Cuba inicia el debate del cambio
Los cubanos alzan la voz contra las prohibiciones y la mala gesti¨®n estatal que dificultan la vida diaria
?Por qu¨¦ un cubano no puede alojarse en un hotel aunque disponga de d¨®lares obtenidos honradamente? ?Se debe ejercer la solidaridad con otros pa¨ªses en el campo de la salud, cuando debido a esta colaboraci¨®n los servicios m¨¦dicos se han deteriorado notablemente en el pa¨ªs? ?Es posible evitar la corrupci¨®n mientras contin¨²en pag¨¢ndose sueldos ¨ªnfimos? ?Por qu¨¦ el Estado no estimula la creaci¨®n de cooperativas y peque?as empresas privadas en sectores en que su gesti¨®n ha demostrado ser ineficiente? Quejas y criterios como ¨¦stos, y otros que cuestionan pol¨ªticas oficiales hasta ahora intocables, se escuchan estos d¨ªas en reuniones y asambleas celebradas en la isla.
No se trata de una espont¨¢nea revuelta popular. Nada que ver. Pero el comienzo del debate en c¨¦lulas de base del Partido Comunista (PCC), centros laborales y Comit¨¦s de Defensa de la Revoluci¨®n (CDR) del discurso que pronunci¨® Ra¨²l Castro el 26 de julio pasado, en el que anunci¨® cambios "estructurales" y "de concepto" para solucionar los problemas econ¨®micos, ha destapado una caja de truenos.
La Juventud Comunista se replantea "la relaci¨®n de propiedad" en el socialismo
La discusi¨®n, propiciada por las autoridades bajo la consigna de expresar libremente cualquier preocupaci¨®n o sugerencia, est¨¢ provocando una verdadera catarsis colectiva: aluviones de cr¨ªticas a la marabunta de trabas y vanas prohibiciones que hacen la vida dif¨ªcil a la gente; quejas angustiadas por el escaso poder adquisitivo de los salarios o la p¨¦sima situaci¨®n del transporte y la vivienda; denuncias de las contradicciones m¨¢s sangrantes, empezando por la dualidad monetaria y los elevados precios de art¨ªculos b¨¢sicos que s¨®lo pueden adquirirse en divisas, cuando la mayor¨ªa cobra exiguos salarios en moneda nacional.
"El mensaje, mayoritario, es que en Cuba hacen falta cambios, y cuanto antes, mejor", resume un abogado que ha participado en una de las asambleas de barrio. Con independencia de los lugares donde se realizan, las preocupaciones y reclamaciones expresadas por la gente son similares, aunque el nivel y profundidad de los an¨¢lisis difiere. El lamento ante las calamidades cotidianas, predominante, ha dado paso en algunos lugares a cuestionamientos m¨¢s profundos.
En la CUJAE, la mayor universidad polit¨¦cnica de La Habana, el intercambio entre los militantes de la Juventud Comunista deriv¨® a la cuesti¨®n de la necesidad de replantear "las relaciones de propiedad" en el socialismo. Como en otros ambientes acad¨¦micos, se abordaron problemas como el de la excesiva "estatizaci¨®n" que constri?e el desarrollo econ¨®mico y la necesidad de fomentar la creaci¨®n de cooperativas y permitir la peque?a empresa privada para estimular la producci¨®n.
A comienzos de la semana pasada, el CDR de La Puntilla, en el reparto de Miramar, uno de los barrios bien de La Habana, celebr¨® su asamblea. Se explic¨® a la gente que pod¨ªa dar cualquier opini¨®n y que de la reuni¨®n se levantar¨ªa un acta que ser¨¢ remitida al comit¨¦ municipal del PCC, donde un equipo est¨¢ encargado de recibir los informes y transmitir las quejas y sugerencias a las instancias superiores.
Tras la lectura del discurso -de una hora- comenzaron las intervenciones. La reuni¨®n empez¨® con cierta tibieza y se fue animando. "Se lleg¨® a cuestionar la pol¨ªtica de enviar a los j¨®venes a las escuelas del campo -por no haber condiciones de alimentaci¨®n ni recursos para atenderlos adecuadamente-, o a criticar que las autoridades la cojan contra los jubilados que hacen cualquier negocio para subsistir, como vender man¨ª tostado, cuando las verdaderas causas de la corrupci¨®n son otras; la primera, que con un salario normal no se puede vivir dignamente", coment¨® uno de los vecinos. Todo un s¨ªmbolo: la idea m¨¢s reiterada en La Puntilla, y en otras reuniones de las que conoci¨® este diario, fue una cita del discurso de Ra¨²l: "Revoluci¨®n es sentido del momento hist¨®rico, es cambiar todo lo que deba ser cambiado...". Aquellas palabras, el 26 de julio, abrieron ciertas expectativas en Cuba. En tono realista y autocr¨ªtico, Ra¨²l Castro mencion¨® los asuntos que m¨¢s agobian a los cubanos, entre ellos, "los salarios claramente insuficientes para vivir", y admiti¨® que hab¨ªa que "transformar concepciones y m¨¦todos superados por la vida".
Seg¨²n el decir popular, es el propio presidente interino el que ha pedido el debate y ha solicitado que no se maquillen los resultados y criterios vertidos, por duros que sean. Las discusiones se extender¨¢n a todo el pa¨ªs en las pr¨®ximas semanas, pero, por lo que se conoce hasta ahora, la gente no ahorra cr¨ªticas. En el diario Granma, el templo de la ideolog¨ªa, surgi¨® con fuerza un asunto que ya es clamor popular: la queja por el deterioro de la salud p¨²blica debido al env¨ªo de m¨¦dicos y recursos a Venezuela, pol¨ªtica hasta ahora intocable. Y en algunos centros acad¨¦micos se han reclamado mayores espacios de participaci¨®n y para influir en la toma de decisiones pol¨ªticas.
?El alcance? Algunos recuerdan que a comienzos de los noventa tuvo lugar un proceso similar. "La gente habl¨® hasta por los codos, pero poco se hizo", asegura un ex militante comunista. Como ¨¦l, hay muchos esc¨¦pticos que se inclinan por el "ver para creer". Una figura pol¨ªtica comprometida con la actual l¨ªnea opina: "Lo que est¨¢ saliendo ahora es lo mismo que la gente dice en la calle y en su casa". Consciente de que el concepto clave en el debate que comienza es cambio, habla de "crear consensos" y afirma: "O hacemos nosotros los cambios, o los hace la historia".
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