L¨ªmites
Es tal la quemaz¨®n que tienen muchos personajes conocidos ante la imposibilidad de defenderse de la agresi¨®n o el escarnio p¨²blico que las reacciones ante la publicaci¨®n de la c¨¦lebre vi?eta, al margen de las consideraciones legales, han ca¨ªdo como el l¨®gico colof¨®n a una ¨¦poca marcada por los excesos verbales. Existe la sensaci¨®n de que la barrera ya se hab¨ªa traspasado hac¨ªa tiempo. No falta raz¨®n. La rampa de encanallamiento por la que venimos desliz¨¢ndonos desde hace a?os, la impunidad con la que se han alimentado y amplificado mentiras hasta conseguir que un porcentaje nada desde?able de la poblaci¨®n las creyera, el vocabulario que trufa los programas de las teles a horas que ser¨ªan de obligado respeto hacia la audiencia infantil y la idea peregrina de que el autocontrol es un t¨¦rmino caduco cuando las puertas de la libertad absoluta est¨¢n abiertas en internet, han generado un ambiente en el que no sabemos muy bien qu¨¦ es lo que tenemos que opinar cuando de los l¨ªmites de la libertad se trata. No creo que la Corona se tambalee por un dibujito m¨¢s o menos soez (la c¨¦lebre met¨¢fora del tampax del pr¨ªncipe Carlos recorri¨® el mundo) y es de esperar que el debate sobre el asunto, si es que tiene que producirse, se desencadene a la altura que el ciudadano merece; m¨¢s bien la impresi¨®n que deja el hecho de ver a dos personas que representan a una instituci¨®n del Estado (y que obviamente han de responder con el silencio) caricaturizadas en una postura buscadamente ordinaria, salvo cuando se practica en la intimidad, es que nadie est¨¢ libre de la mofa hiriente. Y no es que ya no haya nada sagrado sino que sagrada deber¨ªa ser la honorabilidad de cualquiera.
Tampoco cabe comparar el caso con las vi?etas de Mahoma que ironizaban sobre una creencia y no sobre personas en concreto, ni con esos relatos de ficci¨®n que provocan iras irracionales. Por lo dem¨¢s hasta a m¨ª me habr¨ªa sacudido una vi?eta en la que aparecieran, por ejemplo, Mahoma y la Virgen Mar¨ªa en la escena que nos ocupa. Debe ser que tengo mis l¨ªmites o que me estoy haciendo mayor.
Pero no hay problema, los m¨¢s osados saben que con eso s¨ª que se juegan la vida.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.