Los borradores de la historia
Grandes y Preston se sumergen en la herencia de la Guerra Civil
Cuenta Almudena Grandes que hubo un tiempo, el tiempo de la posguerra, el que vivieron los hijos de los combatientes, en que estaba mal visto hablar de la Guerra Civil. Era de mal gusto. Hay quienes hoy piensan lo mismo, que no conviene volver sobre aquellos d¨ªas que siguen recorriendo la memoria familiar de los espa?oles, dicen que no merece la pena abrir viejas heridas. Lo cierto, sin embargo, es que las heridas que no se curan se pudren. Lo dice tambi¨¦n la novelista: que no se puede afrontar el futuro con la infecci¨®n todav¨ªa intacta, mal disimulada bajo la capa de olvidos sucesivos. Esto es el Hay de Segovia, y aqu¨ª hay licencia para probar algunos platos inconcebibles en otras circunstancias. Juntar a Almudena Grandes (Madrid, 1960), que con su ¨²ltima novela -El coraz¨®n helado (Tusquets)- ha roto ya la barrera de los 200.000 ejemplares vendidos, con Paul Preston (Liverpool, 1946), el historiador que en su ¨²ltimo libro -Idealistas bajo las balas (Debate)- ha reconstruido la aventura que vivieron los corresponsales extranjeros cuando les toc¨® contar el conflicto, es simplemente un lujo.
Almudena Grandes: "El relato oficial sobre la guerra es anacr¨®nico"
Paul Preston: "Tiene que ver con la mentalidad de los vencedores"
"Lo que cuentan los periodistas es el primer borrador de la historia", explica Preston. "Est¨¢n ah¨ª y dan cuenta de lo que ven, que pueda existir una cierta simpat¨ªa por las v¨ªctimas no quiere decir que sus cr¨®nicas no sean de una honestidad total y que no cuenten la verdad. No es f¨¢cil permanecer neutral, objetivo, cuando informas sobre una violaci¨®n y tienes delante al violador y a la violada. Muchos de los corresponsales que llegaron a la zona republicana para contar la guerra no simpatizaban con su causa. Matthews, el de The New York Times, hab¨ªa sido partidario de los fascistas en Etiop¨ªa, por ejemplo, y sin embargo no pudo evitar identificarse con el pueblo inocente y encontrar la justicia, la moralidad y la decencia en el bando leal frente al de los militares rebeldes".
El tema del que se habla es el de la verdad. Si est¨¢n m¨¢s cerca de contarla los periodistas que vivieron la guerra, los historiadores que la reconstruyen o los novelistas que se sirven de ella en sus ficciones. Almudena Grandes: "El novelista tiene el privilegio de poder inventar, puede permitirse reconstruir la historia sentimental de sus personajes. He escrito este libro con un enorme sentido de la responsabilidad. Los personajes, la trama, la estructura y la historia eran m¨ªas, pero el tema pertenece a todos los espa?oles. Cada uno podr¨ªa haber hecho su novela sobre lo que ha pasado en su ¨¢mbito familiar desde entonces. Por eso quise ser muy fiel a lo que hab¨ªa pasado, ah¨ª no invent¨¦, y sin embargo evit¨¦ caer en la erudici¨®n". Preston: "Es mejor hablar de imaginaci¨®n que de invenci¨®n. Es lo que no puede permitirse el historiador, que est¨¢ siempre atado a la referencia concreta. Lo que no significa que no pueda echarse a volar, es lo que les propongo a mis alumnos que dominan una materia, cuando se tienen muy bien atados los datos de las fuentes. Hace poco, en un encuentro con el realizador Basilio Mart¨ªn Patino, constat¨¦ que en sus pel¨ªculas ¨¦l pod¨ªa incorporar una banda sonora. ?sa es la diferencia".
Trozos de conversaci¨®n: "?En la Rep¨²blica, aunque resulte inconcebible, hubo una burgues¨ªa progresista!", exclama Almudena Grandes. Preston se acuerda de que criticaron su libro Palomas de guerra porque trata de gente corriente. Ambos consideran que es peligrosa la ficci¨®n que incorpora personajes reales. ?Qu¨¦ ha pasado para que cueste tanto en este pa¨ªs aceptar lo que ocurri¨® y que se impongan con tanta facilidad las historias que fabric¨® el vencedor sobre su triunfo? "Espa?a es at¨ªpica", dice Almudena Grandes, "aqu¨ª el relato oficial sobre la guerra no se corresponde con el desarrollo de las instituciones democr¨¢ticas. Es un relato anacr¨®nico, no es f¨¢cil borrar una versi¨®n que se ha contado durante 40 a?os". "Tiene que ver con la mentalidad de los vencedores", comenta Preston, "la dictadura fue un momento de control totalitario y un control que se realiz¨® desde los p¨²lpitos. Cuando llega la transici¨®n no lo hace, como ocurri¨® con Alemania, Italia y Jap¨®n despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, por un triunfo que viene de fuera sino por puro desgaste del sistema. Y nadie se ocupa de borrar el concienzudo lavado de cerebro que los vencedores aplicaron a la sociedad espa?ola".
De tanto en tanto asoman a la conversaci¨®n retazos de viejos horrores y la impresentable catadura moral de tantos que medraron con el r¨¦gimen. "Hay pocos casos de arrepentimiento", observa Preston. "Todav¨ªa hay tantas zonas oscuras, como las de aquellos vencidos que se pasaron al enemigo y convirtieron en propia su versi¨®n de lo que hab¨ªa pasado, incluso frente al sufrimiento de los suyos", apunta Almudena Grandes. El caso es que, llegado un punto, la Guerra Civil se precipit¨® en un inmenso silencio. "No hubo voluntad oficial, despu¨¦s de la amnist¨ªa de 1977, de establecer la verdad de las cosas", dice Preston. Almudena Grandes: "Los combatientes tuvieron que callar para sobrevivir, sus hijos lo hicieron porque no estaba bien hablar de la guerra y son los nietos ahora los que se preguntan lo raro que resulta descubrir que tienen m¨¢s cosas en com¨²n con los abuelos, que vivieron la libertad de la Rep¨²blica, que con los padres, que padecieron la represi¨®n de la dictadura". ?Y la Ley de la Memoria Hist¨®rica? Almudena Grandes: "Soy optimista, los vencidos terminar¨¢n viendo que las falsedades no se sostienen". Preston: "No me gusta el nombre de la ley porque no se puede legislar sobre la memoria (cada memoria es distinta), y no deber¨ªa decir nada como extranjero. Aunque no s¨¦ mucho de leyes, no puede permitirse que unos golpistas impusieran su derecho a las v¨ªctimas de su prepotencia".
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