Dos variantes del mal
Ang Lee y Kenneth Branagh presentan 'Lust, caution' y 'Sleuth', respectivamente
El poder es uno de los atributos de ese fen¨®meno vago y fascinante que conocemos como el mal. Puede ser banal o profundo, fruto del error o la voluntad, y suele coronar, como suprema paradoja, los empe?os m¨¢s nobles del ser humano. Ang Lee y Kenneth Branagh presentaron ayer en Venecia dos pel¨ªculas radicalmente distintas, animadas ambas por el mal. Un mal de atractivo fascinante, encarnado por dos actores magn¨¦ticos: Michael Caine, grandioso, y Tony Leung.
Empecemos por Ang Lee (El tigre y el drag¨®n, Brokeback mountain), un director cargado de ¨¦xitos y premios. Despu¨¦s de Brokeback mountain, que le vali¨® un Oscar a la mejor direcci¨®n y un Le¨®n de Oro a la mejor pel¨ªcula, Lee decidi¨® volver a China, hasta cierto punto su pa¨ªs de origen (naci¨® en Taiwan) para filmar una historia sobre los horrores de la ocupaci¨®n japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Tom¨® como base una novela de Eileen Chang, Lust, caution (traducible como Lujuria, precauci¨®n) para hablar del idealismo, del sexo, de la dominaci¨®n y del sometimiento. Y utiliz¨® los gigantescos recursos de la industria cinematogr¨¢fica china para reconstruir el Shanghai de los primeros a?os cuarenta.
Lust, caution es una superproducci¨®n. Lujosa, potente, rica y exageradamente larga. Los 156 minutos no se justifican. Tanto minutaje acaba da?ando un relato que, pese a los recursos empleados por Lee, carece de escenas corales y evita la opci¨®n de tejer un gran tapiz sobre la China de la ¨¦poca. El alma de la pel¨ªcula se esconde en las habitaciones cerradas donde transcurre la mayor parte de la acci¨®n: un grupo de mujeres que juegan obsesivamente al mahjong (un entretenimiento con algunas caracter¨ªsticas del bridge y otras del domin¨®) y una pareja de amantes, el jefe de la polic¨ªa secreta filojaponesa y una esp¨ªa de la Resistencia, que fornican no menos obsesivamente.
El jefe de la polic¨ªa secreta es interpretado por Tony Leung, el gran gal¨¢n del cine chino. En cuanto Leung aparece en pantalla, cariacontecido, embargado por la perenne tristeza poscoital que caracteriza a los torturadores de raza, uno se pone de su parte. Este tipo es un actor sensacional. El papel del malvado suele ser agradecido, pero Leung, sin apenas alzar una ceja, hace de su personaje un h¨¦roe. L¨²cido, cruel, desesperado. Lee confi¨® la r¨¦plica a Tang Wei, actriz de poca experiencia, ex modelo y ex aspirante a Miss Universo. Wei soporta la tensi¨®n creada por Leung, lo que no es poco.
Lust, caution no alcanza el nivel de Brokeback mountain. Quiz¨¢ se trata de la cadencia china, pero hay algo de relamido, de coreografiado, en esas dos horas y media. Incluso en las escenas de sexo, abundantes y realistas (cositas escandalosas que gustan mucho en los festivales), asoma a veces el cart¨®n del mal cine porno. Salvo en una, el violento primer encuentro carnal entre el polic¨ªa y la esp¨ªa, excelente representaci¨®n del dominio y el sometimiento, un juego malvado que gratifica a sus practicantes con un venenoso c¨®ctel de placer y desolaci¨®n. Otra escena, un asesinato prolongado y chapucero, vale por media pel¨ªcula. Ese asesinato, ciertos rasgos de humor y la esfinge desasosegante de Tony Leung redimen una pel¨ªcula imperfecta.
Tambi¨¦n Sleuth (Sabueso), la pel¨ªcula de Kenneth Branagh, es imperfecta. El asunto carece de gran importancia, vista la presencia en el breve reparto (s¨®lo dos int¨¦rpretes) de Michael Caine, uno de los m¨¢s grandes actores vivos, en un trabajo deslumbrante por su iron¨ªa, sutileza y perversi¨®n, y por la facilidad con que el viejo Maurice Micklewhite, nombre real de este hijo del Londres proletario, despliega su talento.
Si alg¨²n lector ha llegado hasta aqu¨ª, estamos en la intimidad: vaya a ver esta pel¨ªcula y no despegue la vista de Caine. Sleuth es un remake de La huella (1972), adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de una exitosa obra teatral. En La huella, mejor pel¨ªcula que Sleuth, Lawrence Olivier interpretaba al escritor celoso y maligno, y Michael Caine al amante de la esposa del escritor. Cuando Jude Law se empe?¨® en producir e interpretar Sleuth, no debi¨® costarle convencer a Caine: le ofrec¨ªa la posibilidad de cambiar de lado y, 34 a?os despu¨¦s, hacer el papel senior que hab¨ªa correspondido a Olivier en La huella. A Caine tambi¨¦n debi¨® gustarle el gui¨®n del dramaturgo Harold Pinter, premio Nobel de Literatura. Caine y Pinter se conocen desde la escuela primaria, y ambos, surgidos de las calles castizas del East End londinense, gozan, cada uno en su g¨¦nero, de una capacidad similar: la de infundir en las frases m¨¢s banales una carga sustancial de amenaza y burla.
Jude Law, alma m¨¢ter de Sleuth, parece pasarlo de maravilla en compa?¨ªa de Caine. Law encarg¨® la direcci¨®n a Kenneth Branagh, un hombre de gran talento para actuar, escribir y dirigir, lastrado por una tara lamentable: en un momento u otro, acaba aflorando el ni?o repipi que lleva dentro. Como Law dispon¨ªa de un presupuesto limitado, hubo que filmar Sleuth en poco m¨¢s de un mes. Eso impuso a Branagh un ritmo expeditivo y favorece, posiblemente, el resultado final.
En Lust, caution, la obra de Lee, el mal es lujurioso, l¨²cido y amargo. En Sleuth, el mal encarnado por Michael Caine es juguet¨®n, ambiguo, cort¨¦s y, sobre todo, divertido: un mal peligrosamente atractivo.
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