La muerte de un anarquista

Luch¨® toda su vida por el triunfo de las ideas libertarias y muri¨® en una emboscada como si se tratara de un animal rabioso. Fue abatido en las puertas del manicomio de Sant Andreu, en Barcelona. Ni tiempo tuvo para sacar el arma.

Y hab¨ªa tomado las precauciones de siempre, como era su estilo. Lleg¨® en un taxi una hora antes a la cita y dio una vuelta por el lugar para comprobar que no hubiera nada sospechoso. Se ape¨® del veh¨ªculo en la confluencia de Doctor Urrutia con Pi i Molist y, apenas se qued¨® solo, abrieron fuego contra ¨¦l desde ventanas y azoteas. A¨²n herido, tuvo un reflejo y salt¨® un peque?o muro para dejarse caer en un solar que estaba cuatro metros m¨¢s abajo. Desde las ventanas de un edificio de la calle Nilo, inspectores y agentes de la Brigada Pol¨ªtico Social (BPS) le remataron con fusiles y armas autom¨¢ticas. Muri¨® como siempre han muerto los bandidos.

Contactaron con alguien de El Pardo que les facilitar¨ªa la entrada para volar el palacio en que resid¨ªa el Caudillo

Para la Navidad de 1949 planearon el caos y el levantamiento popular en Barcelona. Era su sue?o libertario

Ocurri¨® hace ahora 50 a?os, el 30 de agosto de 1957. El muerto, adem¨¢s de una pistola y cinco cargadores, llevaba 500 francos franceses, 1.000 pesetas, librillo de papel de fumar, petaca y un espejito, porque siempre le gust¨® mucho cuidar su imagen. Le llamaban Petronio por su elegancia. Era Josep Llu¨ªs Facer¨ªas, enemigo p¨²blico n¨²mero uno de la polic¨ªa franquista, uno de los cuatro jinetes de la lucha libertaria junto a Sabat¨¦, Massana y Ram¨®n Vila.

Facer¨ªas muri¨® en una Espa?a muy distinta de aquella en la que empez¨® su lucha. Se hab¨ªa iniciado una nueva ¨¦poca y, como les ocurri¨® a los viejos forajidos del Oeste americano, no se dio cuenta de que la oposici¨®n a la injusticia y la opresi¨®n ya no estaba en el poder de las pistolas, sino en la lucha pol¨ªtica. Apenas unos meses antes se hab¨ªan iniciado huelgas laborales en el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a, y hab¨ªan sido encarcelados estudiantes, hijos de la burgues¨ªa, a causa de las protestas en la Universidad. La pol¨ªtica de "reconciliaci¨®n nacional" de los comunistas comenzaba a dar sus frutos.

Pero para Facer¨ªas, Sabat¨¦, Ram¨®n Vila y Massana, el derrocamiento del franquismo estuvo siempre ligado a la lucha armada, a atentar contra los represores del r¨¦gimen y a "infligir golpes a la econom¨ªa del Estado". Y, como escrib¨ªa el historiador anarquista Antonio T¨¦llez, "la tragedia de estos hombres es que tuvieron que batirse contra dos frentes: la represi¨®n franquista y el abandono de sus propios compa?eros de ideas".

Facer¨ªas, como los otros, se pas¨® la vida recibiendo hostias de todas partes: de la Rep¨²blica, del franquismo, de los comunistas, de la organizaci¨®n anarquista ortodoxa... Biograf¨ªas similares: al estallar la Guerra Civil, con 16 a?os, se afili¨® a las Juventudes Libertarias, march¨® al frente de Arag¨®n con la Columna Ascaso, fue hecho prisionero y, tras la c¨¢rcel, la mili obligatoria. As¨ª hasta 1945. Atr¨¢s quedaron una mujer y una hija que tomaron el camino del destierro y a las que nunca volver¨ªa a ver, porque la vida familiar y la lucha clandestina han sido siempre incompatibles.

