El hombre de la historia
El presidente George W. Bush no es famoso precisamente por sus s¨®lidos conocimientos de historia. Pero eso no le impide utilizarla para justificar sus decisiones pol¨ªticas. En un discurso ante veteranos de guerra en Kansas City, al querer defender su prop¨®sito de "mantener el rumbo" en Irak, se?al¨® las consecuencias de la retirada estadounidense de Vietnam. Tambi¨¦n mencion¨® la ocupaci¨®n de Jap¨®n tras 1945 y la guerra de Corea como casos en los que triunfaron los esfuerzos de Estados Unidos para llevar la libertad a Asia y, por extensi¨®n, al mundo. Historiadores, dem¨®cratas y otros detractores de Bush se apresuraron a calificar su discurso, sobre todo su referencia a Vietnam, de interesado, deshonesto y equivocado.
Sin embargo, por una vez, Bush utiliz¨® una analog¨ªa hist¨®rica que era cierta. Por supuesto, la guerra de Vietnam fue distinta en casi todo de la de Irak. Ho Chi Minh no era Sadam Husein. En Vietnam, Estados Unidos no invadi¨® un pa¨ªs, sino que defendi¨® a un aliado autoritario y corrupto contra un agresivo r¨¦gimen comunista. Pero lo que dijo Bush fue que lo que sucedi¨® a la retirada estadounidense de Indochina fue un enorme ba?o de sangre en Camboya y una opresi¨®n brutal en Vietnam, e insinu¨® que la retirada de Irak producir¨ªa un derramamiento de sangre semejante o peor. Es muy probable que sea verdad. Ahora bien, lo que no dijo Bush fue que ni los asesinatos de masas en el sureste asi¨¢tico se habr¨ªan producido, ni los posibles asesinatos de masas en Irak pueden producirse, si no hubiera sido por el caos creado por Estados Unidos con sus intervenciones.
?Y qu¨¦ ocurre con los ¨¦xitos en Asia, en Jap¨®n, Corea y otros lugares acogidos a la protecci¨®n de Estados Unidos? ?Hizo bien Bush en presumir de que Estados Unidos contribuy¨® a llevar la libertad a esos pa¨ªses? Como dijo a los veteranos de Kansas City: "?Resistir¨¢ la generaci¨®n actual de americanos la tentaci¨®n de retirarse y haremos en Oriente Pr¨®ximo lo que los veteranos presentes en esta sala hicieron en Asia?".
?Qu¨¦ hizo exactamente Estados Unidos en Asia? Los primeros a?os de ocupaci¨®n de Jap¨®n, desde luego, fueron un triunfo extraordinario para la democracia. En vez de ayudar a los japoneses de la vieja escuela a restaurar un sistema autoritario, la Administraci¨®n del general Douglas MacArthur ayud¨® al sector progresista japon¨¦s a restaurar y mejorar sus instituciones democr¨¢ticas de antes de la guerra. Los sindicatos consiguieron m¨¢s poder. Las mujeres obtuvieron el voto. Se promovieron las libertades civiles. Y el emperador japon¨¦s, semidivino, no tuvo m¨¢s remedio que bajar a la tierra. Gran parte del m¨¦rito hay que atribu¨ªrselo a los propios japoneses y a los miembros del equipo de MacArthur, idealistas de izquierdas procedentes del New Deal, que les apoyaron.
Ahora bien, cuando China se rindi¨® ante los comunistas de Mao y Corea del Norte obtuvo el respaldo de chinos y sovi¨¦ticos para invadir el sur, el idealismo democr¨¢tico se par¨® en seco. En Jap¨®n se puso en libertad a antiguos criminales de guerra, se llev¨® a cabo una purga de rojos y se apoy¨® de forma entusiasta a los movimientos de derechas dirigidos por algunos de esos ex criminales de guerra. En vez de cultivar la democracia, se distorsion¨®, y Estados Unidos foment¨® activamente esa situaci¨®n con el fin de asegurar la permanencia de la derecha en el poder y mantener a raya a la izquierda.
