, a 10. Cada puja supera el valor del cuadro en 150.000 euros. Tras un primer minuto y medio explosivo quedan la fundaci¨®n y un postor al tel¨¦fono. "Se vive una tensi¨®n", recuerda Miguel ?ngel, "¨²nica, fr¨ªa. S¨®lo existen tres personas en el universo: el subastador, la fundaci¨®n y un tel¨¦fono que parece cobrar vida, amenazador. Pasa otro par de minutos donde el desconocido al tel¨¦fono parece no tener l¨ªmite. La fundaci¨®n s¨ª".
El juego sigue.
La puja avanza. A cada paso, Anabel y Miguel ?ngel son conscientes de que se acercan al l¨ªmite. Miguel ?ngel recuerda las instrucciones recibidas y decide contar hasta diez en voz baja para que le escuche Anabel. Terminado el recuento, Anabel alza la paleta.
El an¨®nimo rival no responde. La ¨²ltima oferta de la fundaci¨®n pone el list¨®n en 11.113.000 euros. Se produce una espera. Quiz¨¢, ¨¦l tambi¨¦n cuente hasta diez. Parece que hace un gesto negativo, pero no est¨¢n seguros. El subastador no baja el martillo. Entonces, se vuelve hacia ellos y dice: "Last chance. Anyone more? The lady. Sold. Fantastic". Y baja el martillo.
"The lady" era Anabel.
El murmullo en la sala se rompe cuando alguien exclama en voz alta: "?Sevilla!".
"The lady" ha conseguido un vel¨¢zquez. R¨ªe. Llora. Se abraza a Miguel ?ngel.
Todo ha sido un juego. O como recuerda Anabel, "una experiencia m¨¢gica". El arte puesto en juego. La emoci¨®n confundida. Despu¨¦s de siglos de exilio, Santa Rufina regresa a Sevilla en cinco minutos.
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