La T-4, usted y 100.000 m¨¢s
La premiada nueva terminal de Barajas provoca divisi¨®n entre los viajeros: hito del dise?o o pesadilla
La mujer del uniforme azul se para en mitad del pasillo. Escurre la fregona y la gira. Saca un cart¨®n, con parsimonia, y comienza a secar el suelo, movi¨¦ndolo como un abanico. Ajena a todo. En apenas dos minutos, una treintena de viajeros la sortean. Veloces, sin mirar el rodal reci¨¦n seco. Lo pisan. Ella no se inmuta. Sobre su cabeza un cartel indica por d¨®nde moverse para alcanzar una de las siete zonas de embarque.
"A veces tardas m¨¢s en coger la maleta que en viajar", protesta una asidua de Barajas
Mes ¨¢lgido de vacaciones en la terminal 4 del aeropuerto de Madrid-Barajas, con m¨¢s de 800 vuelos diarios. Entre la nave principal y su sat¨¦lite, comunicadas por un tren, suman 770.000 metros cuadrados. Como 77 campos de f¨²tbol, uno junto a otro. Para algunos viajeros se convierte en una pesadilla a la que temen volver. Un laberinto de pasillos, cintas y ascensores que engulle sus maletas, les hace perder los nervios y desgasta sus piernas. De un extremo al otro del edificio principal hay m¨¢s de un kil¨®metro de recorrido, que a veces toca hacer a la carrera. Otros se deleitan con sus techos ondulantes y las enormes l¨¢mparas que parecen huevos fritos.
La facturaci¨®n en el mostrador va r¨¢pida el viernes a primera hora de la ma?ana, poco antes de las siete. No hay colas. La fila, de unas 50 personas, se forma en el control de seguridad para acceder a la zona de salidas, donde la mitad de los puestos est¨¢n cerrados. Un caballero trajeado de Emidio Tucci se quita la chaqueta y el cintur¨®n mientras tararea, como el que entra en la ducha. Le sigue una joven con tirabuzones de gomina y pesta?as perfiladas. En el control la obligan a quitarse sus tacones y pasarlos por el esc¨¢ner. La seguridad, el s¨²mmum de cualquier aeropuerto, se convierte en una rutina "angustiosa" cuando Barajas es tambi¨¦n el lugar de trabajo.
"Exaspera empezar el d¨ªa as¨ª", asegura el piloto y portavoz del Sindicato Espa?ol de Pilotos de L¨ªneas A¨¦reas (SEPLA), Juan Carlos Lozano. Cada d¨ªa le toca despojarse de parte del uniforme, los zapatos... incluso m¨¢s de una vez. "Lo m¨¢s inc¨®modo es pasar el control en los vuelos de larga distancia, cuando coincide la tripulaci¨®n de varios aviones en un solo arco y se te van m¨¢s de 15 minutos... no es que en otros aeropuertos sea mejor, pero en la T-4 esper¨¢bamos algo m¨¢s amplio y r¨¢pido".
Lozano se queja de las pistas. "La zona de rodaje de aviones es extensa y compleja. A veces tardamos 20 minutos desde que se cierran las puertas hasta que despegamos, con m¨¢s tiempo y m¨¢s posibilidades de equivocarte y con m¨¢s tardanza para el viajero".
Entrada a la zona de embarque, donde las cintas transportadoras son intermitentes, como las marcas de la carretera. Ahora s¨ª, ahora no. Los pasillos di¨¢fanos coinciden con la superficie comercial. Cada vez que una tienda flanquea un lateral, la cinta desaparece. Toca andar frente a los escaparates. El camino mec¨¢nico vuelve junto a los ba?os, de donde sale cojeando sobre unas muletas David Jim¨¦nez, un joven de 32 a?os que vuela a Santiago de Compostela en menos de media hora. "Esta vez estaba prevenido y he llegado con mucho tiempo. Pero en Semana Santa viajaba con mi padre a Londres y casi perdemos el avi¨®n, corriendo por los pasillos, ¨¦l lo pas¨® muy mal, es mayor y se agobia con estas cosas".
Como Juan P¨¦rez, sevillano de unos 60 a?os. Viaja con su mujer y su cu?ada. Mientras hace el zigzagueo de la cinta de seguridad para pasar el control y coger su vuelo a Vigo, comenta que ha sufrido "una desilusi¨®n" despu¨¦s de 20 a?os sin volar. "Esto est¨¢ fatal. La terminal es muy fr¨ªa y faltan se?ales que te indiquen d¨®nde ir". Su pr¨®ximo vuelo sale de la terminal sat¨¦lite, un barrio aparte dentro de la gran ciudad de la T-4. "A la vuelta cojo el coche", protesta P¨¦rez. Un tren sin conductor comunica las dos naves, separadas casi por tres kil¨®metros. Y las distancias se alargan. Lo marcan los carteles: de 13 a 25 minutos de camino por delante para llegar a las zonas M, R, S y U. El tren corre por las curvas. Una voz femenina recomienda por el altavoz agarrarse a las barras.