En 1945, libre al fin, cre¨® el Movimiento Libertario de Resistencia para seguir la lucha en el interior, renunciando al c¨®modo exilio en Francia. Hab¨ªa que demostrar que la guerra no hab¨ªa terminado e impedir que la ONU aceptara el r¨¦gimen de Franco y que los americanos pactaran con el dictador. Seg¨²n la propia BPS, los objetivos de estos grupos de acci¨®n eran: "Desorganizar la econom¨ªa del pa¨ªs, cometer atracos para financiar a la organizaci¨®n anarquista en Toulouse, eliminar a personas adictas y fieles al Nuevo Estado y crear, en definitiva, un ambiente de terror que desmoralice al pueblo y provoque la intervenci¨®n extranjera ante la incapacidad del gobierno espa?ol para dominar el caos".

La II Guerra Mundial hab¨ªa terminado y los aliados hab¨ªan perdonado la vida a Franco. El esfuerzo de todos los espa?oles que hab¨ªan luchado en Europa contra el fascismo hab¨ªa resultado bald¨ªo. Y mientras los comunistas decidieron abandonar la lucha armada, los anarquistas intensificaron la guerrilla urbana haciendo de Barcelona su centro de operaciones.

Los que ven¨ªan del exterior se quedaban sorprendidos de c¨®mo hab¨ªan cambiado las cosas en unos pocos a?os, se encontraban con compa?eros que nada ten¨ªan que ver con los de hac¨ªa unos a?os, aun siendo los mismos. Los motivos del cambio se hallaban sin duda tras las terror¨ªficas estad¨ªsticas: 180.000 desaparecidos y 75.000 fusilados. Era una poblaci¨®n esquilmada por la guerra, hambrienta, apaleada y asustada.

As¨ª lo explica el historiador Bernat Muniesa: "Facer¨ªas y Sabat¨¦ adquirieron una personalidad m¨ªtica en estos a?os porque los que hab¨ªan perdido la guerra se consolaban de alguna forma con sus acciones. Ellos eran los que segu¨ªan una lucha en nombre de todos, ya que la gran mayor¨ªa estaba quieta por el miedo a la supervivencia".

Unos tipos arriesgados y audaces que lo mismo se aventuraban a ir a tomar un caf¨¦ en el bar de V¨ªa Layetana frecuentado por polic¨ªas de la cercana jefatura que, como Massana, mostraban gran sentido del humor al dedicarle un "disco solicitado" al comandante de la Guardia Civil de Berga, Esp¨¦rame en el cielo.

Facer¨ªas y Sabat¨¦ fueron los mitos de la clase obrera oprimida a la vez que sus nombres poblaron de pesadillas los sue?os de los ni?os de buena familia a los que sus padres amenazaban dici¨¦ndoles que si no eran buenos, vendr¨ªan Sabat¨¦ o Facer¨ªas, capaces de todo tipo de atrocidades.

"Acciones econ¨®micas" o "expropiaciones", seg¨²n los activistas; vulgares atracos para la polic¨ªa y la prensa. Pero el sentido ¨¦tico de los libertarios era de tal magnitud que se plante¨® un debate sobre la conveniencia de elegir bancos o f¨¢bricas para sus actividades. Y escogieron los bancos por la sencilla raz¨®n de que ser¨ªa el Estado el responsable de indemnizar a los afectados, mientras que si se asaltaban las cajas fuertes de las f¨¢bricas, se corr¨ªa el riesgo de que los obreros se quedaran sin cobrar su semanada.

Se calculan en unos 400 los golpes econ¨®micos dados por los anarquistas entre 1945 y 1950; posteriormente, la actividad fue mucho menor tras la gran derrota sufrida por la guerrilla al final de los cuarenta. Hubo asaltos a joyer¨ªas, a f¨¢bricas de autom¨®viles, a constructoras y a empresas de otros sectores industriales, pero la mayor parte de las "expropiaciones" se efectuaron en entidades bancarias de Catalu?a y, concretamente, de Barcelona.

Valga como ejemplo de su forma de actuar lo ocurrido con motivo de un atraco que Facer¨ªas llev¨® a cabo en Madrid, probablemente la ¨²nica ocasi¨®n en la que actu¨® fuera del territorio catal¨¢n. Una an¨¦cdota que relata Josep M. Loperena, autor de la novela Ulls de Falc¨®, basada en la personalidad de Facer¨ªas.

