"Componer es un proceso hormonal"
Sucedi¨® en agosto de 2006. Un hombre de bigote recortado, frente despoblada, media melena y gafas de sol, pasea apaciblemente por las callejuelas de Sevilla cuando, de pronto, un viandante voltea la cabeza sin dar cr¨¦dito a lo que ven sus ojos. "?Ese Jaime!", exclama, alborozado. Y Jaime, ¨ªdolo popular en Montevideo y perfecto desconocido para el p¨²blico espa?ol, corrobora lo que tantas veces decimos aqu¨ª de los gallegos: no hay rinc¨®n en el mundo por el que no termine transitando un uruguayo.
Roos es, en efecto, un fen¨®meno de masas en las dos orillas del R¨ªo de la Plata. Tiene 53 a?os, los ¨²ltimos 30 subido a los escenarios. Ha publicado 19 discos y escrito docenas de canciones (Am¨¢ndote, La hermana de la coneja, Inexplicable, Los futuros murguistas...) que casi cualquier uruguayo o argentino podr¨ªa tararear hasta la ¨²ltima estrofa. Es futbolero, irremediablemente, y autor del himno de su selecci¨®n nacional, Cuando juega Uruguay. Y los turistas recorren el barrio Sur de Montevideo para descubrir la confluencia de las calles Convenci¨®n y Durazno, lugar inmortalizado en otra c¨¦lebre melod¨ªa, donde Jaime Roos, hijo de franc¨¦s y uruguaya, lleg¨® al mundo un 12 de noviembre de 1953.
A Jaime se le venera entre
los folcloristas o desde la portada de las ediciones locales de Rolling Stone. Jorge Drexler le cit¨®, junto a Gardel y Alfredo Zitarrosa, y sin especificar el orden, como "integrante del podio de la m¨²sica popular uruguaya". Y Roos disfruta a¨²n en Espa?a de las ventajas de un casi anonimato impensable al otro lado del mar oc¨¦ano. "Uno inventa mecanismos para bajar la pelota al piso", refiere con jerga futbol¨ªstica. "Prefiero no ten¨¦rmelo cre¨ªdo, aplicar esa famosa humildad bien entendida de quien no quiere convertirse ni en divo ni en f¨®bico. Eso de que me tomen por padre putativo de toda una generaci¨®n de m¨²sicos es una responsabilidad honor¨ªfica que me enorgullece y me abruma a la vez. En el caso de Drexler, la responsabilidad es a¨²n mayor porque le tengo como uno de los m¨¢s grandes cantautores del mundo hispanoparlante. Y lo m¨¢s curioso del caso es que yo nunca he percibido mi influjo en su m¨²sica
Hace justo ahora tres d¨¦cadas, cuando debut¨® con su disco Candombe del 31, Roos sent¨® las bases de un estilo asumido despu¨¦s por la inmensa mayor¨ªa de formaciones rioplatenses. Sin renegar de los Beatles ni dem¨¢s radiantes hallazgos anglosajones, el artista montevideano abraz¨® los ritmos urbanos de su ciudad -candombe, murga-, la milonga de las ¨¢reas rurales y, claro, el tango de los vecinos porte?os. "Fue una fusi¨®n consciente, cargada de ideales y de ideolog¨ªa", reflexiona con la perspectiva que dan los a?os. "Acudimos hacia las ra¨ªces por instinto, pero tambi¨¦n por razones pol¨ªticas o intelectuales. En Europa -salvo en Espa?a- casi toda la m¨²sica suena igual porque prescinde de los elementos propios. Yo nunca he compuesto m¨²sica antropol¨®gicamente pura, pero me honra pensar que mis canciones sirven como cauce de difusi¨®n para las formas musicales aut¨®ctonas de mi pa¨ªs".
Fuera de ambiente llega ahora dieciocho trabajos despu¨¦s de aquel debut, pero es s¨®lo el segundo disco que logra cruzar el charco: en 2004 ya vio por aqu¨ª la luz Concierto aniversario, que repasaba en directo los principales ¨¦xitos de su primera etapa. Acaso sea este Fuera de ambiente el m¨¢s personal de sus trabajos, marcado por la p¨¦rdida materna (a ella dedica Catalina) y por el hallazgo de un nuevo amor, Ver¨®nica Pott, que inspira piezas tan delicadas como Te quer¨ªa decir. "Con todo", aclara, "nunca he sentido el prurito de mostrar mi vida ¨ªntima. Al contrario, mis canciones omiten ese tipo de detalles para que cualquiera las pueda sentir como propias. Aplico el criterio del tanguero Disc¨¦polo: la esencia de la canci¨®n popular es que le duela a quien la escribe y al que la escucha. Y el dolor es parte de la vida, acaso la mayor parte...".
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