La misi¨®n de paz m¨¢s larga
Quince a?os despu¨¦s del comienzo de la operaci¨®n internacional m¨¢s importante de Espa?a, cuando los militares recogen sus campamentos, llega la hora de los m¨¦dicos, los jueces o los economistas. Hablamos con los espa?oles que ayudan en la posguerra de Bosnia.
Quince a?os despu¨¦s del comienzo de la operaci¨®n internacional m¨¢s importante de Espa?a, cuando los militares recogen sus campamentos, llega la hora de los m¨¦dicos, los jueces o los economistas. Hablamos con los espa?oles que ayudan en la posguerra de Bosnia.
"Estas misiones han roto muchos clich¨¦s sobre la Guardia Civil"
"A los espa?oles nos ven como sus iguales, y no como colonizadores"
"Ahora, Bosnia debe mirar s¨®lo hacia adelante, no hacia atr¨¢s"
Entonces coronel y hoy general retirado, Francisco Javier Zorzo evoca el inter¨¦s, las dudas y la preocupaci¨®n que suscit¨® el despliegue de centenares de soldados espa?oles con el casco azul de la ONU para escoltar convoyes de ayuda humanitaria entre Mostar y Sarajevo, en el entonces tr¨¢gicamente famoso corredor del r¨ªo Neretva. Se trataba de la primera misi¨®n de paz a gran escala que abordaba el Ej¨¦rcito espa?ol, y aquella prueba de fuego se convirti¨® en un term¨®metro de muchas cosas. "Recuerdo la enorme expectaci¨®n que rode¨® nuestro despliegue", comenta Zorzo, "y el valor de desaf¨ªo, de reto que ten¨ªa aquella operaci¨®n. Muchos pol¨ªticos, bastantes medios de comunicaci¨®n e incluso algunos mandos militares albergaban recelos sobre nuestra capacidad para llevar a cabo la tarea. Con el paso del tiempo y de las distintas agrupaciones militares que se han turnado en Bosnia, la opini¨®n p¨²blica ya sabe que cuenta con unas Fuerzas Armadas en condiciones. La misi¨®n ha sido positiva y el trabajo se cumpli¨® con ¨¦xito".
La trayectoria de este militar segoviano, nacido en La Granja en 1941, ilustra a la perfecci¨®n la evoluci¨®n del Ej¨¦rcito en el ¨²ltimo medio siglo. Desde sus tiempos de teniente legionario en Ifni (Marruecos), en pleno franquismo, hasta su ¨²ltimo destino como director del Instituto de Historia y Cultura Militar, la hoja de servicios de este afable y culto general atraviesa por cursos de la OTAN, experiencia internacional en Am¨¦rica Central y en Bosnia y el puesto de jefe de tropas en Tenerife, en 2003, ya al final de su carrera. Al igual que el resto de sus hombres, todos ellos profesionales o voluntarios, Zorzo fue elegido con lupa en aquel oto?o de 1992 por el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez. No en vano, Espa?a ten¨ªa que demostrar su rango de potencia media y su capacidad de desplegar tropas en el exterior bajo el paraguas de organismos internacionales. Se trataba de la misi¨®n de paz m¨¢s importante que nuestro pa¨ªs ha abordado en su historia reciente. Hace 15 a?os, una generaci¨®n completa, muy pocos espa?oles acertaban a situar Bosnia-Herzegovina en un mapa mudo de Europa. Por eso, aquellos primeros centenares de soldados espa?oles tuvieron que asistir a un cursillo intensivo de historia, geograf¨ªa y cultura de la antigua Yugoslavia antes de desembarcar en la ciudad costera de Split, en Croacia, para adentrarse poco despu¨¦s en el horror de la guerra en los Balcanes. Todav¨ªa recuerda Zorzo con espanto la brutalidad de aquel conflicto, donde los distintos bandos (serbios, croatas y musulmanes) "eran capaces de parar ambulancias, abrir sus puertas y ejecutar a los enemigos heridos".
