Badawi y la Umma
Malaisia, donde no sin problemas se da quiz¨¢s uno de los multiculturalismo m¨¢s puros, acaba de cumplir 50 a?os de independencia (merkeda) con un ¨¦xito en el mundo musulm¨¢n que es la envidia de muchos, pues ha logrado hacer bajar de 50% a 7% la parte de la poblaci¨®n por debajo del nivel de pobreza. Su actual primer ministro, Abul¨¢ Badawi, que apoya la Alianza de Civilizaciones de Zapatero, quiere aprovechar esta circunstancia, junto a su presidencia de la Organizaci¨®n de la Conferencia Isl¨¢mica (OCI), para lanzar un nuevo foro de entendimiento entre Occidente y Oriente. Para Badawi hay que romper la "identificaci¨®n del islam y los musulmanes con la violencia, la inestabilidad, la pobreza y el analfabetismo", y otras carencias. Plantea, aunque prefiera no usar esta expresi¨®n, el modelo malaisio de pa¨ªs isl¨¢mico moderado y de convivencia, pese a las leyes que discriminan en favor de los malayos, que representan un 60% de la poblaci¨®n, frente a chinos e indios que son el motor econ¨®mico del pa¨ªs. La shar¨ªa (ley isl¨¢mica, en una versi¨®n suave) se aplica a la poblaci¨®n musulmana, no a los dem¨¢s.
El calendario importa y est¨¢ medido pues cuando en enero de 2009 Bush salga de la Casa Blanca, le suceda quien le suceda, se abrir¨¢ un impulso mundial para un di¨¢logo de culturas. Pero para que eche a volar su proyecto, que girar¨¢ en torno a un grupo de notables, Badawi no puede alienar a los indispensables saud¨ªes y egipcios. Hay que hacerles subir a bordo. De ah¨ª que, por el momento, Badawi se limite a intentar impulsar la agenda econ¨®mica para el mundo musulm¨¢n, aprobada por la cumbre de la OCI hace dos a?os en La Meca. Badawi, seg¨²n declar¨® la semana pasada en un Foro Internacional sobre esta materia en Kuala Lumpur, plantea cinco imperativos en lo que es casi un programa de lucha contra la pobreza: mantener la voluntad pol¨ªtica, empezar la reforma por las mentes y corazones, reconocer la centralidad de desarrollar el capital humano (mujeres incluidas), destinar los recursos necesarios y movilizar a la comunidad internacional para mejorar el bienestar la de la Umma, la comunidad musulmana, ahora m¨¢s globalizada que nunca.
Kuala Lumpur, junto a Londres y Manama (Bahrein), se ha convertido en uno de los tres centros en el mundo del sistema financiero isl¨¢mico, que, como se sabe, proh¨ªbe el inter¨¦s, pero que est¨¢ ganando una creciente importancia e invent¨¢ndose en el camino (fondos, Dow Jones isl¨¢mico, seguros, hipotecas, etc¨¦tera), aunque "los bancos espa?oles no han entrado a¨²n", comenta un experto. En la modern¨ªsima capital de Indonesia, hay un gran edificio c¨®ncavo. Es la sede de Tabung Haji, el Fondo de Gesti¨®n de los Peregrinos de Malaisia, con varios miles de millones de d¨®lares en dep¨®sitos. El hajj, la peregrinaci¨®n a La Meca obligada para todo musulm¨¢n una vez en su vida, es un gran negocio para muchos. Antes, como explica el propio Badawi, la gente vend¨ªa sus tierras para pagar este viaje y al regresar se encontraba sin nada. Tabung Haji naci¨® de una barraca de madera y se ha consolidado como una instituci¨®n que no s¨®lo ha impedido estas situaciones, sino que muchos de los que ahorran para el hajj siguen haci¨¦ndolo despu¨¦s.
Malaisia tiene ¨¦stas y otras cualidades para lo que propone Badawi. Es un sistema democr¨¢tico (aunque el mismo partido ha gobernado desde su independencia hace 50 a?os, en dos Estados federados gobiernan islamistas). El propio Badawi (s¨ª algunos de sus ministros) no se refiri¨® a la democracia, sino al Estado de derecho y a la capacidad de buena elecci¨®n. "Occidente tiene mucho que ganar de la emergencia de un mundo musulm¨¢n m¨¢s pac¨ªfico, estable, y pr¨®spero", se?ala Badawi, dirigente cuyo poder parece inversamente proporcional a su tono de voz. Un problema es que el mundo musulm¨¢n existe como Umma, pero sus pa¨ªses s¨®lo exportan entre s¨ª un 13,5% de su total, frente al 51,5% al mundo industrializado. Malaisia cuenta con la ventaja a?adida de que el ingl¨¦s es tambi¨¦n idioma oficial, lo puede ayudar al tan necesario di¨¢logo global. aortega@elpais.es
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