No hay duda de que los surcoreanos tienen mucho que agradecer a los estadounidenses. Sin la intervenci¨®n de la ONU -dirigida por Estados Unidos- en la guerra de Corea, el sur habr¨ªa ca¨ªdo en manos de Kim Il Sung, el Gran L¨ªder, y su libertad y prosperidad actuales nunca habr¨ªan sido posibles. Pero la democracia no fue algo que Estados Unidos regal¨® a los coreanos, ni que siempre foment¨®. Desde finales de los a?os cuarenta hasta finales de los ochenta, Estados Unidos colabor¨® con gobernantes autoritarios anticomunistas -a veces, los apoy¨® descaradamente- que se hab¨ªan hecho con el poder y lo hab¨ªan consolidado mediante golpes de Estado violentos y la represi¨®n de los opositores al r¨¦gimen.
Lo mismo sucedi¨® en Filipinas, Taiwan, Indonesia y Tailandia, para no hablar de Oriente Pr¨®ximo, donde la democracia no est¨¢ todav¨ªa arraigada. Mientras dur¨® la guerra fr¨ªa, los Gobiernos de Estados Unidos apoyaron sistem¨¢ticamente a caudillos militares y dictadores civiles en nombre de la lucha contra el comunismo; cualquier cosa con tal de mantener controlada a la izquierda, incluso una izquierda que en los pa¨ªses democr¨¢ticos de Occidente habr¨ªa sido simplemente moderada.
Es verdad que en Asia, para la mayor¨ªa de la gente la vida con los aut¨®cratas de derechas era preferible, en general, a la vida bajo el poder de Mao, Pol Pot, Kim Il Sung e incluso Ho Chi Minh. Pero decir que los ciudadanos que viv¨ªan gobernados por Park Chung Hee, Ferdinand Marcos y el general Suharto eran libres es una aberraci¨®n. El hecho afortunado de que coreanos, filipinos, tailandeses y taiwaneses acabaran siendo verdaderamente libres, o m¨¢s libres, no es tanto m¨¦rito de Estados Unidos como de ellos mismos, que lucharon para conseguirlo.
S¨®lo a finales de los ochenta, cuando el imperio comunista se ven¨ªa abajo, empezaron los Gobiernos estadounidenses a apoyar a pol¨ªticos y manifestantes dem¨®cratas en Se¨²l, Taipei y Manila. Pero los h¨¦roes de la democracia fueron asi¨¢ticos, no norteamericanos.
Bush tiene raz¨®n al decir que a los pueblos de Oriente Pr¨®ximo les gustar¨ªa ser tan pr¨®speros y libres como los surcoreanos, pero su idea de que la guerra de Irak no es m¨¢s que una continuaci¨®n de las pol¨ªticas de Estados Unidos en Asia es un craso error. Antes, en Asia y en Oriente Pr¨®ximo, la estrategia estadounidense consist¨ªa en apoyar a los dictadores frente al comunismo hasta que sus propios pueblos los derrocaban. En Oriente Pr¨®ximo, hoy, se ha vuelto m¨¢s audaz y radical: invadir un pa¨ªs, destruir sus instituciones y confiar en que de la situaci¨®n de anarqu¨ªa posterior surja la libertad.
Confundir estos dos tipos distintos de iniciativa y pretender que son una misma no s¨®lo es un error, sino que es peligroso y una gran decepci¨®n para quienes seguimos pensando que Estados Unidos es una fuerza que est¨¢ del lado del bien.
Ian Buruma es catedr¨¢tico de Democracia, Derechos Humanos y Periodismo en Bard College. Su ¨²ltimo libro es Murder in Amsterdam: The Death of Theo van Gogh and the Limits of Tolerance. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. ? Project Syndicate, 2007.
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