Cuesti¨®n de sustancia
Hace dos elecciones presidenciales, la opini¨®n generalizada era que George W. Bush era un tipo simp¨¢tico y honrado. Sin embargo, los que nos dedic¨¢bamos a analizar lo que dec¨ªa sobre estrategia pol¨ªtica llegamos a una conclusi¨®n diferente: que era irresponsable y enormemente deshonesto. Sus cifras no cuadraban y, en sus discursos, ment¨ªa sobre el contenido de sus propias propuestas.
En el quinto a?o de la desastrosa guerra que el se?or Bush emprendi¨® con falsas excusas, est¨¢ claro qui¨¦n ten¨ªa raz¨®n. La mejor forma de juzgar el car¨¢cter de un candidato no son las an¨¦cdotas personales y supuestamente reveladoras que tanto gustan a los informadores pol¨ªticos, sino lo que dice al hablar de estrategia.
?Qu¨¦ dicen los actuales candidatos presidenciales en materia de estrategia pol¨ªtica, y qu¨¦ nos revelan sus palabras?
Ninguno de los principales candidatos republicanos ha dicho nada sustancial sobre estrategia. Si examinamos sus discursos y sus documentos de campa?a, podremos ver mucho gesto de cara a la galer¨ªa, especialmente sobre lo duros que son con los terroristas, pero ni una palabra sobre planes concretos.
Es m¨¢s, tengo la sospecha de que el verdadero motivo por el que casi todos los republicanos est¨¢n tratando de evitar el debate en YouTube es que tienen miedo a que les pregunten sobre estrategia, en vez de invitarles a que se comparen con Ronald Reagan.
?Acaso no acaba de anunciar Rudy Giuliani un plan de salud? No, se ha limitado a mencionar una vaga propuesta de recorte fiscal que, seg¨²n ¨¦l, beneficiar¨ªa a la atenci¨®n sanitaria (la mayor¨ªa de los expertos no est¨¢ de acuerdo). Pero no ha ofrecido detalles de c¨®mo funcionar¨ªa el plan, cu¨¢nto costar¨ªa ni c¨®mo lo financiar¨ªa.
Como ha se?alado Ezra Klein en The American Prospect, Giuliani, en el discurso en el que anunciaba su "plan" -y, dado que no se ha hecho p¨²blico ning¨²n documento estrat¨¦gico, lo ¨²nico a lo que podemos remitirnos es el discurso-, nunca inclu¨ªa el t¨¦rmino "no asegurado". En cambio, s¨ª denunciaba repetidamente la "medicina socializada" en todas sus variantes. En otras palabras, ning¨²n candidato del Partido Republicano supera la prueba de la sustancia.
S¨ª hay sustancia, por el contrario, en el bando dem¨®crata, sometido al ritmo que impone John Edwards. En febrero, Edwards transform¨® el debate sobre la sanidad al proponer un plan que ofrece una forma de aproximarse al seguro universal de salud pol¨ªtica y fiscalmente posible. Sea cual sea el futuro de su candidatura, si alguna vez conseguimos tener cobertura de salud universal en Estados Unidos, habr¨¢ que atribuir gran parte del m¨¦rito a Edwards. Tambi¨¦n ha propuesto John Edwards un prudente y detallado plan de reforma fiscal y varias iniciativas muy serias para combatir la pobreza.
Cuatro meses despu¨¦s de que Edwards anunciara su plan de salud, Barack Obama propuso el suyo, m¨¢s o menos parecido pero menos exhaustivo. Asimismo anunci¨®, igual que Edwards, un plan de lucha contra la pobreza.
Hillary Clinton, en cambio, se ha mostrado evasiva. Transmite la sensaci¨®n de que no existe gran diferencia entre sus posiciones estrat¨¦gicas y las de los dem¨¢s candidatos, pero ofrece pocos detalles concretos. En especial, a diferencia de Edwards y Obama, no ha anunciado ning¨²n plan espec¨ªfico de cobertura de salud universal, ni se ha comprometido de forma expl¨ªcita a sufragar la reforma sanitaria a base de acabar con algunos de los recortes fiscales de Bush.
Para quienes creen que ha llegado el momento de tener cobertura de salud universal, esta falta de detalles resulta inquietante. Es m¨¢s, lo que dijo Hillary Clinton sobre la sanidad durante el debate celebrado por los dem¨®cratas en febrero indicaba que no tiene absolutamente ninguna prisa: "Me gustar¨ªa tener cobertura de salud universal al acabar mi segundo mandato".
El s¨¢bado de la semana pasada, en la Convenci¨®n YearlyKos de Chicago, pareci¨® m¨¢s en¨¦rgica: "La cobertura de salud universal ser¨¢ mi primera preocupaci¨®n de pol¨ªtica interior como presidenta". ?Pero representa eso un verdadero cambio de actitud? Es dif¨ªcil de saber, porque no ha explicado c¨®mo quedar¨ªan cubiertos los que carecen de seguro.
Y, aunque uno crea la afirmaci¨®n de Hillary Clinton de que nunca se dejar¨ªa influir por el dinero de los grupos de presi¨®n -una frase que provoc¨® abucheos entre la muchedumbre que la escuchaba en Chicago-, existen motivos para preocuparse por las grandes contribuciones que recibe de los sectores farmac¨¦utico y de seguros. ?Est¨¢n limit¨¢ndose a apostar por la favorita, o est¨¢n apoyando a la candidata dem¨®crata que menos probabilidades tiene de perjudicar sus intereses?
Todos los candidatos dem¨®cratas son elocuentes y est¨¢n bien preparados. Es f¨¢cil imaginar a cualquiera de ellos como presidente. Ahora bien, despu¨¦s de lo ocurrido en el a?o 2000, me preocupa que Hillary Clinton d¨¦ muestras de tener una aversi¨®n casi republicana a hablar de cosas sustanciales.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa de la Universidad de Princeton. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. ? The New York Times, 2007.
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