El Lawrence de Arabia de Napole¨®n
El enigm¨¢tico Lascaris trat¨® de unir a los beduinos contra turcos e ingleses
Estas eran sus instrucciones secretas: partir para Alepo, encontrar un fiel dragom¨¢n y gu¨ªa, perfeccionarse en la lengua ¨¢rabe, viajar a Palmira, introducirse entre los beduinos, conocer a todos los jeques y ganarse su amistad, reunirlos en una misma causa, hacerles romper cualquier pacto con los turcos, reconocer todo el desierto, marcar los pozos de agua y las rutas. Una total inmersi¨®n, como se ve, en los peligros y ardores de Arabia.
No se trata, aunque lo parezca, de la misi¨®n de T. E. Lawrence, Lawrence de Arabia -"Pas¨¦ a Arabia para observar y sopesar a sus grandes hombres" (Los siete pilares de la sabidur¨ªa)-, sino la que le encomend¨® Napole¨®n a un personaje no menos apasionante: el chevalier Lascaris de Vintimille, otro so?ador diurno, de aquellos que ejecutan sus sue?os con los ojos abiertos. Los esfuerzos de Lascaris no sirvieron en ¨²ltima instancia de nada, y adem¨¢s acab¨® olvidado.
Muri¨® en El Cairo, insuflando sue?os de hero¨ªsmo a Ismail Pach¨¢. Se sospecha que fue envenenado
Sus aventuras son, con las cargas de Lasalle y los pechos de Paulina, de lo mejor de la era napole¨®nica
Lo que es sin duda injusto, pues en las aventuras de Lascaris, seguramente de lo m¨¢s estupendo que nos ha dejado la epopeya napole¨®nica junto a las cargas de caballer¨ªa del h¨²sar Lasalle y los pechos de m¨¢rmol de Paulina, no s¨®lo hay maravillosas galopadas en camello entre las dunas anaranjadas, sino mamelucos y momias (Lascaris se relacion¨® con Drovetti y su rival Henry Salt, ambos pioneros de la egiptolog¨ªa), y tambi¨¦n el af¨¢n de crearse un reducto en la remota Dongola, un anhelo que remite, por supuesto, a Kipling y El hombre que quiso ser rey.
Lascaris contin¨²a siendo en buena parte un misterio. Durante a?os, en gran medida por la desmitificadora biograf¨ªa de Auriant La vie du chevalier Th¨¦odore Lascaris ou l'imposteur malgr¨¦ lui (Gallimard, 1940), se le consider¨® un bluff, un infeliz cuya pat¨¦tica y miserable existencia errante envolvieron otros, especialmente Lamartine -que fue quien difundi¨® su historia en su Souvenirs d'Orient-, en oropeles de romanticismo y aventura ¨¦x¨®tica: una creaci¨®n literaria; en suma, una ficci¨®n. Sin embargo hoy parece probado que fue un agente secreto a las ¨®rdenes de Bonaparte implicado en el Gran Juego y que puso a punto una Revuelta ?rabe avant la lettre.
El corso le encarg¨® supuestamente en 1810 preparar el terreno para un ataque a la India brit¨¢nica por tierra. La idea era enviar un ej¨¦rcito de 100.000 hombres (una Grande Arm¨¦e de las arenas) a trav¨¦s de Siria, Mesopotamia y Persia. El agente Lascaris, en un incre¨ªble paralelismo con lo que luego har¨ªa Lawrence con Feisal, deb¨ªa unir a los beduinos en torno a un solo jefe para facilitar las cosas a los militares franceses. Nuestro hombre, que pas¨® cinco a?os recorriendo el desierto disfrazado y viviendo aventuras asombrosas -las cuenta en sus memorias el que fue su compa?ero, el joven sirio Fathallah Sayigh (v¨¦ase la nueva y esclarecedora traducci¨®n del ¨¢rabe a cargo de Joseph Chelhod, Le d¨¦sert et la gloire, Gallimard, 1991)-, tuvo ¨¦xito en su ardua misi¨®n, pero s¨®lo para encontrarse al final con la derrrota de su patr¨®n en Europa y el derrumbe de los sue?os de Bonaparte de conquistar Oriente, cual nuevo Alejandro. Lascaris muri¨® en El Cairo, donde el viejo agente hab¨ªa hallado refugio como preceptor del segundo hijo de Mehemet Al¨ª, Ismail Pach¨¢, al que se dedic¨® a insuflar sue?os de aventura y hero¨ªsmo. Parece que falleci¨® de disenter¨ªa. Pero se sospecha que le envenenaron el caf¨¦.