Mario Torre ten¨ªa apenas 20 a?os cuando las televisiones y los peri¨®dicos difund¨ªan las im¨¢genes de los camiones de ayuda humanitaria que transitaban por las bell¨ªsimas y escarpadas carreteras del Neretva, escoltados por tanquetas de los legionarios que mandaba Zorzo. Los ciudadanos siguieron con el alma en un pu?o aquellos terribles viajes entre un paisaje de guerra, mientras Mario barajaba la posibilidad de entrar en la Guardia Civil. Hoy sonr¨ªe, con una expresi¨®n franca, cuando piensa en las vueltas que da la vida, cuando suspira y exclama: "?Qui¨¦n me iba a decir a m¨ª que en 2007 iba a estar destinado en Sarajevo, casado con una bosnia y levantando en brazos a un precioso ni?o de siete meses nacido en esta capital?". Las peripecias de este picoleto leon¨¦s, que ha cumplido misiones en Bosnia, Israel y Afganist¨¢n en los ¨²ltimos a?os, tambi¨¦n reflejan los inmensos cambios vividos por el instituto armado a partir de su presencia en operaciones internacionales. M¨¢s all¨¢ de todo eso, la pareja de Mario Torre y Dzemila Tukulj, una int¨¦rprete que se cruz¨® en el camino del guardia civil, simboliza la implicaci¨®n de una nueva generaci¨®n de espa?oles en el conflicto de Bosnia. "Me enamor¨¦ de la gente", se?ala Mario Torre, "de su car¨¢cter, y me conmovi¨® el drama que hab¨ªan sufrido. Luego descubr¨ª a mi mujer y, m¨¢s tarde, decidimos que nuestro hijo Mirsha naciera en Sarajevo, y no en Espa?a".
Con un plato de arroz en la mesa y con algunas nubes cubriendo las muy verdes colinas de la capital bosnia, ella asiente satisfecha: "Nunca tuve ning¨²n choque cultural ni con Mario ni con su familia, durante la temporada que vivimos en Zaragoza. Los dos pa¨ªses tenemos muchas cosas en com¨²n, y una fundamental es que no vivimos para trabajar, sino que trabajamos para vivir". No son los ¨²nicos que han llevado hasta el compromiso sentimental esas relaciones entre Bosnia y Espa?a, ya que docenas de militares y de civiles han formado parejas mixtas a lo largo de estos a?os. La charla con este matrimonio, que habla indistintamente en ingl¨¦s, castellano o bosnio, seg¨²n los interlocutores, muestra la proyecci¨®n de unos j¨®venes espa?oles pol¨ªglotas, abiertos, viajeros e internacionalistas. Incluso si se trata de guardias civiles como Mario, muy lejanos en el espacio y en el tiempo de aquel estereotipo de un picoleto sesteando a la puerta de una casa-cuartel en un pueblo perdido de la meseta. "Sobre nosotros", apunta Mario Torre, "pesan todav¨ªa muchos t¨®picos, pero estas misiones han roto clich¨¦s".
Tampoco pod¨ªa imaginar Cristina Guti¨¦rrez, m¨¦dica especialista en microbiolog¨ªa, que su temporada como cooperante en Mostar a finales de 1996 iba a durar tanto e iba a cambiarle la vida por completo. M¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s, cuando acaba de cumplir 40 a?os, dirige la oficina t¨¦cnica para los Balcanes de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n, la ¨²nica de estas caracter¨ªsticas que funciona en Europa.
Con una mezcla de nostalgia y de satisfacci¨®n contempl¨® Cristina la marcha de las tropas espa?olas del aeropuerto de Mostar tras una muy larga presencia que comenz¨® en 1992. La repatriaci¨®n, una especie de gigantesca mudanza que ha incluido la retirada de las tropas y el transporte de cientos de contenedores y de veh¨ªculos y que concluy¨® el pasado mes de junio, significa que el pa¨ªs se normaliza y que ha llegado la hora de incrementar la ayuda civil. El teniente coronel Juan Pons, que ha dirigido la repatriaci¨®n, es muy consciente de que ha estado al mando de los que califica como "los ¨²ltimos de Mostar", y al trazar un balance no duda en se?alar que ha habido un antes y un despu¨¦s de Bosnia para las Fuerzas Armadas. "La imagen del Ej¨¦rcito mejor¨® mucho en Espa?a a ra¨ªz del despliegue en la antigua Yugoslavia, los medios de comunicaci¨®n se ocuparon mucho de nosotros y la ayuda que hemos prestado la han visto los bosnios, la ONU y, sobre todo, nuestros compatriotas. En Bosnia se ha demostrado que unos ej¨¦rcitos disciplinados y democr¨¢ticos crean un entorno de seguridad. Y tras el Ej¨¦rcito vinieron los cooperantes".
