Islamistas y laicos, unidos en Pakist¨¢n contra Musharraf
La oposici¨®n confluye en su objetivode desalojar del poder al general tras el sangriento asalto de la Mezquita Roja
"Hubiera deseado morir como m¨¢rtir", conf¨ªa, antes de estallar en sollozos, Rizeena Kouser, una estudiante de la madraza femenina de la Mezquita Roja de Islamabad. A sus 20 a?os, Rizeena es apenas una mirada enmarcada en el negro del burka que la cubre de la cabeza a los pies, pero su desesperaci¨®n dice m¨¢s de la profunda crisis que vive Pakist¨¢n en v¨ªsperas del 60? aniversario de su independencia, que muchos an¨¢lisis pol¨ªticos. Su fanatismo, su falta de horizontes o de empat¨ªa con el resto del mundo son fruto de la ambivalencia con la que Pervez Musharraz ha abordado el extremismo isl¨¢mico. Ahora, el general presidente afronta su momento de la verdad.
"Musharraf tiene que irse", coinciden en se?alar tanto los pol¨ªticos de la oposici¨®n liberal como los partidos religiosos. La misma coletilla se oye en las asambleas de abogados, convertidas en punta de lanza de un movimiento popular espont¨¢neo contra el Gobierno militar. El asalto este mes de la Mezquita Roja, donde un grupo de islamistas radicales se hab¨ªa hecho fuerte y que se sald¨® con 102 muertos reconocidos oficialmente, se ha convertido en un punto de inflexi¨®n.
"Hay una extendida sensaci¨®n de injusticia y la gente est¨¢ harta", dice Ahmed Rashid
"Podr¨ªa ser un punto de inflexi¨®n si el Gobierno se sentara a hablar con los partidos pol¨ªticos para formar un gran pacto nacional, pero no quiere hablar con nadie", asegura esc¨¦ptica Asma Jahangir, presidenta de la Comisi¨®n de Derechos Humanos. "Es un mero superviviente, representa al estamento militar y los militares tienen su agenda: se han pasado 50 a?os gobernando con el pretexto de Cachemira y se quieren pasar los 50 siguientes con la excusa de la amenaza talib¨¢n", resume.
"El problema de Pakist¨¢n es Musharraf, no los talibanes. Sabemos c¨®mo lidiar con ellos. Lo hemos hecho antes. Est¨¢ enga?ando al mundo", se?ala Aseff Ahmad Al¨ª, ex ministro de Exteriores y destacado bar¨®n del Partido del Pueblo de Pakist¨¢n (PPP), hoy en la oposici¨®n. "Estamos perplejos de que el mundo le respalde como un redentor", afirma, a pesar de los rumores de que la l¨ªder del PPP, Benazir Bhutto, est¨¢ negociando con el general para poder regresar del exilio. "Es verdad que hemos mantenido contactos, pero no hay ning¨²n acuerdo", precisa Al¨ª.
Incluso los islamistas de Jamaat-e Islami (JI), el principal partido de la coalici¨®n MMA que ha apoyado a Musharraf hasta ahora, est¨¢n de acuerdo con la oposici¨®n liberal en la necesidad de un Gobierno civil. "Sus pol¨ªticas est¨¢n poniendo a nuestro Ej¨¦rcito y a nuestra gente en la l¨ªnea de fuego; por eso debe irse", se?ala Abdul Ghaffar Aziz, responsable de relaciones externas de JI. En su opini¨®n, el general no puede cancelar ahora las elecciones previstas para este a?o "porque la gente se echar¨ªa a la calle".
Para el antiguo embajador y comentarista pol¨ªtico Tariq Fatemi, el giro se produjo el 9 de marzo con la destituci¨®n del presidente del Tribunal Supremo, que desat¨® un movimiento c¨ªvico sin precedentes en favor del juez, finalmente restituido, y de la independencia judicial. "Desde ese d¨ªa, Musharraf s¨®lo ha sumado errores; la diferencia es que tras el de la Mezquita Roja sabemos d¨®nde estamos porque el Gobierno ha cruzado una l¨ªnea en la arena", explica.
Ahora hay dos visiones, la de quienes propugnan aprovechar la ocasi¨®n para parar los pies a los extremistas de una vez por todas, y la de quienes creen que la v¨ªa militar no es suficiente. "Hay que abrir el di¨¢logo a todos los partidos e iniciar un proceso de reconciliaci¨®n que permita consensuar qui¨¦n es terrorista y en qu¨¦ clase de guerra contra el terrorismo debemos participar", resume Fatemi.
"Hay una extendida sensaci¨®n de injusticia y la gente est¨¢ harta", observa el analista Ahmed Rashid. "Es verdad que en estos a?os ha llegado mucho dinero, de Estados Unidos y de inversores ¨¢rabes, pero no se ha distribuido, no se han construido infraestructuras; todo ha ido a parar a los militares y a sus asociados", a?ade. En su opini¨®n, la petici¨®n de justicia que subyace en las manifestaciones islamistas en favor de la shar¨ªa (ley isl¨¢mica) es la misma que ha alentado las protestas de la clase media reclamando la reposici¨®n del juez del Supremo y el Estado de derecho.
"No se puede matar a la gente s¨®lo porque lleve burka", se?ala gr¨¢ficamente Jahangir, que, por otro lado, cree que Musharraf no tiene credibilidad para llevar a cabo una transformaci¨®n m¨¢s profunda mientras tenga a su lado a personas que defienden la yihad (guerra santa), como Eza ul Haq, ministro de Asuntos Religiosos e hijo del dictador Zia ul Haq. Esta defensora de los derechos humanos admite que "el gobierno civil no es la soluci¨®n a todos los problemas de Pakist¨¢n, pero es el ¨²nico modo de empezar a cambiar las cosas".
S¨®lo entonces personas como Rizeena tal vez sientan que su pa¨ªs les ofrece oportunidades por las que merece la pena vivir. Entretanto, las promesas del para¨ªso seguir¨¢n encontrando un terreno abonado entre millones de j¨®venes paquistan¨ªes sin acceso a educaci¨®n o sanidad p¨²blica.
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