Wenceslao Gim¨¦nez Orive, el legendario luchador libertario Wences, pidi¨® a Facer¨ªas que le acompa?ara a Madrid para ayudarle en un intento de matar a Franco. Wences hab¨ªa hecho un contacto con alguien del interior de El Pardo quien, a cambio de una importante suma de dinero, les facilitar¨ªa la entrada en el palacio en que resid¨ªa el Caudillo, para que pudieran volarlo por los aires.

Como no ten¨ªan el dinero que les exig¨ªa el desconocido, decidieron atracar un banco y escogieron una sucursal del Popular en la calle de Embajadores. Necesitaban un veh¨ªculo y se dirigieron a las inmediaciones del hotel Palace, donde se fijaron en un cochazo americano (un haiga, como se dec¨ªa en la ¨¦poca) en cuyo interior aguardaba un ch¨®fer uniformado. Facer¨ªas, que era de finos modales, subi¨® al veh¨ªculo y le cont¨® al conductor que eran anarquistas y necesitaban el coche para una acci¨®n, pero que no temiera nada porque se lo devolver¨ªan una vez realizada.

Se dirigieron a la puerta del banco y entraron en ¨¦l Facer¨ªas y Wences mientras los otros dos preparaban la retirada. En menos de dos minutos vaciaron las arcas y, cuando ya sal¨ªan, Facer¨ªas repar¨® en una viejecita que lloraba desconsolada porque se hab¨ªan llevado 10.000 pesetas que acababa de darle al cajero para realizar un ingreso. Facer¨ªas le dijo a Wences que aguardara y sac¨®, no 10.000, sino 20.000 pesetas, y se las entreg¨® a la mujer, que, agradecida, le dio un beso.

La salida result¨® espectacular. Fueron sorprendidos por unos polic¨ªas cuando arrancaban y comenzaron a cruzarse disparos. Los asaltantes lograron salir de Embajadores, pero, como no conoc¨ªan Madrid, fueron a dar de nuevo a la puerta del banco, donde se hab¨ªan congregado gran n¨²mero de polic¨ªas. Finalmente le devolvieron el coche al ch¨®fer tal y como le hab¨ªan prometido y, al comprobar que el contacto de El Pardo no daba se?ales de vida, Facer¨ªas regres¨® a Barcelona y los otros se fueron hacia Andaluc¨ªa a contactar con compa?eros y a repartir el bot¨ªn entre personas necesitadas.

La actividad de los "grupos de acci¨®n", exceptuando alguna tirada de octavillas o una acci¨®n de propaganda, se centraba pr¨¢cticamente en la "recaudaci¨®n de fondos". Fondos que eran escrupulosamente entregados a la sede de la CNT en Toulouse, cuyos dirigentes no ten¨ªan reparos en aceptarlos, pero a la vez criticaban a los activistas por la mala imagen que daban de la organizaci¨®n.

A Facer¨ªas se le ocurrieron otras formas de llevar a cabo "expropiaciones" que supusieran menos peligro que atracar un banco. Los controles, por ejemplo. Escog¨ªan una carretera adecuada, como el cruce de los Cuatro Caminos de Molins de Rey o las sinuosas curvas del ascenso a Montserrat, y se dedicaban a detener a todos los veh¨ªculos que pasaban y a quitarles a sus propietarios el dinero, la documentaci¨®n y todo lo que de valor llevaban. En ocasiones llegaron a formar largas colas de retenciones. Y cuando llegaba el verano sol¨ªan elegir carreteras de playa, m¨¢s frecuentadas, como la costa de Garraf, entre Castelldefels y Sitges.

Este sistema lo practicaron tambi¨¦n en los garajes donde la gente rica sol¨ªa guardar sus coches. Encerraban en un cuartucho al vigilante nocturno y, a medida que llegaban los coches, iban desplumando a sus propietarios. Las noches de ¨®pera en el Liceo eran las preferidas de Facer¨ªas y los suyos.