Como subraya Jos¨¦ Mar¨ªa Castroviejo, embajador en Sarajevo, "los militares han firmado en la antigua Yugoslavia una de las p¨¢ginas que se pueden exhibir con m¨¢s orgullo de la historia de las Fuerzas Armadas espa?olas". "Todo el mundo remarca aqu¨ª", prosigue el diplom¨¢tico, "que la empat¨ªa de los espa?oles con la gente ha contribuido a que nos consideren como sus iguales, y no como colonizadores, a diferencia de los nacionales de otros pa¨ªses". Castroviejo recuerda los datos que, en esta ocasi¨®n, resultan muy reveladores: por Bosnia-Herzegovina han pasado unos 35.000 espa?oles (la mayor¨ªa militares, pero tambi¨¦n centenares de civiles), nuestro pa¨ªs ha dedicado 2.000 millones de euros de inversiones en esta antigua rep¨²blica yugoslava, y 22 compatriotas (20 uniformados m¨¢s la cooperante de M¨¦dicos del Mundo Mercedes Navarro y el fot¨®grafo independiente Jordi Pujol Puente) han perdido aqu¨ª la vida. Lo que encontraron aquellos espa?oles que llegaron en plena guerra, entre 1992 y 1995, fue un paisaje de devastaci¨®n, con pueblos incendiados por el odio del enemigo, ni?os y mujeres vagando por las carreteras en busca de un lugar seguro, francotiradores apostados en los edificios altos de las ciudades y campos de concentraci¨®n que no se hab¨ªan visto en suelo europeo desde la II Guerra Mundial. La crueldad de un conflicto civil entre tres etnias, donde los soldados que luchaban en los distintos bandos hab¨ªan sido antes vecinos, amigos o incluso familiares, cost¨® unos 200.000 muertos y oblig¨® a dejar sus hogares a cerca de dos millones de personas.
Tercer mayor contribuyente a la reconstrucci¨®n del pa¨ªs, tanto el embajador Castroviejo como la responsable de cooperaci¨®n insisten en la necesidad de que el empresariado espa?ol se implique m¨¢s en la posguerra balc¨¢nica. Fue una queja que ya expresaron algunos responsables pol¨ªticos espa?oles que ocuparon altos cargos en Bosnia, como Carlos Westendorp, que fue alto representante de la ONU en 1997, o Ricard P¨¦rez Casado, administrador de la Uni¨®n Europea en Mostar en 1996. "La ayuda econ¨®mica", opina Cristina Guti¨¦rrez, "puede ser muy rentable en la actualidad para los inversores, al margen del empuje que significa para el desarrollo de Bosnia. Los Gobiernos espa?oles han apostado siempre por formar parte de los pa¨ªses implicados en la guerra y en la posguerra, y esa actitud se traduce en un respaldo a la cooperaci¨®n. Nuestros objetivos ahora apuntan al fortalecimiento institucional de Bosnia, a la reactivaci¨®n econ¨®mica y a la prevenci¨®n de conflictos". Casada con un comerciante de Mostar, con un hijo de cinco a?os que juguetea cerca de su casa de Sarajevo, junto a los puentes del r¨ªo Miljacka, esta amable doctora sonr¨ªe complacida cuando le explican los avances del proyecto de una extensa zona de regad¨ªos en el valle del Popovo, al sur del pa¨ªs, o cuando le cuentan que unos ingenieros espa?oles est¨¢n recorriendo las presas del Neretva para elaborar informes t¨¦cnicos destinados a las autoridades bosnias.
"Es el momento de que Bosnia mire hacia delante y no hacia atr¨¢s", se?ala el economista Santiago Fern¨¢ndez de Lis, director del ¨¢rea internacional del Banco de Espa?a y asesor durante unos meses del Banco de Bosnia, uno de los pocos organismos estatales de este pa¨ªs dividido en dos entidades (la Federaci¨®n croata-musulmana y la Rep¨²blica serbia) y muchos niveles de diferentes administraciones. "El pa¨ªs debe sacudirse las inercias de un periodo hist¨®rico muy prolongado en el que ha vivido de un modo u otro de los subsidios o de la ayuda exterior, bien fuera durante la etapa comunista de Tito, en la guerra o en este protectorado indefinido en el que se encuentra. Est¨¢ claro que el ¨²nico horizonte deseable para Bosnia pasa por ingresar en la Uni¨®n Europea y, en esa l¨ªnea, la ayuda prestada por muchas naciones e instituciones ha sido muy grande. No obstante, cabe decir que los acuerdos de paz de Dayton de 1995 sirvieron para terminar con la guerra y para permitir la reconstrucci¨®n material, pero no se han revelado tan ¨²tiles para construir un pa¨ªs desde el punto de vista de sus instituciones".
