Soledades a la deriva
?sta es la historia de un hombre que sobrevivi¨® al desplome de las Torres Gemelas y de su esposa. Es una historia circular que comienza en el momento en que el hombre escapa de la torre y termina justo un minuto antes. En el interior de ese c¨ªrculo discurre un conflicto emocional y personal de gran alcance: la p¨¦rdida del sentido de la vida y su reconstrucci¨®n. En realidad, lo que vemos es c¨®mo un impacto tan duro cambia la direcci¨®n de dos vidas poniendo a prueba su capacidad de comprensi¨®n. La novela se estructura en tres partes en las que se alternan las voces del hombre (Keith) y la mujer (Lianne) y est¨¢n contrapunteadas por tres breves cap¨ªtulos en los que la figura central es Hammad, uno de los terroristas suicidas, desde su adoctrinamiento hasta el instante en que el avi¨®n se estrella contra la primera torre.
EL HOMBRE DEL SALTO
Don DeLillo
Traducci¨®n de Ram¨®n Buenaventura
Seix Barral. Barcelona, 2007
296 p¨¢ginas. 19 euros
Una vez en la calle, entre ceni
za, polvo y humo, Keith, malherido, en lugar de acudir al hospital se presenta en casa de Lianne. No sabe por qu¨¦, pero eso es lo que hace. A partir de ah¨ª se produce un reencuentro que tiene m¨¢s que ver con la necesidad generada por el estupor y la desubicaci¨®n que con el deseo real de encontrarse. Sus vidas se descolocan por completo entre miradas y pensamientos que vagan y percepciones distintas, pero permanecen unidos. Cuando Keith se recupera descubre que el malet¨ªn que portaba al salir de la torre no es suyo y quiere devolverlo. El malet¨ªn pertenece a una mujer, Florence, otra v¨ªctima del atentado y entre ambos se establece una relaci¨®n especial. "Ella habl¨® de la torre (...) claustrof¨®bicamente, el humo, los cuerpos desmadejados, y ¨¦l comprendi¨® que pod¨ªan hablar de aquellas cosas s¨®lo entre ellos...". Keith se comunicar¨¢, incluso sexualmente, con ambas mujeres y cuando sale del trance abandona a Florence y, en cierto modo, tambi¨¦n a Lianne, a la que le ata, sin embargo, la costumbre del cari?o.
Keith y Lianne son dos personas perdidas que han perdido el sentido de sus vidas. Ella atiende a una asociaci¨®n de ayuda a enfermos del mal de Alzheimer; los atiende hasta que se pierden para siempre en su bruma mental. Su dedicaci¨®n procede de su historia personal: el padre se suicid¨® tempranamente al advertir el comienzo del mal en ¨¦l. Ella piensa que debi¨® esperar a¨²n y por eso sigue la evoluci¨®n de los enfermos, para convencerse de que hubiera sido posible compartir algunos a?os m¨¢s de la vida de su padre. Su madre, Nina, una mujer de buena formaci¨®n intelectual y art¨ªstica, tiene un amante, Martin, europeo y dedicado al negocio del arte, del cual Lianne descubre que pudo ser un radical, muy cercano quiz¨¢ en otra ¨¦poca a grupos terroristas como las Brigate Rosse o la banda Baader-Meinhoff y se pregunta ahora por qu¨¦ jam¨¢s su madre quiso investigar su pasado, empezando por su nombre verdadero. Es excelente el contraste entre esa madre con decisiones vitales tomadas y una direcci¨®n de actuaci¨®n y la espesa niebla de preguntas que se hace su hija.
Lianne tambi¨¦n se pregunta sobre Dios, mientras que Keith lo desde?a. Su desconcierto es de otro orden: ¨¦l no trata de comprender sino de reconocerse tras el impacto. Hay una imagen muy expresiva de ello cuando est¨¢ hablando con Florence a poco de conocerse ambos como supervivientes: "Escuch¨® atentamente, tomando nota de cada detalle, tratando de localizar su propia persona entre la multitud". Keith es, en el fondo, un solitario; separado, hac¨ªa su vida, jugaba partidas de p¨®ker con sus amigos, trabajaba en la torre y se encontraba a gusto en ese estado. La madre de Lianne, implacablemente l¨²cida, le advirti¨® antes de su boda: "Hay cierta clase de hombre, un arquetipo, modelo de fiabilidad para sus amigos hombres, todo lo que un amigo debe ser, aliado y confidente, presta dinero, da consejo, leal, etc¨¦tera, pero un verdadero infierno para las mujeres"; as¨ª se va a comportar, en el fondo, con Lianne, como con una amistad masculina.
"Hab¨ªa un hombre colgando
por encima de la calle, cabeza abajo. Llevaba un traje de ejecutivo, ten¨ªa una rodilla levantada y los brazos pegados al cuerpo (
...) Le hab¨ªan hablado de ¨¦l, un artista callejero al que llamaban El Hombre del Salto". Este personaje, que s¨®lo aparece en dos ocasiones, es un s¨ªmbolo que recorre el libro entero. Su imagen recuerda la del hombre que salta de una de las torres ardiendo; una camisa blanca que desciende y una sombra que cae son tambi¨¦n dos fogonazos instant¨¢neos en la memoria de Keith mientras se precipitaba con tantos otros hombres y mujeres aterrados por el impacto escaleras abajo. DeLillo es afecto a los s¨ªmbolos y los utiliza con extrema maestr¨ªa, siempre s¨ªmbolos de la vida moderna y, en este caso, de la cat¨¢strofe de la vida moderna.
Es importante el contraste entre Hammad y esta pareja. Cuando Hammad empieza a sentirse atra¨ªdo por la m¨ªstica de la yihad, lo primero que le sostiene es la idea de que "el mundo cambia primero en la mente del hombre que quiere cambiarlo": es la posici¨®n exactamente opuesta al estado en que Keith y Lianne se encuentran. Mientras el primero se dirige en l¨ªnea recta al sacrificio ("olv¨ªdate del mundo, no tengas en consideraci¨®n esa cosa llamada el mundo") los otros dos se debaten entre la incomprensi¨®n y la resignaci¨®n. Lianne se queda sola tras la muerte de su madre, tres a?os m¨¢s tarde y aunque sin fe acude a la Iglesia; Keith se ha convertido en un jugador de p¨®ker profesional encerrado siempre en torneos por todo el pa¨ªs. Ambos se encuentran espor¨¢dicamente y Keith se sigue comportando como un amigo mientras Justin se aleja de ambos en la adolescencia. Hammad s¨®lo tiene un destino; Keith y Lianne son vidas sin destino.
"Ella quer¨ªa sentirse a salvo en
el mundo y ¨¦l no". Esta frase resume la posici¨®n de la pareja al final de la novela. La novela, dijimos, cuenta la p¨¦rdida del sentido de la vida. Es m¨¢s lineal, directa e incluso tradicional que las tres ¨²ltimas de DeLillo. Como si hubiera hecho un alto en su camino, sorprendido ¨¦l tambi¨¦n por el impacto del desastre.
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