Y luego estaban los asaltos a los meubl¨¦s, esa instituci¨®n barcelonesa que no desapareci¨® ni en los a?os m¨¢s duros de la dictadura: unos hotelitos que alquilaban habitaciones por horas a parejas sin necesidad de que mostraran el libro de familia. Nada que ver con la prostituci¨®n, ya que sus clientes, mayoritariamente de clase alta, los utilizaban para aventuras pre o extramatrimoniales.

Una vez reducido el ¨²nico responsable del meubl¨¦, el camarero, los asaltantes, que sol¨ªan ser cuatro, iban por parejas de habitaci¨®n en habitaci¨®n y se apoderaban de las pertenencias de los clientes. Era un trabajo sin demasiadas complicaciones, por lo menos hasta la medianoche del domingo 21 de octubre de 1951, cuando se produjo un incidente en el hotel Pedralbes, situado en la carretera de Esplugas.

Uno de los clientes no s¨®lo se resisti¨®, sino que sac¨® un arma, y Jos¨¦ Avelino Cort¨¦s, compa?ero de Facer¨ªas, dispar¨® la metralleta sin pensarlo dos veces y dio muerte a toda una personalidad, Antonio M. S., uno de los m¨¢s poderosos e influyentes constructores de Barcelona, que estaba acompa?ado de una chica menor de edad, hija de buena familia. Al o¨ªr los disparos, Facer¨ªas acudi¨® y, al descubrir a la muchacha llorando, le pidi¨® que se vistiera y que saliera del meubl¨¦ con ellos.

Subieron al Cadillac, previamente confiscado, y lo detuvieron en las inmediaciones del monasterio de Pedralbes para reflexionar, analizar la situaci¨®n y decidir lo m¨¢s aconsejable para la chica. Facer¨ªas tom¨® la determinaci¨®n de que acudiera a la polic¨ªa y contara toda la verdad de lo ocurrido. Y tuvieron la gentileza de acompa?ar a la menor hasta los alrededores de una comisar¨ªa.

Los diarios del martes (entonces los lunes no hab¨ªa m¨¢s que la Hoja) dieron cuenta en unas breves l¨ªneas de "un atraco a mano armada en un hotel", pero en las calles empez¨® a propagarse la verdad de lo ocurrido, y la imaginaci¨®n popular a?adi¨® al suceso que la menor era sobrina del constructor y que se iba a casar en unos pocos d¨ªas. Dos esquelas t¨ªpicas ("muri¨® cristianamente") aparecieron en la misma edici¨®n confirmando la realidad de los hechos.

Aunque p¨²blicamente no se cit¨® su nombre, la persecuci¨®n contra Facer¨ªas se intensific¨® de tal forma que decidi¨® marcharse a Italia, donde pas¨® una larga temporada.

El a?o 1949 fue clave en la lucha de los anarquistas para derrotar a Franco. Entre mayo y noviembre se produjo la gran ascensi¨®n y la ca¨ªda de la guerrilla urbana libertaria.

Facer¨ªas lleg¨® a Barcelona a primeros de mayo y convoc¨® una reuni¨®n en un pinar de la monta?a de San Pedro M¨¢rtir, en las inmediaciones de la ciudad. Franco se dispon¨ªa a visitar Barcelona con motivo de la Feria de Muestras y hab¨ªa que dar una respuesta. Acudieron unos cincuenta hombres, entre ellos Sabat¨¦, Domingo Ibars, Ram¨®n Vila... los m¨¢s destacados activistas. Se plantearon acciones puntuales, como la colocaci¨®n de bombas en los consulados de Bolivia, Per¨² y Brasil -tres pa¨ªses que apoyaban la entrada de Espa?a en la ONU-, pero, sobre todo, aquel encuentro hist¨®rico sirvi¨® para dise?ar un levantamiento popular en Barcelona, algo como poner en pie un sue?o.