Con un paro declarado cercano al 40%, que en realidad es un desempleo de un 20%, la econom¨ªa bosnia intenta recomponer un tejido industrial, al tiempo que apuesta por el turismo como una de sus principales fuentes de ingresos, un sector que ya comenzaba a ser pr¨®spero antes del estallido de la guerra en 1992. Los grupos de turistas, incluidos jubilados espa?oles, que comienzan a recorrer los centros hist¨®ricos de Sarajevo o de Mostar, como excursiones opcionales desde la vecina costa croata, suponen una inmensa alegr¨ªa en un pa¨ªs que vivi¨® una inesperada pesadilla en la primera mitad de los noventa, despu¨¦s de haber organizado los Juegos Ol¨ªmpicos de Invierno en 1984. Cuando se le pregunta a Fern¨¢ndez de Lis por las razones que le llevaron, a sus 48 a?os, a cambiar durante una temporada un puesto ejecutivo en el Banco de Espa?a por un destino en Sarajevo, contesta de un modo muy similar a muchos otros espa?oles que han vivido en Bosnia. "Aquella guerra me desgarr¨®, fue de alg¨²n modo el conflicto que marc¨® a nuestra generaci¨®n y cre¨ª que val¨ªa la pena echar una mano en la posguerra. Junto a este motivo sentimental, me interesaba tambi¨¦n comprender las causas que derivaron en el espanto, en el horror; sent¨ªa una curiosidad intelectual por intentar comprender lo que sucedi¨® aqu¨ª".
Esa pasi¨®n por un pa¨ªs
bell¨ªsimo, poblado por gentes mestizas, en una frontera de siglos entre el cristianismo y el islam, entre los eslavos y los mediterr¨¢neos, con un pasado tan turbulento que Winston Churchill lleg¨® a decir que los Balcanes generaban m¨¢s historia de la que eran capaces de digerir, se halla en la ra¨ªz del deseo de muchos espa?oles de colaborar con Bosnia. Desde las siete mujeres que integran la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n en Sarajevo hasta el juez Jos¨¦ Ricardo de Prada, destinado en un tribunal internacional de cr¨ªmenes de guerra, pasando por los profesores de espa?ol o por los militares y guardias civiles que se han casado con bosnias, una l¨ªnea de generosidad recorre el esp¨ªritu que ha animado a estos compatriotas a levantar un pa¨ªs que hace unos a?os les resultaba totalmente ajeno. Espa?a ha protagonizado en Bosnia-Herzegovina su m¨¢s arriesgada y ambiciosa misi¨®n internacional, la que ha servido adem¨¢s de ensayo para posteriores despliegues en Kosovo, en Afganist¨¢n o en L¨ªbano. Por otra parte, las caracter¨ªsticas de los conflictos balc¨¢nicos y un tipo de presencia tan diversa han creado unas curiosas relaciones entre esta generaci¨®n de espa?oles en Bosnia y han alumbrado extra?os compa?eros de viaje unidos por un peculiar patriotismo. Casos de objetores de conciencia que terminaron trabajando para organismos internacionales o amistades entre oficiales de la Legi¨®n y m¨¦dicos de ONG no han sido fen¨®menos extra?os.
Despu¨¦s de 15 a?os de
trabajo en la Audiencia Nacional, el juez Jos¨¦ Ricardo de Prada, con una arraigada vocaci¨®n internacionalista, decidi¨® que iba a optar a una plaza en la Corte de Estado de Bosnia-Herzegovina, una instituci¨®n reciente que incluye la presencia de algunos magistrados extranjeros. En la sala dedicada a cr¨ªmenes de guerra presta sus servicios este juez locuaz e ir¨®nico que lleg¨® "por el deseo de una experiencia nueva, de vivir en un pa¨ªs que sufri¨® una guerra inesperada e inexplicable, de querer ayudar y comprender". Para De Prada, "la reconstrucci¨®n f¨ªsica y econ¨®mica del pa¨ªs ha recibido un impulso extraordinario en los ¨²ltimos a?os, pero la normalizaci¨®n pol¨ªtica a¨²n deja mucho que desear".
