"Ingrid estaba todo el d¨ªa encadenada"
John Pinchao comparti¨® con Betancourt tres de sus ocho a?os de secuestro, hasta su fuga en abril
Era el 15 de mayo de 2007, pero ¨¦l no lo sab¨ªa. Tampoco sab¨ªa que aquella aldea a orillas del r¨ªo Vaup¨¦s, en plena selva de Colombia, se llamaba Pacoa. Lo que s¨ª supo el suboficial de polic¨ªa John Frank Pinchao, en cuanto distingui¨® los uniformes de una patrulla antinarc¨®ticos, es que estaba a salvo. Llevaba 17 d¨ªas en fuga por la selva, siguiendo a pie y a nado el curso del r¨ªo. Atr¨¢s hab¨ªa dejado ocho a?os y medio de cautividad en poder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Estaba extenuado y malnutrido, con la cara y las manos cubiertas de heridas agusanadas. Lloraba y re¨ªa. Al cuello portaba la cadena con la que sus captores le ataban cada noche.
La aparici¨®n de Pinchao, de 34 a?os, conmocion¨® al pa¨ªs y, muy especialmente, a las familias de los otros 13 rehenes con los que comparti¨® cautiverio, entre ellos Ingrid Betancourt, la candidata presidencial secuestrada en 2002. Su testimonio les result¨® tan esperanzador como preocupante: estaban vivos, pero en condiciones terribles.
"Llegu¨¦ a pensar que era mejor la certeza de un cad¨¢ver que la incertidumbre"
"Ingrid est¨¢ deteriorada por la hepatitis, pero su car¨¢cter se mantiene fuerte"
En estos cuatro meses, Pinchao, hijo de un alba?il emigrado a Bogot¨¢, se ha refugiado en los suyos y ha conocido a su propio hijo, que naci¨® meses despu¨¦s de su secuestro. Ayer visit¨® Madrid, adonde se trasladar¨¢ a vivir en las pr¨®ximas semanas por motivos de seguridad, despu¨¦s de haber recibido amenazas de muerte.
"A¨²n me salen espinas que me clav¨¦ en la huida", dice, mir¨¢ndose las palmas de las manos. Las otras heridas seguir¨¢n supurando durante mucho m¨¢s tiempo. "Lo m¨¢s duro de los ocho a?os y medio de secuestro fueron las cadenas", cuenta. Una cadena de metro y medio, con candado, que un¨ªa por el cuello a los rehenes de dos en dos, de seis de la ma?ana a seis de la tarde. "Mi compa?ero de cadena era mi capit¨¢n Bermeo", dice Pinchao, que a¨²n conserva el aire marcial de la academia policial. Con ¨¦l y otros 52 polic¨ªas fue secuestrado tras el sangriento ataque que la guerrilla comunista lanz¨® en noviembre de 1998 contra el pueblo de Mit¨², "una isla en medio de la selva".
Pinchao es incapaz de recordar el n¨²mero de campamentos por los que pas¨®. "Nos mov¨ªamos todo el tiempo". Pero las condiciones variaban poco: escasez de comida, las enfermedades (paludismo y hepatitis eran las m¨¢s frecuentes), los castigos y las horas muertas. El paso del tiempo se hizo tan lento que Pinchao dej¨® de contar los d¨ªas y los a?os. El ¨²nico b¨¢lsamo era o¨ªr cada ma?ana La carrilera de las cinco, un programa de radio que transmit¨ªa los mensajes de las familias de los rehenes.
En uno de esos traslados, hace tres a?os, coincidi¨® con Ingrid Betancourt. "Con ella estuve hasta mi fuga. Est¨¢ deteriorada por una hepatitis, muy delgada, pero su car¨¢cter se mantiene fuerte, con las ideas claras. Es una persona admirable, que me ense?¨® muchas cosas", explica Pinchao.
Con la dirigente pol¨ªtica franco-colombiana compart¨ªa largas charlas. "Discut¨ªamos por la religi¨®n, por creer o no creer en Dios. Ella s¨ª cre¨ªa, y yo no. Tambi¨¦n nos pele¨¢bamos por pol¨ªtica, pero el enfado nos duraba poco. Ella quer¨ªa que yo estudiara. Yo le dec¨ªa que no, que a la edad que yo ten¨ªa, iba a terminar la carrera a los 40 a?os... Y ahora, ya ves, he empezado a estudiar". Pinchao se ha matriculado en Estudios Pol¨ªticos, que seguir¨¢ desde Madrid por Internet.
En estos d¨ªas tiene previsto visitar a los dos hijos y al ex marido de la candidata, que viven en Par¨ªs. Ingrid, recuerda, le empez¨® a ense?ar franc¨¦s. "Conocimientos b¨¢sicos, pero tuvimos que suspender las clases porque ella intent¨® fugarse, y despu¨¦s la manten¨ªan encadenada las 24 horas del d¨ªa. Estuvo encadenada durante meses". El trato, recuerda Pinchao, era especialmente duro con ella. "Ingrid reaccionaba ante la agresi¨®n y las humillaciones, y eso generaba castigos m¨¢s duros".
El polic¨ªa, en cambio, opt¨® por la estrategia de la sumisi¨®n, mientras planeaba la fuga. El momento propicio lleg¨® la noche del 28 de abril. Un mes antes, hab¨ªa roto un eslab¨®n de la cadena, retorci¨¦ndolo con dos palos. Resguardado por la oscuridad y por el ruido de la atronadora lluvia tropical, dej¨® a su compa?ero Bermeo y enfil¨® a rastras hacia el r¨ªo. Hoy no quiere pronunciarse sobre la mediaci¨®n de Hugo Ch¨¢vez ("cualquier opci¨®n es buena para lograr la libertad", dice), pero duda de la voluntad de las FARC. La cautela tambi¨¦n rodea sus palabras sobre las operaciones militares contra los campamentos. "Constitucionalmente, el Ej¨¦rcito est¨¢ en la obligaci¨®n de liberar a los secuestrados". ?Y como reh¨¦n? "Yo sab¨ªa que el resultado de un rescate ser¨ªa nuestra muerte. Pero ten¨ªa tanta desesperaci¨®n que pensaba que era mejor la certeza de un cad¨¢ver que la incertidumbre de un secuestro. Mi familia podr¨ªa descansar".
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