Los l¨ªmites del 'Alem¨¢n'
Heinze, fichado por el Madrid por 12 millones de euros, recibi¨® un consejo de su t¨¦cnico: "No olvide que usted no sabe jugar al f¨²tbol"
Cuando Gabriel Heinze (Argentina, 1978) suba al estrado en la presentaci¨®n oficial del Bernab¨¦u, como ¨²ltimo eslab¨®n del proyecto de Ram¨®n Calder¨®n hacia lo que el presidente llama "la excelencia en el juego", recordar¨¢ las palabras del conspicuo Jorge Bernardo Griffa Monferoni. Por debajo de la pompa protocolar, el precio de su fichaje (12,5 millones de euros) y su nuevo sueldo de figura (dos millones limpios), en el cerebro de Henize retumbar¨¢n las palabras que lo acompa?an desde una noche tensa de 1997. La noche en que recibi¨® una llamada en su habitaci¨®n de la concentraci¨®n del Newell's.
Mario Zanabria, su entrenador, le hab¨ªa dicho que se preparara para debutar en Primera. Estaba intentando descansar cuando la campana del tel¨¦fono interrumpi¨® su duermevela. Su compa?ero de cuarto, el ex madridista Ricardo Rocha, levant¨® el auricular pensando que nadie querr¨ªa hablar con el jovencito pueblerino que dorm¨ªa en la otra cama. Se equivoc¨®. "Es para vos, Alem¨¢n", le dijo, llam¨¢ndole por su apodo.
El argentino hab¨ªa roto con el Manchester y la federaci¨®n no le dej¨® fichar por el Liverpool
Heinze reconoci¨® la voz inapelable del director de la cantera del Newell's. Era Griffa, que apunt¨® al coraz¨®n: "Alem¨¢n, lo felicito porque ma?ana va a debutar en Primera. Pero nunca se olvide de una cosa: no se complique con la pelota. Porque usted no sabe jugar al f¨²tbol".
Heinze debut¨® como lateral izquierdo. No le fue mal. Los delanteros del campeonato argentino comprobaron en sus carnes las dificultades de atacar por donde campaba el rubio de Newell's. No sab¨ªa conducir el bal¨®n, ni ten¨ªa buen pie, ni era un pasador destacado. Sus centros eran apenas normales, en las raras ocasiones en que alcanzaba el campo contrario. Pero ten¨ªa algo. Algo relacionado con el fuego competitivo. Sabedor de sus enormes limitaciones, Heinze disfrutaba de cada minuto que transcurr¨ªa en la cancha. Su amor por el oficio era tan grande que defend¨ªa a su portero como si fuera su madre. En unos meses con el Newell's se gan¨® fama de hostigador. De sabueso.
Ram¨®n Mart¨ªnez recomend¨® su fichaje al Valladolid en 1998. Entonces, un a?o despu¨¦s de recibir la primera llamada de Griffa, el chaval recibi¨® la segunda. El viejo t¨¦cnico -toda una eminencia en el f¨²tbol argentino- no alter¨® el discurso. "Alem¨¢n", le dijo, "lo felicito por su pase a Espa?a. Pero no olvide que usted no sabe jugar al f¨²tbol".
Heinze se embarc¨® hacia Europa con su equipaje y con las palabras de Griffa como patrimonio. Jug¨® en el Valladolid, sin demasiado ¨¦xito, en el Sporting, el Paris Saint Germain, y el Manchester. ?l mismo suele autoparodiarse cada vez que recuerda las llamadas de Griffa. Se lo toma con humor.
Fiel a su costumbre, el t¨¦cnico le sorprendi¨® cuando supo que hab¨ªa entrado en la convocatoria de la selecci¨®n por primera vez. Al o¨ªr la voz, Heinze supo qui¨¦n era. "Lo felicito por su convocatoria con Argentina", le dijo; "pero no se olvide que usted no sabe jugar al f¨²tbol".
Heinze se abri¨® paso trabando la mand¨ªbula. Gan¨® un pu?ado de t¨ªtulos: el oro ol¨ªmpico en Atenas, la Liga inglesa de 2003 y 2007, una Copa de la FA y una Copa de la Liga inglesa. En 2002, alucinados por su f¨²tbol febril, los socios del Manchester no repararon en las limitaciones de El Alem¨¢n cuando le votaron mejor jugador del a?o.
El Madrid le brind¨® a Heinze una ocasi¨®n dorada de librarse del clima opresivo de Old Trafford. El argentino no atravesaba su mejor momento futbol¨ªstico. Adem¨¢s, litigaba con Alex Ferguson, su director t¨¦cnico, y la federaci¨®n inglesa le hab¨ªa prohibido fichar por el Liverpool. Advertido de sanci¨®n, el club que dirige Rafa Ben¨ªtez no pudo pagar la cl¨¢usula de rescisi¨®n de diez millones de euros. Lo hizo el Madrid, que, como siempre, super¨® el precio de mercado. El Madrid puso 12,5 millones y Heinze firm¨® por cuatro a?os.
Es la ant¨ªtesis de Robben. Tampoco se parece a Roberto Carlos, el hombre al que debe reemplazar. Es Heinze. Y Griffa siempre le dijo la verdad.
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