Apasionado, como tantos otros espa?oles que han vivido en Bosnia, por la tormentosa y fascinante historia yugoslava, el juez se pregunta: "?Es sostenible un pa¨ªs donde todo es tripartito entre bosniomusulmanes, croatas y serbios? ?Hasta cu¨¢ndo podr¨¢n mantener la ONU y la UE un protectorado en el que los bosnios han terminado por sentirse c¨®modos? Los ingredientes que desencadenaron la guerra de 1992 siguen presentes, lo que ha desaparecido son los detonantes. Entre todos hemos desactivado el conflicto, pero las causas siguen latentes".
La carretera entre Sarajevo y Mostar serpentea a lo largo de 150 kil¨®metros, paralela al r¨ªo Neretva y flanqueada por monta?as escarpadas que han sido testigos de tres guerras durante el siglo XX. A mitad de camino, el pueblo de Jablanica, escenario de batallas de los partisanos contra los alemanes en la II Guerra Mundial y del fuego cruzado entre croatas y musulmanes en el conflicto de los a?os noventa, representa una par¨¢bola de todo el pa¨ªs. Y un recuerdo para las tropas espa?olas, que levantaron un improvisado cuartel en el campo de f¨²tbol y perdieron aqu¨ª a algunos de sus hombres en 1993.
Montse Zamorano era
todav¨ªa una ni?a cuando uno de sus familiares recorri¨® esta ruta escoltando convoyes de ayuda humanitaria. Poco pod¨ªa imaginar esta licenciada en Filolog¨ªa Hisp¨¢nica y especialista en ense?anza de espa?ol para extranjeros que a sus 26 a?os iba a impartir clases en la Universidad de Mostar Este, la zona de mayor¨ªa musulmana. "Desde que llegu¨¦, en el oto?o de 2005, he notado cambios graduales en la reconstrucci¨®n de la ciudad, aunque es bien cierto que la gente cruza poco los puentes que separan a los croatas de los musulmanes. En parte son los recuerdos de la guerra, y en parte, que cada cual se siente m¨¢s a gusto en su barrio. Para los j¨®venes universitarios, la guerra significa un recuerdo lejano, y aquello que les preocupa de verdad son las modas de la ropa y los ¨¦xitos musicales del momento". Esta lectora de espa?ol ha visto ya una Mostar muy rehabilitada, gracias a la ayuda de muchos pa¨ªses, entre ellos Espa?a. Sin embargo, todav¨ªa se aprecian las terribles huellas de los combates m¨¢s fieros que se libraron en la guerra de Bosnia, barrio a barrio, casa a casa, en una lucha que destruy¨® en una brutal met¨¢fora todos los puentes, incluido el bell¨ªsimo Stari Most (el puente viejo), construido en 1566 por arquitectos turcos. Antiguo destino tur¨ªstico, Mostar recupera su atractivo para los visitantes, y sus j¨®venes saltadores, que fueron famosos en la antigua Yugoslavia, se lanzan a las brillantes y verdes aguas del Neretva por unas monedas.
A pocos kil¨®metros de Mostar, junto al aeropuerto y la f¨¢brica de helic¨®pteros que fueron l¨ªnea de confrontaci¨®n, se llega al nacimiento del r¨ªo Buna, una deslumbrante cascada de agua que surge de una cueva en un paisaje id¨ªlico. Resulta muy dif¨ªcil imaginar que la gente se matara con sa?a en un entorno tan hermoso. Pero as¨ª fue. Tres restaurantes se asoman al bravo r¨ªo y uno de ellos exhibe un r¨®tulo que lo dice todo: "La Vida". Sus due?os son Jes¨²s Galindo, de 32 a?os, y Amra Askraba, de 21, que espera un hijo. La biograf¨ªa de este hostelero, c¨®nsul honorario de Espa?a en Mostar, puede convertirse en ejemplo de la implicaci¨®n de nuestro pa¨ªs en su misi¨®n de paz m¨¢s larga. Jes¨²s lleg¨® aqu¨ª como encargado del suministro de comida para las tropas espa?olas en Mostar, y ahora apuesta por quedarse como empresario. "Los ej¨¦rcitos se marchan y los bosnios han de aprender a generar nuevos recursos, a terminar con la cultura de la subvenci¨®n. Estoy convencido de que Bosnia-Herzegovina progresar¨¢, y por eso he decidido instalarme aqu¨ª con mi mujer". Inquieta y emprendedora, esta pareja no se conforma s¨®lo con su restaurante, y ha montado una firma de importaci¨®n y exportaci¨®n y una agencia de viajes. Cuando se pierden en el precioso casco antiguo de Mostar, camino de su casa, la alegr¨ªa de las terrazas llenas de gente borra de alg¨²n modo las todav¨ªa visibles huellas de la guerra. "Este pa¨ªs saldr¨¢ adelante", proclama Jes¨²s.
