B¨¢rbara nostalgia
Barbara Stanwyck naci¨® hace 100 a?os, y celebrando este aniversario algunos medios han reavivado el recuerdo de la actriz. Se la ten¨ªa olvidada desde su muerte, ocurrida en 1990, aunque a?os atr¨¢s la Stanwyck hubiera sido una de las m¨¢s famosas estrellas de Hollywood. Fue nominada al Oscar en cuatro ocasiones (Voces de muerte, Perdici¨®n, Bola de fuego y Stella Dallas), un premio que no logr¨® nunca, algo que hoy resulta inconcebible habiendo sido una de las m¨¢s bellas, poderosas y modernas actrices del cine cl¨¢sico de los treinta, cuarenta y cincuenta. Eso s¨ª, en 1982 la Academia de Hollywood le hizo entrega de un Oscar honor¨ªfico, que es su manera habitual de pedir perd¨®n por los errores pasados. Pero, con premios o sin ellos, Barbara Stanwyck se convert¨ªa, cuando hac¨ªa falta, en p¨¦rfida mujer fatal, en dama sofisticada que sufre por amor, en la m¨¢s vulgar de las cabareteras o en la m¨¢s intr¨¦pida de las mujeres del Oeste, es decir, viaj¨® por todos los g¨¦neros y en todos ellos fue cre¨ªble. Los directores con los que trabaj¨® en sus m¨¢s de cien pel¨ªculas se deshicieron en elogios sobre su versatilidad y talento. De ah¨ª que el escritor Terenci Moix dijera que "todo aficionado al cine tiene una deuda con ella". Hace alg¨²n tiempo, en Espa?a, esas deudas se pagaban.
As¨ª se hac¨ªa, por ejemplo, cuando TVE era la ¨²nica televisi¨®n de Espa?a y Jos¨¦ Cormenzana primero y Fernando Moreno despu¨¦s se encargaban de programar los ciclos cinematogr¨¢ficos de la tele, o mientras la intr¨¦pida Pilar Mir¨® dirigi¨® el Ente con f¨¦rrea mano de cin¨¦fila (no hace tanto tiempo de eso, a¨²n viv¨ªa Barbara Stanwyck). La peque?a pantalla era un excelente suministro de informaci¨®n y de placer cinematogr¨¢fico. A nadie le temblaba la mano al emitir pel¨ªculas en blanco y negro en horas punta, ni hab¨ªa complejos con los subt¨ªtulos, ni se parpadeaba al programar incluso pel¨ªculas mudas. Se ofrec¨ªan pel¨ªculas de todos los autores y estrellas de la etapa cl¨¢sica y, en consecuencia, fueron muchos los espa?olitos que pudieron descubrir lo bueno y mucho que se hab¨ªa hecho en el cine antes de que llegaran los efectos digitales.
Ahora, con much¨ªsimos m¨¢s canales, el mundo es parad¨®jicamente al rev¨¦s y la oferta se ha uniformado, se repiten las mismas pel¨ªculas hasta la saciedad y no se programan ciclos tem¨¢ticos como aquellos que enriquec¨ªan la mirada del espectador. Hay excepciones, claro, como la de TCM cl¨¢sico, que como su nombre exige se atreve con el blanco y negro. ?Pero por qu¨¦ tendr¨¢n tanto miedo los j¨®venes programadores de hoy a emitir pel¨ªculas antiguas? Si miden sus audiencias con los mismos par¨¢metros que los programas de cotilleo o los concursos, es l¨®gico que estas pel¨ªculas aparezcan reducidas a la nada. Pero si se crearon los canales de cine para satisfacer el inter¨¦s de los cin¨¦filos, ?qu¨¦ raz¨®n hay para quitarles luego el pan y la sal?
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