Un centro comercial s¨®lo para jud¨ªas ultraortodoxas
Una cadena israel¨ª veta a los hombres en su ¨²nica tienda para fundamentalistas
El centro comercial de Bnei Brak parece la t¨ªpica tienda grande de provincias. Un dependiente con kip¨¢ vende m¨®viles a la entrada, junto a un comercio de ropa infantil y otro de objetos religiosos jud¨ªos. Nada del otro mundo en la capital ultraortodoxa de Israel, a tiro de piedra de Tel Aviv. Las sorpresas empiezan al subir a la primera planta, al Hamashbir, una especie de El Corte Ingl¨¦s local. Todas las clientas son mujeres. Visten manga larga, falda hasta el tobillo y medias tupidas, aunque el verano es asfixiante. Son jud¨ªas ultrarreligiosas de compras en una tienda dise?ada para ellas, atendida por personal femenino y vetada a los hombres. "Si alguno entra, le pedimos amablemente que salga", cuenta la gerente, Kati Mashbakov.
En los envoltorios de las medias, pegatinas blancas ocultan las piernas de las modelos
"Est¨¢ bien que los hombres no vean qu¨¦ compramos para nosotras", dice Malka
El g¨¦nero parece, a primera vista, de lo m¨¢s normal. Pero los detalles revelan las diferencias. Pegatinas blancas ocultan las sugerentes modelos con largas piernas en los envoltorios de las medias. El surtido de s¨¢banas es multicolor -incluidos fucsias o morados-, pero s¨®lo para camas individuales. Los matrimonios ultraortodoxos deben dormir separados, sin tocarse siquiera durante la menstruaci¨®n y los siete siguientes d¨ªas.
El departamento de lencer¨ªa queda al fondo, tras unas cortinas. "La separaci¨®n de sexos es importante si vienes a comprar estas cosas", explica la joven Hani mirando la ropa interior que le rodea. Yael Faust, con peluca como muchas correligionarias casadas, ha venido desde su casa de Elkan¨¢, un asentamiento en la Cisjordania ocupada por Israel. "En otras tiendas hay hombres que acompa?an a sus mujeres o novias. Aqu¨ª s¨¦ que no van a aparecer. Es m¨¢s ¨ªntimo, y evitamos confusiones", explica.
Aunque la lencer¨ªa beis y blanca es la m¨¢s vendida, la hay de colores estridentes, e incluso es posible encontrar, rebuscando, un tanga. "Es para las m¨¢s j¨®venes", recalca la dependienta. En un expositor, sostenes marca Selena "made in Spain. Garant¨ªa de calidad", proclama la etiqueta.
Todo en la tienda est¨¢ supervisado por rabinos. S¨®lo suena m¨²sica religiosa (hasta una canci¨®n de lo m¨¢s pop con un estribillo dedicado a Jerusal¨¦n). Una foto del rabino Ovadia Yosef, uno de los grandes l¨ªderes espirituales y pol¨ªticos de la comunidad, despide a la clientela. La gerente proh¨ªbe fotografiar el interior.
Malka, de 32 a?os, camina a una manzana del centro comercial con dos cr¨ªos con kip¨¢. Ambos de cabeza afeitada y largos tirabuzones en las sienes. Estamos en la calle de Rabino Akiva, la principal de Bnei Brak. Bajo su pa?uelo -cubre la cabeza afeitada como signo de modestia- esboza una sonrisa de entusiasmo cuando se le pregunta por la tienda, abierta en 2006. Aunque le pone un pero. "Est¨¢ bien que los hombres no vean qu¨¦ compramos para nosotras. Usted me entiende, ?verdad?", dice en tono c¨®mplice. Se supone que se refiere a la ropa interior. "Lo malo es que no puedes consultar con tu marido".
?se es el gran problema con el que se han topado los propietarios del negocio. "Las mujeres necesitan el visto bueno del esposo para hacer todo tipo de compras, como el menaje", confiesa una vendedora. La tienda s¨®lo para mujeres se ha adaptado a esa necesidad. Hecha la ley, hecha la trampa. Los hombres pueden entrar ahora a la zapater¨ªa que hay justo antes del umbral, y sus esposas llevan all¨ª el g¨¦nero para que ratifiquen la decisi¨®n.
Todo sea por hacerse con el mercado, inmenso, de los ultraortodoxos. Son uno de cada siete israel¨ªes, y su poder adquisitivo aumenta a medida que, sobre todo las mujeres pero tambi¨¦n algunos hombres, compatibilizan sus misiones principales -criar a la prole, ellas, y estudiar las escrituras, ellos- con el trabajo remunerado.
Los negocios kosher, que cumplen las estrictas normas religiosas jud¨ªas, proliferan. Es habitual toparse en los barrios religiosos con anuncios de vacaciones, gimnasios o playas kosher, donde la separaci¨®n de hombres y mujeres est¨¢ garantizada, como en 24 l¨ªneas de autocares p¨²blicos.
Sara, una enfermera de 70 a?os, espera el autob¨²s en Bnei Brak. Entiende que exista una tienda s¨®lo para mujeres, "sobre todo por los ni?os, para que no vean maniqu¨ªes de mujeres desnudas". Sin embargo, no le gusta. "Soy realmente religiosa. Pero he ido a la Universidad. He visto el mundo ah¨ª afuera".
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