Ense?ar espa?ol en Bosnia
Montse Zamorano. Profesora de espa?ol en la Universidad de Mostar Este desde 2005. Naci¨® en Lleida en 1981.
Poco despu¨¦s de obtener su titulaci¨®n en Filolog¨ªa Hisp¨¢nica, se especializ¨® en ense?anza de espa?ol para extranjeros y comenz¨® a buscar alguna plaza de lectora en alguna universidad de Europa central u oriental. Pidi¨® destino en Sarajevo, pero la plaza de Mostar se qued¨® libre antes. Da clases a una treintena de alumnos que se interesan por el castellano, bien porque vivieron como refugiados en ciudades espa?olas o bien porque est¨¢n entusiasmados con los culebrones latinoamericanos que emiten las televisiones bosnias. "Ser¨ªa muy importante que el Instituto Cervantes abriera un centro en Sarajevo para consolidar la presencia cultural espa?ola en Bosnia", comenta.
Romance de amor
Mario Torre, nacido en Le¨®n hace 35 a?os, est¨¢ casado con Dzemila Tukulj, de 32, a la que conoci¨® en una oficina de la ONU en la ciudad bosnia de Tuzla. Mirsha, de siete meses, naci¨® en Sarajevo.
Mario Torre pertenece a esa nueva generaci¨®n de la Guardia Civil que participa en misiones en el extranjero, j¨®venes que hablan idiomas y que buscan horizontes vitales m¨¢s amplios. Como escolta de Carlos Westendorp, en Bosnia; o de Francesc Vendrell, en Afganist¨¢n, ambos, altos cargos de la ONU, Mario Torre conoci¨® de cerca esos conflictos. "Es guapo el guardia espa?ol", le dijo una amiga a Dzemila, int¨¦rprete bosnia, cuando contrataron a Mario en una sede de la ONU. "Me gust¨® el car¨¢cter de la gente de Bosnia", recuerda Mario, que hoy est¨¢ destinado en Sarajevo. Se casaron y naci¨® su hijo Mirsha.
La reconstrucci¨®n econ¨®mica
Directivo del Banco de Espa?a, Santiago Fern¨¢ndez de Lis, madrile?o de 48 a?os, asesora al Banco Central de Bosnia.
Este economista ilustrado y de vocaci¨®n internacionalista decidi¨® un d¨ªa que le apetec¨ªa ayudar a la recuperaci¨®n de un pa¨ªs "que hab¨ªa sufrido mucho durante los a?os de la guerra". Como todos los expertos, opina que el futuro de Bosnia-Herzegovina pasa por el ingreso en la UE, aunque es consciente de que hay un largo camino por delante. "Los bosnios contemplan como un modelo la integraci¨®n de Espa?a en Europa y han valorado mucho la ayuda prestada por nuestro pa¨ªs". Fern¨¢ndez de Lis anima a las empresas espa?olas a invertir en un lugar que "antes o despu¨¦s, tendr¨¢ que dejar de ser un protectorado, que deber¨¢ mirar hacia delante y no hacia atr¨¢s".
Perseguir a los criminales de guerra
Jos¨¦ Ricardo de Prada (Madrid, 1957). Juez de la Audiencia Nacional destinado en un tribunal internacional en Bosnia.
Este magistrado pasea por Sarajevo como si fuera su casa. Su implicaci¨®n con la causa de la justicia en la posguerra lo ha llevado a amar Bosnia m¨¢s all¨¢ de las motivaciones profesionales. "La guerra est¨¢ todav¨ªa muy presente en este pa¨ªs, como no pod¨ªa ser de otro modo despu¨¦s de un conflicto tan brutal que cost¨® decenas de miles de vidas y alcanz¨® grados de crueldad desconocidos en Europa desde la II Guerra Mundial". Se felicita el juez de la cooperaci¨®n espa?ola, que "ha dedicado mucho dinero y mucha gente a ayudar a un pa¨ªs destrozado en la primera operaci¨®n de mantenimiento de la paz a gran escala que se ha desarrollado en el mundo".
