Kaixo y adi¨®s al 'fiu'
Las fiestas ya no son lo que eran. Ni los blusas ni el Gargant¨²a y las figuras de la baraja sirven para diferenciarse. Parece como si todos nos imitaran. En cambio, los gasteiztarras "de toda la vida" -de esos que nadie conoce m¨¢s de una docena- s¨ª que saben. Sus hijos siguen estudiando en Nueva Zelanda o Estados Unidos, hacen agujeros en la pared con sus tarjetas de cr¨¦dito y los tel¨¦fonos de ¨²ltima generaci¨®n... Y, por si fuera poco, navegan mejor que Juan Sebasti¨¢n Elcano... Se manejan de maravilla en Dubl¨ªn y Par¨ªs, pero no creen que eso sea la vida. Mientras, La Blanca, no s¨®lo el Deportivo Alav¨¦s o eso que llaman Krea, es lo que nos consuela.
Depende, porque nunca se sabe... En un lugar de Polinesia, concretamente en las islas de la Sociedad, donde no les suena de nada el Canciller Ayala ni Piterman, y tampoco han visitado en su vida el Artium ni se han sacado una foto con el paseante Giacometti, existe una palabra que conviene conocer: fiu. Encierra todo lo que antes, y a¨²n en nuestros d¨ªas, se expresa en la vieja Europa como tedium vitae. ?Qu¨¦ cosas! ?Es que puede ser aburrido el para¨ªso incluso para sus abor¨ªgenes? Si Sabino se quitara la boina, posiblemente se preguntar¨ªa: ?c¨®mo pueden sentir, en un paisito tan incomparable y arcaico, el cansancio de la vida, el hartazgo de situaciones laborales (sin contratos basura ni salarios a la rumana) y hasta personales? Con esa gente, nunca haremos patria, sentenciar¨ªa.
Ni los 'blusas' ni el Gargant¨²a y las figuras de la baraja sirven para diferenciarse. Parece como si todos nos imitaran
Pues s¨ª, un polinesio (que no conoce el kalimotxo ni los pa?uelos rojos -de fiesta- o a cuadros -de trabajo- y tampoco el bombo) tambi¨¦n puede despertarse fiu un buen d¨ªa. Lo que ocurre es que lo anula r¨¢pido. Y no quiero insinuar que mediante el vino con cola o el jariguayqueguay, que han devastado tambi¨¦n lo suyo en aquel ed¨¦n. No, el polinesio aburrido juega a que no puede m¨¢s a sabiendas de que ma?ana saldr¨¢ el Sol, aunque su ide¨®logo particular se haya ido con nocturnidad a veranear en Marbella y tenga segundos ladrillos en la Rioja Alavesa. Juega a abatirse unos momentos, porque tampoco es que ya sea como anta?o (rosario, procesi¨®n, dianas, toros, paseo, helado italiano, barracas, zarzaparrilla y pasodobles verbeneros... eso s¨ª, con mucho codo de por medio). Hasta la llegada de los navegantes dieciochescos, el tahitiano, acometido de fiu, abandonaba familia y poblado y, seg¨²n los casos, hasta cambiaba de islote (claro est¨¢, si no le ped¨ªan papeles miel sobre coco). Se iba a otra fiesta en su piragua (aunque si beb¨ªa no remaba, era otra ley no escrita) y ah¨ª volv¨ªa a empezar hasta sacudirse su fiu.
Tampoco los hawaianos, con su paisito cambiado y su Arcadia tan mezclada, pueden permitirse actualmente el lujo del fiu. Tienen que apencar con el calendario laboral. Si acaso, en la isla de Niihau es donde a¨²n se mantiene un cierto tipo de vida tradicional, pero en el resto de Hawai uno vale lo que su cartera. No hay que darse una vuelta por la playa de Waikiki para darse cuenta de la quiebra del para¨ªso. Con todo el espacio existente en el oc¨¦ano Pac¨ªfico, Waikiki -en b¨¢rbaro rima mejor- juega la carta de un ed¨¦n apelmazado de gentes y coches. Una nueva hamburguesa coronada con una sombrilla de pi?a donde enjambres de forasteros van a buscar, una y otra vez, la caricatura de lo que vieron en televisi¨®n hace a?os. Lo saben, pero les da lo mismo. Quieren que les cuelguen una guirnalda de flores o una pegatina del PSN-Bai y suelen aprender pronto la palabra aloha, que significa ongi etorri y agur en una pieza. As¨ª son las fiestas de ayer y de siempre, en Estella o en la capital... vasca: kaixo y adi¨®s -tal vez por unos d¨ªas- al paralizante fiu.
Y, con estas l¨ªneas de sabor local, con brochazos de trazo grueso y tonillo chill¨®n, les decimos color¨ªn, colorado, que las fiestas se acaban.
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