El tren para en una sala vac¨ªa enorme, donde Dionisio Llamazares, con maleta de ruedas, mira las pantallas de letreros cambiantes para localizar su vuelo a Tenerife. Le gusta la terminal. "Arquitect¨®nicamente es una maravilla". La T-4 ha recibido varios premios por su dise?o. Adem¨¢s,
Institut of Transport Management distingui¨® a Barajas como Aeropuerto Europeo del A?o en 2006 por su esfuerzo "para proporcionar los mayores niveles de calidad", seg¨²n Aeropuertos Espa?oles y Navegaci¨®n A¨¦rea (AENA, el ente que gestiona el aer¨®dromo.
No todos ven claro ese esfuerzo. Un ejecutivo que prefiere no dar su nombre define la T-4 como "un laberinto". Coge un par de aviones al mes. Viaja mucho a Am¨¦rica. "?sta es la terminal m¨¢s inc¨®moda que conozco, con diferencia", asegura. "S¨®lo es comparable al aeropuerto de Miami, pero por problemas de seguridad".
A unos metros del tren, plantado frente a otras pantallas, el chileno H¨¦ctor Salgado (de 40 a?os) desaf¨ªa las normas con un cigarro encendido. Cazadora y botas de motero. Pelo al uno. Ha volado toda la noche desde Santiago de Chile. Su avi¨®n a Par¨ªs sale de alguna de las puertas de la zona M. Pero las pantallas a¨²n no desvelan el n¨²mero. "Nadie me informa". Calada larga. "Esto no pasa en Par¨ªs ni Chile, s¨®lo en Espa?a". Cuando se le advierte de que est¨¢ prohibido fumar, gira el rostro y masculla: "Si no hay nadie para avisarme, tampoco lo habr¨¢ para protestar". El mostrador de informaci¨®n est¨¢ vac¨ªo. Los cambios de puerta no se avisan por megafon¨ªa.
"La gente se queja de vicio". Un chaqueta verde -el nombre con el que se conoce a los informadores de AENA- y un vigilante de seguridad discuten a la salida del tren. El de verde asegura que reciben quejas "continuamente". Incluso ¨¦l plantea la suya. "No nos dieron un cursillo al principio para ense?arnos a indicar bien a la gente". Asegura que la mayor¨ªa de las reclamaciones se deben a las distancias, la tardanza de las maletas y la falta de se?ales. "Es que no miran", replica el vigilante. Han hecho hasta una clasificaci¨®n de "protestones": espa?oles, argentinos e italianos del sur, por este orden. AENA no facilita la cifra de quejas. Pero s¨ª las consultas diarias: 5.000 en todo el aeropuerto.
"Claro que han aumentado las reclamaciones con la T-4", asegura un portavoz de CC OO en Iberia, el principal operador del Gran Barajas. "La gente pierde vuelos porque no llegan a tiempo para cogerlos".
"Todo es estupendo, menos lo de las maletas", opina Catalina Palau, una colombiana residente en Madrid que en el ¨²ltimo mes ha cogido cuatro vuelos nacionales en la T-4. "A veces se demora m¨¢s la espera de maleta que el trayecto", a?ade. Y compara: "El aeropuerto de Francfort (Alemania) es m¨¢s grande y all¨ª no tardan tanto". En un d¨ªa pueden circular m¨¢s de 40.000 maletas por los 90 kil¨®metros de cinta que penetran en las entra?as de la T-4.
A Ra¨²l, demasiado enfadado para dar m¨¢s datos, la cifra de maletas le da igual. S¨®lo sabe que Iberia le ha perdido las suyas despu¨¦s de pasar una noche en vuelo desde Nueva York. "Despu¨¦s de esperar dos horas me dicen que no est¨¢n. Ahora tengo que ir a comprar ropa". Sale a la carrera con su mujer y su hija, maldiciendo a la compa?¨ªa.
Se cruza con In¨¦s Arriete, una ecuatoriana de 42 a?os. Despu¨¦s de 11 horas de vuelo desde Guayaquil (Ecuador), espera en la cinta n¨²mero tres "desde hace casi una hora". Lleva a su hijo de cuatro meses en brazos. Est¨¢ agotada pero agradecida. "Aqu¨ª tratan mejor a la gente que en mi pa¨ªs". Le han dejado pasar antes en las colas "por ser madre". Arriete custodia su carro y vigila a su otro hijo, que persigue los bolsos que giran. La gente pasa por delante. Otros la sortean. Y ella sonr¨ªe, sin inmutarse. Otra ma?ana m¨¢s de trasiego en la T-4.
El aeropuerto, en cifras
El aeropuerto de Madrid-Barajas ocupa el puesto 13? de tr¨¢fico de pasajeros del mundo, con m¨¢s de 45 millones de viajeros al a?o.
En la clasificaci¨®n de vuelos, se encuentra en el puesto 18?, con 435.000 viajes anuales.
La cinta de equipajes de la nueva terminal, con 90 kil¨®metros de recorrido, transporta casi 12 millones de maletas al a?o.
Cada d¨ªa, 5.000 personas plantean alguna consulta a AENA sobre el funcionamiento de Barajas.
A la T-4 se puede llegar en metro, pagando un billete de 2 euros. El acceso por la carretera de peaje M-12 cuesta 1,60.
Un tren une la T-4 con su terminal sat¨¦lite en algo m¨¢s de tres minutos.
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