Los ¨²ltimos de Mostar
Teniente coronel Juan Pons. Nacido en Massanassa (Valencia) en 1955, ha dirigido la repatriaci¨®n del ¨²ltimo contingente de tropas.
Despu¨¦s de 15 a?os de presencia en Bosnia-Herzegovina, primero bajo mandato de la ONU y m¨¢s tarde de la OTAN, los ¨²ltimos soldados espa?oles abandonaron la base multinacional del aeropuerto de Mostar a finales del pasado mes de junio. El teniente coronel Pons dirigi¨® la repatriaci¨®n de "los ¨²ltimos de Mostar" satisfecho de la tarea desarrollada por unos 35.000 soldados espa?oles integrados en 32 agrupaciones que se han relevado desde 1992. "Bosnia siempre estar¨¢ en nuestro coraz¨®n. Ha sido la escuela para las misiones de paz que vinieron despu¨¦s y aqu¨ª murieron 20 compa?eros nuestros. El Ej¨¦rcito se implic¨® en la tarea y eso mejor¨® nuestra imagen".
Cooperaci¨®n con nombre de mujer
De izquierda a derecha: Marta Ballestero, Eva Su¨¢rez, Isabel Lorenzo, Aitziber Echeverr¨ªa, Cristina Guti¨¦rrez y Blanca Y¨¢?ez, t¨¦cnicas de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional (AECI), junto a la Embajada en Sarajevo.
Abogadas, m¨¦dicas o periodistas, las seis espa?olas que integran la oficina t¨¦cnica en los Balcanes de la AECI sucumbieron a la atracci¨®n por esta regi¨®n de Europa oriental, convulsa y misteriosa. Ninguna de ellas vivi¨® en Bosnia durante la guerra, pero todas se sintieron sacudidas por aquella tragedia desde sus confortables vidas en Valladolid, Barcelona o Granada. Optimistas sin llegar a ser ilusas; volcadas en el trabajo, pero amantes de la fiesta; nost¨¢lgicas de su tierra, pero internacionalistas convencidas, estas mujeres representan la voluntad de la sociedad espa?ola de seguir colaborando con su pa¨ªs de acogida.
Apuesta empresarial
Jes¨²s Galindo, de 32 a?os, y Amra Askraba, de 21. Empresarios. Son due?os de un restaurante y una agencia de viajes.
Curs¨® Biol¨®gicas y m¨¢s tarde Tecnolog¨ªa de Alimentos, de manera que, como dice con mucho humor, este joven empresario manchego estudi¨® primero c¨®mo eran los bichos y m¨¢s tarde aprendi¨® a com¨¦rselos. Despu¨¦s de una temporada dedicado a organizar el catering para las tropas espa?olas, se enamor¨® de Amra y ambos decidieron apostar por el futuro de Bosnia. Un restaurante junto al nacimiento del r¨ªo Buna, una agencia de viajes en Mostar y una firma de importaci¨®n y exportaci¨®n de productos bosnios y espa?oles demuestran que est¨¢n dispuestos a que su pr¨®ximo hijo crezca en el pa¨ªs de su madre.
Una cuesti¨®n de Estado
Jos¨¦ Mar¨ªa Castroviejo. Embajador de Espa?a en Bosnia. Gallego de 65 a?os. Estuvo destinado en Turqu¨ªa y Tanzania.
No duda este veterano diplom¨¢tico en calificar de "cuesti¨®n de Estado" la actuaci¨®n de Espa?a en los Balcanes desde comienzos de los noventa, desde el estallido de las guerras. Los Gobiernos se han sucedido en Madrid, han mandado los socialistas y los populares, pero el compromiso de colaboraci¨®n con Bosnia y m¨¢s tarde con Kosovo se ha mantenido. "La inmensa mayor¨ªa de los espa?oles ha respaldado y respalda esta misi¨®n, que ha sido la operaci¨®n internacional m¨¢s importante de nuestro pa¨ªs en las ¨²ltimas d¨¦cadas", se?ala el embajador, que ha logrado fondos espa?oles para la rehabilitaci¨®n de la Biblioteca de Sarajevo.
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