Dos homenajes de otro grande
Esta oportuna reedici¨®n viene a conmemorar el centenario del mallorqu¨ªn Lloren? Villalonga (1897-1980), que ya hab¨ªa conmemorado a su tiempo el del gran Marcel Proust (1870-1922) con estos sendos pastiches, publicados en 1971 en una breve edici¨®n en sus Cuadernos Anagrama, con dos errores -llamarle "Lorenzo" por error como nombre propio en lugar del catal¨¢n (balear) "Lloren?" y hablar de pastiches abusivamente, pues se trata de dos homenajes espl¨¦ndidos, m¨¢s que de otra cosa-, aunque hay que advertir que la edici¨®n m¨¢s completa de Todos los cuentos de Villalonga es la que nos proporcion¨® Mondadori (1986-1988) en traducci¨®n de Jaume Pomar, el gran bi¨®grafo final del autor de Bearn, una de las grandes novelas de la literatura espa?ola del pasado siglo, autor adem¨¢s de una gran obra dispersa -15 novelas, m¨¢s 10 piezas teatrales, otros libros de cuentos y algunas otras m¨¢s-, magistral y todav¨ªa incompleta, en catal¨¢n y castellano, varias veces iniciada y varada en su tercer volumen desde 1998.
DOS PASTICHES PROUSTIANOS
Lloren? Villalonga
Anagrama. Barcelona, 2007
100 p¨¢ginas. 11,50 euros
Hijo de una buena familia mallorquina, su vocaci¨®n le llev¨® a especializarse en psiquiatr¨ªa para terminar como subdirector del manicomio de Palma de Mallorca. Dirigi¨® la revista Brisas, donde public¨® una primera novela sat¨ªrica en catal¨¢n, Mort de Dama (1931), aunque desde posiciones bastante anticatalanistas, que casi coincidi¨® con la tambi¨¦n sat¨ªrica de su hermano Miguel, capit¨¢n del Ej¨¦rcito franquista, Miss Giacomini (1935), que tuvo un buen ¨¦xito entonces. Durante la Guerra Civil fue falangista, pero su escepticismo le llev¨® a un afrancesamiento volteriano, publicando piezas teatrales bajo el mito (ciclo) de Fedra, hasta que public¨® su obra maestra, Bearn o la sala de las mu?ecas (1964), que concurs¨® sin ¨¦xito al Nadal (lo gan¨® El Jarama) y as¨ª pudo rechazar las acusaciones de influjo del Gatopardo, que llovieron sobre ¨¦l cuando se public¨® en catal¨¢n obteniendo el Premio de la Cr¨ªtica, demostrando que se hab¨ªa publicado antes en castellano y por cierto con un pr¨®logo de Cela, que le acusaba de jud¨ªo (chueta, en mallorqu¨ªn), provocando la ruptura entre ambos escritores.
Pues Villalonga prosigui¨®, en catal¨¢n o en castellano, seg¨²n los casos, una carrera brillante, llena de humor, y un escepticismo repleto de lecturas francesas desde el siglo de las luces hasta nuestros d¨ªas. Aunque su ¨²ltima novela en catal¨¢n, de 1975, fue Un verano en Mallorca, adaptaci¨®n de su obra teatral Silvia Ocampo, que es una de las mejores. Sin olvidar La novela de Palmira, Falsas memorias de Salvador Orlan y Las furias, aparte de sus estampas teatrales recogidas en Disparates.
Villalonga dej¨® tambi¨¦n una biograf¨ªa de Chateaubriand y puso una mano en la autobiograf¨ªa de su hermano Miguel. Fue un escritor conservador, a quien le salv¨® su esencial relativismo, su creencia de que "no hay m¨¢s para¨ªsos que los perdidos", en frase de Proust, al que se rinden dos magn¨ªficos homenajes en este peque?o libro. El primero, que se supone ser una carta de Marcel a su administrador pidi¨¦ndole que venda un coche de lujo -un De Dion. Bouton-, y en el otro recuerda una visita de su personaje Charlus a Bearn. Una gran obra maestra, o dos por el precio de una.
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