?Qu¨¦ refundamos?
La agitaci¨®n del escenario pol¨ªtico catal¨¢n en los ¨²ltimos a?os ha sido considerable. Tras m¨¢s de dos decenios de notable estabilidad, los procesos de cambio han ido surtiendo efecto y nos encontramos ahora en una fase en la que afloran los temas pendientes, mientras que otros precisan a¨²n de un asentamiento mayor. Han sido muchos a?os de Jordi Pujol, muchos a?os de orde?ar hasta la extenuaci¨®n la soluci¨®n auton¨®mica de la transici¨®n, muchos a?os en que la distribuci¨®n de poder entre las dos grandes formaciones pol¨ªticas catalanas acababa siendo funcional para ambas partes. El inestable periodo de la presidencia de Pasqual Maragall, la reforma estatutaria y la coincidencia con la gran polarizaci¨®n en la pol¨ªtica espa?ola tras el inesperado relevo en la Moncloa, han hecho que la actual fase de presidencia de Jos¨¦ Montilla, aparentemente focalizada en el apaciguamiento, la puesta en pr¨¢ctica de las potencialidades del nuevo Estatuto y la gesti¨®n del recambio en el poder de la Generalitat, se est¨¦n convirtiendo en una inesperada fase de refundaci¨®n.
La gente no sabe a qui¨¦n atribuir los problemas y sinsabores o ante qui¨¦n reivindicar las soluciones
Parece que todos quieran aprovechar la tregua electoral que se avecina tras las pr¨®ximas generales, para pasar cuentas, acumular y recomponer fuerzas y preparar los nuevos escenarios. Surgen plataformas, se discuten liderazgos, aparecen nuevas caras y se habla mucho de estrategias a medio plazo. Aparentemente, la clase pol¨ªtica catalana ha aceptado que la realidad social y econ¨®mica del pa¨ªs es y ser¨¢ muy diferente, y que las f¨®rmulas que se hab¨ªan venido utilizando sirven cada vez menos. La gente sigue con su cabreo, que va trasladando de objeto seg¨²n sea la coyuntura, y no parece muy emocionada con las promesas refundadoras. La cuesti¨®n es ver si la agitaci¨®n de los pol¨ªticos y de los medios de comunicaci¨®n que les van siguiendo y jaleando, cada uno a su manera, acabar¨¢ teniendo consecuencias significativas en una mejor funcionalidad del amplio entramado institucional y en un aumento significativo de una legitimidad pol¨ªtica muy mermada.
Mis dudas proceden de la corazonada que si bien muchos pol¨ªticos piensan que lo que falla es la configuraci¨®n actual de los partidos catalanes y su agenda para los pr¨®ximos a?os con relaci¨®n al secular tema de la interacci¨®n Espa?a-Catalu?a, ¨¦se no es el tema de fondo sobre el que deber¨ªamos encontrar v¨ªas de salida. Recomendar¨ªa una mayor radicalidad, o dicho de otra manera, un tratar de ir m¨¢s a la ra¨ªz del asunto y preguntarse sobre las formas actuales de hacer pol¨ªtica y sobre la adecuaci¨®n de los instrumentos organizativos e institucionales sobre los que opera el sistema pol¨ªtico catal¨¢n. Si de lo que se trata al final es de c¨®mo se reorganiza el catalanismo pol¨ªtico, o sobre si la casa que agrupa a nacionalistas es m¨¢s amplia o estrecha, o, peor a¨²n, si son los Artur Mas, Josep Antoni Duran Lleida, Joan Puigcerc¨®s, Oriol Pujol, Raimon Obiols y Josep Llu¨ªs Carod Rovira (por citar s¨®lo algunos nombres) los que protagonizar¨¢n la nueva fase de liderazgo pol¨ªtico e institucional, me parece que hay mucho ruido para pocas nueces. Necesitamos horizontes estrat¨¦gicos y no simplemente liderazgos, por importantes que ¨¦stos sean. Necesitamos nuevas formas de plantear el ejercicio de la pol¨ªtica, y no un mero juego de palabras y declaraciones y contradeclaraciones m¨¢s o menos ingeniosas. Necesitamos que se apueste por procesos de formulaci¨®n de pol¨ªticas que se construyan con la gente, y no s¨®lo para la gente. Todos hablan de refundar, pero se equivocan de objeto. M¨¢s que de refundar, deber¨ªan hablar de reposicionar. Y les aseguro que las dos cosas no coinciden.
Dec¨ªa el profesor Culla con raz¨®n hace unos d¨ªas en este mismo espacio, que predomina "la desorientaci¨®n y la perplejidad estrat¨¦gica de esas minor¨ªas politizadas que son los militantes y los simpatizantes de los partidos". No sabemos lo que ocurre, pero sabemos que las cosas no funcionan como deber¨ªan. Y aumenta la sensaci¨®n de que el problema no es qui¨¦n manda, sino para qu¨¦ manda.
Lo curioso es que la pol¨ªtica institucional es cada vez m¨¢s previsible, mientras que la pol¨ªtica no convencional lo es cada vez menos. La gente vive una cotidianeidad cada d¨ªa m¨¢s cargada de contingencias, problemas y sinsabores que no sabe a qui¨¦n atribuir o ante qui¨¦n reivindicar soluciones. Crece la riqueza, mientras aumentan las distancias sociales. El centralismo de Madrid es insoportable, pero tambi¨¦n lo es y cada d¨ªa m¨¢s el centralismo de Barcelona. Temas b¨¢sicos como el de la reorganizaci¨®n territorial o la descentralizaci¨®n administrativa, se aparcan por complicados para la clase pol¨ªtica que afirma que "no est¨¢ el horno para bollos". Nos atrevemos a hablar de autodeterminaci¨®n y fijamos fechas cargadas de simbolismo, pero nadie habla de c¨®mo afrontar eficientemente y desde el territorio los complejos temas de la sanidad, la educaci¨®n, los servicios sociales o la movilidad laboral, que requieren abordajes urgentes y con plazos muy estrictos.
No hay legitimidad democr¨¢tica que aguante un proceso como el que algunos sue?an, y que sin duda comparto, de una Catalu?a m¨¢s capaz de decidir su futuro en una Europa plurinacional, sin cargarnos de funcionalidad democr¨¢tica que demuestre que sabemos hacer las cosas, que sabemos dar respuestas, que nos preocupa la cotidianeidad, el d¨ªa a d¨ªa de mujeres, de j¨®venes, de ancianos, no s¨®lo con subvenciones m¨¢s o menos oportunas, sino con formas de gesti¨®n y de articulaci¨®n de medidas y procedimientos de gesti¨®n que hagan real la atenci¨®n a la diversidad, la equidad y la defensa de la autonom¨ªa personal.
Hay un exceso de ruido medi¨¢tico de personajes que viven s¨®lo a caballo de las estrategias de comunicaci¨®n de sus gabinetes y asesores. Y as¨ª no hay manera de acumular fuerzas, de recuperar credibilidad, de construir horizontes estrat¨¦gicos que no sean s¨®lo coyunturales operaciones de marketing. Si aceptamos que Catalu?a es hoy muy distinta de lo que era hace s¨®lo 15 o 20 a?os, deber¨ªamos conseguir que la pol¨ªtica con la que afrontar el nuevo escenario refleje en lo posible esa nueva realidad. Y no me parece que el fragor refundador vaya por ahora en esta l¨ªnea.
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