"Estamos comiendo gracias a Juan"
Un prejubilado espa?ol que se encontraba en Pisco visitando a familiares se convierte en el l¨ªder de los que buscan ayuda
"?Juan, venga, que tenemos un problema!". Los vecinos, apelotonados ante la manguera de un cami¨®n de reparto de agua potable, piden a un hombre que acuda a ayudarlos ante la actitud amenazante de un biso?o soldado claramente nervioso y armado con un subfusil. Segundos despu¨¦s, el militar tiene ante s¨ª a un individuo robusto, con bigote, vestido con una cazadora que reza Harley Davidson y tocado con un sombrero. El hombre advierte: "Soy espa?ol y como des problemas, te pongo una denuncia que te vas a enterar". El soldado se aparta y prosigue el reparto. El otro se retira lentamente mientras los vecinos le palmean la espalda.
El se?or Juan, como le llaman en Pisco, es en Espa?a Juan R¨ªos Plaza, un trabajador prejubilado del Metro de Barcelona a quien la casualidad ha convertido en cuesti¨®n de d¨ªas en el l¨ªder de una extensa familia pisque?a -los Rivas- y de sus vecinos de barrio, que reconocen que su aplomo, desparpajo y acento espa?ol est¨¢n ayudando decisivamente a conseguir ayuda.
"Los ni?os chillaban y se o¨ªa a la gente pedir auxilio", dice Nelly, la esposa de Juan
Casado desde hace 15 a?os con Nelly Rivas Zuloaga, una pisque?a nieta de vasco, Juan R¨ªos visitaba por primera vez Pisco cuando el pasado mi¨¦rcoles la naturaleza le coloc¨® en una situaci¨®n que jam¨¢s hab¨ªa imaginado. Nacido en Huelva hace 61 a?os, viaj¨® a Per¨² junto a su mujer para conocer a su extensa familia.
Una mir¨ªada de cu?ados, primos, sobrinos y ni?os "que de alguno de ¨¦stos ser¨¢n" que lo recibieron con los brazos abiertos. El d¨ªa del terremoto celebraban todos juntos el 37? aniversario de boda de unos t¨ªos de su mujer. Unas 40 personas en total. S¨®lo faltaba Germ¨¢n, un sobrino que trabajaba en un caf¨¦-Internet junto a la iglesia de Pisco.
"De pronto, el perro se puso muy nervioso. Ladraba y ara?aba la puerta, la empuj¨® y se escap¨®, todos nos acercamos a la puerta a mirar y eso nos salv¨® la vida", recuerda. Casi inmediatamente el violento temblor sacudi¨® Pisco y la casa donde celebraban qued¨® reducida a un mont¨®n de escombros. "Era horrible", recuerda Nelly, su mujer. "Los ni?os chillaban y aqu¨ª y por todas partes se escuchaba a la gente pidiendo auxilio". A los pocos minutos, los Rivas comenzaron a calmarse. "Estamos todos vivos", se dec¨ªan unos a otros. Tambi¨¦n Germ¨¢n, quien a esa hora escuchaba los lamentos de los atrapados en la iglesia. "No sab¨ªa qu¨¦ hab¨ªa pasado con los m¨ªos y ten¨ªa que volver, pero siempre me preguntar¨¦ si hubiera podido salvar a alguien... Si usted supiera los muertos que pis¨¦ mientras volv¨ªa...".
Los Rivas son muchos y enseguida Juan comenz¨® a organizarlos. Es un hombre con voz fuerte pero maneras afables, unas formas que encajan como un guante ante un grupo de personas -m¨¢s de la mitad de las cuales son mujeres y ni?os- que buscan seguridad. Levantaron una carpa bajo la que colocaron todos los enseres que pudieron rescatar de sus casas -casi todas destruidas- y como si se tratara de un peque?o ej¨¦rcito, Juan reparti¨® tareas: los m¨¢s espabilados tienen que buscar d¨®nde se reparte agua, un cu?ado con un coche disponible es el que transporta todo lo necesario, se organizan turnos de guardia para vigilar durante la noche, para hacer la comida y para mantener encendido el fuego. Al grupo se han acercado algunos vecinos a los que no se les niega jam¨¢s la comida. "Hacemos una olla com¨²n", explica Nelly.
Con su bigotazo y su cazadora motera Juan se desplaza hasta la plaza de Armas para hablar con los responsables de la ayuda. Y siempre consigue cosas. "Estamos comiendo gracias a ¨¦l", dicen sus familiares y vecinos. Juan no se da ninguna importancia y abraza al perro, quien aguanta con paciencia que le estrujen. Es un lanas de color marr¨®n al que todos llaman "el Jordi". "?ste nos ha salvado la vida", afirma y a continuaci¨®n se disculpa: "Tengo que irme con mi cu?ado, dicen que en otro lugar est¨¢n repartiendo". Se toca el sombrero y se va. En noviembre tiene que trabajar durante un mes en el metro de Barcelona. All¨ª podr¨¢ contar su gran historia.
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