Prostituci¨®n homosexual inmigrante
El comercio de hombres est¨¢ poblado de extranjeros que sobreviven entre altos ¨ªndices de sida
En esta calle, en una medianoche desapacible de agosto, es dif¨ªcil no evocar parajes humanos como los que mostraba el cl¨¢sico del cine urbano Cowboy de medianoche, o los que trabaja Gus Van Sant, un cineasta que ha sabido captar el alma de los chicos que alquilan el cuerpo.
Alrededor de la estaci¨®n de autobuses de Valencia es zona de chaperos, que es como se conoce estos chavales. Cerca hay tambi¨¦n alg¨²n transexual, pero, a un suspiro de la estaci¨®n, desenfocados por las luces de un pimpante hotel, destacan unos seis chicos j¨®venes -mucho- que se medio muestran entre sombras, dejando una distancia entre ellos.
A?os atr¨¢s el comercio de sexo entre hombres, que representa en torno al 12% del total de la prostituci¨®n, era aut¨®ctono. Hoy es extranjero. "Lo normal es que lo hagan o bien porque est¨¢n en situaci¨®n irregular, o bien porque necesitan dinero urgente".
Uno es subsahariano, los otros son blancos, pero no aut¨®ctonos. Uno de ¨¦stos tiene vendada la mu?eca. Marca m¨²sculo, lleva camiseta, pantal¨®n corto y una sudadera fina con capucha. El pelo rapado, o casi. La mirada es seca, dura. Observa los coches, s¨®lo se detiene sobre los que conducen hombres solos. Entonces sonr¨ªe, poco convincente.
Aqu¨ª el precio de lo que se ofrece es barato, el asunto se zanja en el coche, en casa del cliente o en un descampado cercano. Pero la actividad no abunda. Se dice que en esta zona a veces se han pegado palos al cliente. Quiz¨¢s por eso, hasta se ofrecen felaciones a cinco euros, y todo de todo, a 20 euros.
Refresca un poco. El chico se pone la capucha. Quiz¨¢s le vaya mejor el fin de semana de madrugada. Entonces puede merodear cerca de alguna discoteca de ambiente, como opci¨®n para los que no han ligado y buscan rematar la noche. O husmear a trav¨¦s del cauce del r¨ªo, en los restos de una zona de ligue.
Irregulares y 'enganchados'
"La mayor¨ªa est¨¢n en situaci¨®n irregular, y tienen grandes problemas con la coca base", dice un joven con conocimiento de este ambiente, refiri¨¦ndose a la soluci¨®n m¨¢s adictiva y marginal de coca¨ªna. "Quienes se venden al aire libre son los que participan de lo m¨¢s degradado de este comercio". "Es como lo que pasa con las mujeres inmigrantes", contin¨²a, "pero de ellos nadie habla, es como si no existieran, son invisibles".
Efectivamente, si bien a?os atr¨¢s el comercio de sexo entre hombres -que representa en torno al 12% del total de la prostituci¨®n- era aut¨®ctono. Hoy es extranjero. El motivo b¨¢sico de la situaci¨®n es como con las mujeres: su oferta y su necesidad es mucho mayor que la de aqu¨ª.
Seg¨²n la Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo, que desde Madrid ha realizado un estudio sobre los trabajadores masculinos del sexo, el 87% de ¨¦stos han inmigrado de lejos. Sin embargo, a la vista, es dif¨ªcil encontrar ahora a alg¨²n chico local en este mercado, con lo que el porcentaje quiz¨¢s deba ser mayor.
El an¨¢lisis de esta fundaci¨®n indica que su media de edad es de 25 a?os -aunque la edad puede bajar sensiblemente en ciertos casos- y que venden su cuerpo porque quieren, sin la existencia de proxenetismo. No obstante, el a?o pasado fue desarticulada una red dedicada a la prostituci¨®n masculina en Extremadura, con la detenci¨®n de varios hombres brasile?os y una ciudadana rusa.
"Lo normal, sin embargo, es, o bien que lo hagan porque est¨¢n en situaci¨®n irregular, o bien porque necesitan dinero urgente", afirma otra chica inmigrante, relacionada con muchachos en esta situaci¨®n.
En Valencia, entre otros, chavales colombianos, rumanos y marroqu¨ªes forman la mayor parte de este comercio, sobre todo del que se cuece al aire libre o en sitios medio p¨²blicos (los restos de una sala x, alguna sauna, aunque en la mayor¨ªa s¨®lo se permite el ligue). En las casas o pisos que hacen de burdeles homosexuales abundan los chavales venidos de Brasil.
Abiertamente no existen los clubs de chaperos, es decir, locales de prostituci¨®n masculina declarada, y los anuncios en peri¨®dicos, en programas de medianoche de televisiones locales o en Internet se han convertido en lo m¨¢s activo de esta situaci¨®n.
Es entonces cuando la cifra a cobrar envuelve los 50 euros por encuentro, y cuando, se supone, la situaci¨®n es menos desesperada que la que se da al raso. En este ¨¢mbito se vende el cuerpo m¨¢s por una necesidad monetaria precisa, para comprarse lo que sea, por conseguir salir adelante durante un tiempo determinado, pero no tanto por una dependencia o por marginalidad.
En Gandia, en varios pueblos de La Ribera, y tambi¨¦n en Castell¨®n la gente habla de zonas conocidas de venta sexual de hombre a hombre. El informe de la Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo insiste en que hasta el 20% de los chicos que la ofrecen son seropositivos, frente al 0,8% de las trabajadoras sexuales.
El Grupo Espa?ol para la Investigaci¨®n de Enfermedades de Transmisi¨®n Sexual rebaja la cifra hasta el 14 %, pero indica que la s¨ªfilis y otras enfermedades de transmisi¨®n sexual han aumentado en este colectivo en grandes ciudades como Valencia, Madrid o Barcelona.
En conjunto, un panorama que hace pensar en que la supuesta invisibilidad de este segmento de la prostituci¨®n no debe evitar que su situaci¨®n sea atendida de alg¨²n modo.
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