Un ¨¦xito letal
A la vista del tumultuoso curso que la trayectoria de Ciutadans-Partido de la Ciudadan¨ªa (C-PC) ha tenido desde su nacimiento, hace poco m¨¢s de 12 meses, ser¨ªa f¨¢cil recurrir al sarcasmo, y hacer sangre a cuenta del espectacular contraste entre las promesas de transparencia, aire fresco, regeneraci¨®n democr¨¢tica, nuevo estilo pol¨ªtico, etc¨¦tera, y las pr¨¢cticas de opacidad, sectarismo, faccionalismo y zancadilleo en la peor tradici¨®n de los partidos m¨¢s viejos y resabiados. Tambi¨¦n cabr¨ªa preguntar si la aparente implosi¨®n de Ciudadanos, el rosario de dimisiones y bajas de las ¨²ltimas fechas, es fruto de ese boicoteo medi¨¢tico, de esa conjura hostil que algunas plumas dignas de mejor causa denunciaron el pasado oto?o, o bien obedece a causas internas, a las debilidades y contradicciones inherentes al proyecto.
El fracaso sufrido por Ciutadans-Partido de la Ciudadan¨ªa en las municipales de mayo fue el fulminante de un estallido que se ha hecho patente antes, durante y despu¨¦s del congreso de julio
Puesto que mi hip¨®tesis es esta ¨²ltima, tratar¨¦ de desarrollarla del modo m¨¢s anal¨ªtico posible, sin ensa?amiento ni regodeo. Como fruto inevitable del perfil socio-profesional de sus promotores, Ciutadans se gest¨® y alumbr¨® entre grandes dosis de ret¨®rica, s¨ª, pero al calor de una ¨²nica motivaci¨®n: el rechazo de las pol¨ªticas identitarias (en materia de lengua, de s¨ªmbolos, de conmemoraciones, etc¨¦tera) desarrolladas en Catalu?a desde 1980 y ratificadas en 2003; es decir, de las pol¨ªticas nacionalistas. Y, por tanto, el apoyo t¨¢cito a las pol¨ªticas identitarias que impulsan desde siempre las instituciones estatales; o sea, a las pol¨ªticas nacionales. Porque en esta materia rige el horror vacui: si una comunidad humana no hace una pol¨ªtica identitaria propia, otros se la hacen y se la imponen...
Ahora bien, el problema de la postura germinal de C-PC -etiquetada con m¨¢s o menos precisi¨®n de "anticatalanista", "espa?olista", "no nacionalista"...- es que puede ser asumida desde todos los grados del arco ideol¨®gico, lo mismo desde la extrema derecha, desde el extremo centro o desde la extrema izquierda. V¨¦ase, a prop¨®sito de extrema izquierda, el ejemplo de Unificaci¨®n Comunista de Espa?a (UCE), un grup¨²sculo que fue en tiempos marxista-leninista y anti-OTAN, que de unos a?os ac¨¢ cultiva el espa?olismo a la f¨¦rvida manera de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, y que flirtea con Ciutadans desde la aparici¨®n de ¨¦stos.
El caso es que, realzado por la notoriedad y sentido del espect¨¢culo de algunos de sus impulsores, por la aparente osad¨ªa de su discurso dentro del escenario catal¨¢n y por el apoyo interesado de una coalici¨®n medi¨¢tica que persegu¨ªa sus propios fines (esa emisora, castigar a Josep Piqu¨¦; aquel diario, chantajear al PSC e, indirectamente, al PSOE...), el bander¨ªn de enganche de Ciudadanos atrajo en pocos meses a una militancia muy heterog¨¦nea, muy aluvial, poseedora de un magro denominador com¨²n: la defensa de la posici¨®n dominante de la lengua castellana y el rechazo de las pol¨ªticas catalanistas. Y entonces, sin tiempo material para que esos hombre y mujeres homogeneizaran sus horizontes ideol¨®gicos, para que destilasen una cultura militante propia de C-PC, sin tiempo para decidir si eran socialdem¨®cratas, liberales, conservadores o radicales, el flamante partido y su desconocido cabeza de cartel obtuvieron tres esca?os en el Parlamento de Catalu?a elegido el 1 de noviembre de 2006.
Fue, en varios sentidos, un triunfo fat¨ªdico. Por un lado, pronto se hizo evidente que la agitprop resulta mucho m¨¢s c¨®moda y agradecida que la labor institucional: es m¨¢s f¨¢cil llenar el teatro T¨ªvoli que conseguir hacerse visible en un debate parlamentario. El contexto pol¨ªtico general tampoco ayud¨®: contra Maragall, Ciutadans viv¨ªa mejor que contra Montilla. Sobre todo, la conquista de los esca?os y de los medios materiales consiguientes hizo surgir en el partido una incipiente oligarqu¨ªa interna encabezada por Albert Rivera, un peque?o aparato que empez¨® a actuar como todos; es decir, a aplicar aquel viejo apotegma de Alfonso Guerra: "el que se mueva, no sale en la foto". Esto, en una organizaci¨®n a¨²n no cohesionada, entre una militancia novel, discutidora y sin h¨¢bito de disciplina, hizo proliferar las voces cr¨ªticas, las disidencias y las facciones. A mayor abundamiento, el ¨¦xito electoral abri¨® tambi¨¦n una grieta entre el envalentonado liderazgo org¨¢nico de C-PC (Rivera) y el c¨®ctel de vanidades, resentimientos y diletantismos que hab¨ªan formado el colch¨®n intelectual del proyecto, buena parte de cuyos miembros empezaron a dar muestras de decepci¨®n, de escepticismo o de despego con respecto a su criatura.
As¨ª las cosas, y con la crisis latente desde el invierno, el fracaso sufrido por Ciudadanos en las elecciones municipales del 27 de mayo fue el fulminante de un estallido que se ha hecho patente antes, durante y despu¨¦s del congreso clausurado el 1 de julio. A lo largo de este tiempo, la misma y desmesurada atenci¨®n medi¨¢tica que el a?o pasado atra¨ªa adhesiones y ganaba simpat¨ªas para C-PC se ha transformado ahora en bumer¨¢n, amplificando las disputas, los reproches y la sensaci¨®n creciente de desbarajuste interno, entre referencias a una 'Corriente Zanahoria' y alusiones a un 'Colectivo Ub¨²'.
A este escenario fratricida, el proyecto de partido pol¨ªtico que promueven Fernando Savater y ?Basta Ya! le ha proporcionado un pretexto o una coartada, pero no es en modo alguno su causante. Quiero decir que los antagonismos de ideas, de personas, de ambiciones y de talantes en el seno de Ciutadans eran previos, fundacionales y estructurales. La iniciativa de Savater, Rosa D¨ªez, Mart¨ªnez Gorriar¨¢n y compa?¨ªa sirve s¨®lo para presentar en p¨²blico aquellas rivalidades bajo una luz ennoblecedora: los enemigos del "personalismo" de Rivera claman por la fusi¨®n inmediata con ?Basta Ya! en un nuevo partido con sede en Madrid -lo que diluir¨ªa el liderazgo del joven diputado-, mientras que ¨¦ste -tratando de preservar la soberan¨ªa de su chiringuito- habla s¨®lo de coaligarse o federarse con la plataforma vasca.
No es la menor entre las iron¨ªas de esta historia que, un a?o despu¨¦s de agruparse para luchar contra el catalanismo, una parte de los Ciutadans acuse a su l¨ªder de "anteponer la catalanidad a la espa?olidad", le reproche su "ambici¨®n catalana" y le tache -en suma- de catalanista.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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