Intrigas en la Casa Blanca
Un nuevo libro desvela que Rove se opuso a la elecci¨®n de Cheney
Hay quien le califica como el vicepresidente que m¨¢s poder ha tenido en la historia de la Casa Blanca. Puede que algo haya de cierto. No en vano es casi el ¨²ltimo de una saga. Atr¨¢s quedan ya Karl Rove, el cerebro del presidente; el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld; Alberto Gonzales, que de abogado personal de George W. Bush pas¨® a fiscal general (equivalente a ministro de Justicia en Espa?a) y anunci¨® su dimisi¨®n la semana pasada; Andrew Card, ex jefe de Gabinete; Colin Powell, ex secretario de Estado; Harriet Miers, abogada de la Casa Blanca despu¨¦s de Gonzales y designada y rechazada para el Tribunal Supremo...
A Rove no le gustaba Dick Cheney, pero es el vicepresidente el que contin¨²a al mando de las riendas, mientras que el arquitecto de las victorias del presidente Bush en 2000 y 2004 hace estos d¨ªas las maletas. Rove se lo dej¨® muy claro a Bush justo antes de sus primeras elecciones. Era una mala idea nombrar a Cheney como compa?ero de cartel.
El libro Una muerte segura: La presidencia de George Bush as¨ª lo afirma. "Elegir al m¨¢ximo gur¨² de pap¨¢ en pol¨ªtica exterior era un mensaje equivocado. Aunque lejos de ser una elecci¨®n segura era una elecci¨®n necesaria", escribe el periodista Robert Draper en el libro que hoy sale a la venta en las librer¨ªas de EE UU. Pero a Bush no pareci¨® importarle mucho la opini¨®n de Rove en este asunto. El presidente se sent¨ªa c¨®modo con Cheney y no vio problema alguno "en dar al vicepresidente un poder sin precedentes".
No fue ¨¦sta la ¨²nica vez que al ni?o prodigio de la pol¨ªtica republicana se le cerr¨® la boca. Siempre seg¨²n Draper, cuando Rove expres¨® sus dudas acerca de la nominaci¨®n de Harriet Miers para ocupar un sill¨®n en el Supremo, fue silenciado y sus opiniones rechazadas de plano. Draper escribe que Rove intuy¨® el esc¨¢ndalo que supondr¨ªa entre las filas m¨¢s conservadoras la imposici¨®n de una mujer para la m¨¢xima corte que, seg¨²n ¨¦stas, no reun¨ªa las suficientes credenciales para defender el ideario de esa base pol¨ªtica. Cuando Miers se retir¨® en medio de un furor conservador que la denostaba, el juez Samuel Alito fue seleccionado y confirmado en el puesto.
A la Casa Blanca parece hab¨¦rsele colado un disidente que cuenta a lo largo de las p¨¢ginas las luchas internas del poder republicano. Pero Draper ha contado con el salvoconducto del mism¨ªsimo presidente, al que ha entrevistado seis veces para elaborar el libro. Por sus cuestionarios tambi¨¦n pasaron Rove, Cheney, Laura Bush y otros altos cargos de la Casa Blanca.
El periodista, reportero de la revista masculina GQ, escribi¨® por primera vez del presidente de EE UU en 1998, cuando ¨¦ste era todav¨ªa gobernador de Tejas. La fotograf¨ªa que Draper hace de la Casa Blanca es la de un lugar en el que imperan las disensiones y las luchas internas. Y de su presidente, como un hombre que igual que revisa de manera concienzuda un discurso l¨ªnea por l¨ªnea puede mostrarse extremadamente ajeno a temas de gran relevancia.
Una muerte segura ofrece pocos detalles sobre la influencia de Cheney en la pol¨ªtica de la Administraci¨®n de Bush. Pero s¨ª aporta informaci¨®n sobre un vicepresidente que se mostr¨® arrepentido de algunos errores cometidos durante el ejercicio del poder, tales como instalar a Paul Bremer al frente de la coalici¨®n que gobern¨® Irak tras el final de las hostilidades y no a Ahmed Chalabi, a quien Cheney recomend¨® desde el principio.
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