Se fij¨® la fecha para diciembre, en torno a navidades; ¨¦ste era el plan a seguir: Facer¨ªas, con sus hombres, se encargar¨ªa de asaltar la c¨¢rcel Modelo y liberar a todos los presos mientras Sabat¨¦ estrellar¨ªa un coche cargado de dinamita contra la Jefatura de Polic¨ªa para dejarla convertida en escombros. Otro grupo irrumpir¨ªa en la sede de Radio Barcelona, desde cuyos micr¨®fonos se dar¨ªa lectura a un comunicado que incitara al pueblo a tomar la ciudad para liberarla, y, paralelamente, otros se encargar¨ªan de confiscar los talleres de Solidaridad Nacional y sacar¨ªan una edici¨®n con la cabecera de Solidaridad Obrera, el ¨®rgano informativo de la CNT hasta 1939. Massana y Ram¨®n Vila se encargar¨ªan de aislar la ciudad a base de volar las l¨ªneas telef¨®nicas y de alta tensi¨®n que la alimentaban. As¨ª, Barcelona ser¨ªa de nuevo, como en julio de 1936, territorio libertario.

Pero lo real fue que Franco lleg¨® el 1 de junio, y la presencia en la Feria de Muestras de banderas de Francia, EE UU, Inglaterra y Alemania Occidental dejaba bien a las claras que el reconocimiento del franquismo por la ONU estaba a la vuelta de la esquina. Aunque la presencia del maquis libertario se dej¨® sentir, ya que, adem¨¢s de las explosiones en los consulados, una bomba dej¨® paralizada la central el¨¦ctrica La Afortunada, y Facer¨ªas, personalmente, vol¨® varios camiones cisterna en unas dependencias de Campsa.

Antes de que llegaran las navidades, los libertarios vieron desvanecerse su sue?o. No solamente no pudieron acabar con el franquismo, sino que fue el franquismo el que acab¨® con ellos. En aquel oto?o-invierno de 1949, la resistencia libertaria fue aniquilada. Cayeron pr¨¢cticamente todos los militantes del maquis, y los que no fueron muertos a tiros en la calle o ejecutados ser¨ªan sentenciados a largas condenas. El exterminio se cerr¨® el 14 de marzo de 1952 con el fusilamiento de cinco anarquistas en el Campo de la Bota, en el mismo lugar en el que, 50 a?os despu¨¦s, se levantar¨ªan las instalaciones del F¨°rum. Y as¨ª se inici¨® el largo t¨²nel de los cincuenta.

Porque los a?os cincuenta fueron un t¨²nel en la lucha libertaria. Desaparecidos los cuadros del interior, retirado Massana, su presencia se limitaba a peque?as acciones espor¨¢dicas de escasa repercusi¨®n social. Facer¨ªas fue expulsado de la CNT por "moroso" y march¨® a Italia, donde entr¨® en contacto con j¨®venes anarquistas de Grupos de Acci¨®n Proletaria con los que comparti¨® adoctrinamiento te¨®rico y pr¨¢cticas en "expropiaciones", que llevaron a cabo en bancos y joyer¨ªas de G¨¦nova y Roma.

A Facer¨ªas se le pas¨® por la cabeza la idea de marcharse a Brasil, pero no pod¨ªa resignarse a seguir en el empe?o de luchar frontalmente contra el franquismo. En 1956 decidi¨® volver a Espa?a; lo hizo con su viejo compa?ero Luis Agust¨ªn Vicente y un joven italiano, Goliardo Fiaschi. Los tres en bicicleta y mochila a la espalda. El 17 de agosto cruzaron la frontera con documentaci¨®n falsa. Entraban en una Espa?a que nada ten¨ªa que ver ya con la de la posguerra: el aislamiento internacional hab¨ªa terminado, Franco ya estaba en la ONU y no cesaba de firmar pactos y alianzas con las potencias democr¨¢ticas. Como dijo Churchill, "Franco puede ser un problema para los espa?oles, pero no lo es para Europa".

Llegaron a Barcelona el d¨ªa 27 y se alojaron en una caba?a al pie del Tibidabo. Luis se fue a Sabadell a ver a un amigo y all¨ª le detuvieron. El d¨ªa 30, Facer¨ªas le dijo a Goliardo que ten¨ªa que ir a una cita en Barcelona y que, si a medianoche no hab¨ªa regresado, se marchara a Francia. Cogi¨® su bicicleta y despu¨¦s un taxi para tomar precauciones antes de la cita, pero...

Su muerte, que fue silenciada por la prensa libertaria, pareci¨® de alguna forma un anacronismo.