El citoyen Lascaris (Niza, 1774-El Cairo, 1817) descend¨ªa a trav¨¦s de los condes de Vintimille de los emperadores de Bizancio, nada menos. Cuando aparece en la historia le encontramos como caballero de Malta defendiendo -es un decir- la isla contra Bonaparte. La primera menci¨®n oficial que tenemos del aventurero -el 3 de frimario del X (24 de noviembre de 1801)- no es muy prometedora. Aparece as¨ª en la correspondencia de Napole¨®n: "Lascaris, de los dos hermanos uno est¨¢ loco y el otro ha rehusado alzar las armas contra el ej¨¦rcito y se ha constituido en prisionero". Nuestro Lascaris es el segundo, que inmediatamente se apuntar¨¢ a la expedici¨®n a Egipto, deslumbrado por Bonaparte y decidido a seguirle en calidad de "artista-arquitecto". Tomado el pa¨ªs del Nilo, Lascaris fue dedicado a tareas administrativas, pero al poco empez¨® a confeccionar asombrosos planes de altura geopol¨ªtica ("Citoyen g¨¦n¨¦ral, yo hago proyectos, ¨¦sa es mi patria", escribi¨® a Menou). Se hizo amigo y consejero de Maallem Yacoub, el prestigioso l¨ªder copto, y traz¨® con ¨¦l un plan para crear, con la fuerza de una Legi¨®n Copta, un "establecimiento" profranc¨¦s en Dongola; propuso un dique para el Nilo, la fundaci¨®n de una nueva ciudad, e incluso la independencia de Egipto... La p¨¦rdida del pa¨ªs no desanim¨® a Lascaris. En Francia continu¨® fraguando planes y tratando de interesar en ellos a Napole¨®n. Regres¨® a Oriente para sumergirse en el desierto y salir de ¨¦l convertido en leyenda.
De las dunas te?idas de sangre a la novela y el c¨®mic
"MONSIEUR DE LASCARIS no dorm¨ªa jam¨¢s con nadie". La curiosa anotaci¨®n la encontramos en las memorias de Fathallah Sayigh. El detalle, que parece descartar que su joven acompa?ante significara para Lascaris lo que Dahoum, Farraj y Daud para Lawrence, es propio de un agente experto y desconfiado. Se le conoce a Lascaris al menos una mujer, la desabrida y tenaz Sett'Mariam, y algo parece que hubo con la intr¨¦pida viajera lady Hester Lucy Stanhope, que habla de ¨¦l en sus memorias y seguramente tambi¨¦n era esp¨ªa (inglesa). Lascaris, que adopt¨® para sus andanzas atav¨ªo ¨¢rabe, "iba siempre mal vestido y luc¨ªa una larga barba", nos informa Fathallah. "Hac¨ªa como que no entend¨ªa y gesticulaba de manera que la gente cre¨ªa que estaba loco. A solas se transformaba en un hombre lleno de sabidur¨ªa". Bajo el disfraz de comerciantes viven mil peripecias: los encierran en una mazmorra en Hama, sufren accidentes de camello, presencian grandes batallas contra los otomanos y los wahabitas en las dunas te?idas de sangre, y afrontan el temible sim¨²n, el viento del desierto "que mata como una bala de fusil". Lascaris impresiona a los rwala con trucos de magia, y consigue la alianza de tribus. Un tratado in¨²til.
Lascaris ha encontrado un espacio en la ficci¨®n: aparece en Las aventuras del capit¨¢n Corcoran, de Aollant, protagoniza la hermosa novela Lascaris d'Arabie, de Jean Soublin (Ph¨¦bus, 2006), y es uno de los personajes del c¨®mic L'Histoire secret.
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