Banderas
Detesto las banderas, todas las banderas. Detesto esos malditos trapos de colores tan incre¨ªblemente propensos a te?irse de sangre. Si un explorador marciano viniera a la Tierra, se quedar¨ªa turulato al ver que personas adultas son capaces de degollarse y destriparse porque el retal que ellos enarbolan tiene distintos colorines del retal que levantan los contrarios. No me digan que as¨ª, observado en fr¨ªo, no es una payasada. En cuanto a la llamada "guerra de banderas", sigo pensando que prestamos demasiada atenci¨®n a los payasos. Si por m¨ª fuera, yo prohibir¨ªa que se colgara ninguna bandera en ning¨²n lado. Ni un solo trapajo m¨¢s ondeando en los edificios p¨²blicos. Y que usen los m¨¢stiles como barra de ejercicios para el equipo nacional de gimnasia (claro que, tal y como est¨¢n las cosas, lo del equipo nacional tambi¨¦n ser¨ªa muy discutido).
S¨¦ bien que las banderas son algo m¨¢s que un trapo porque son un s¨ªmbolo, aunque tan cargado de la violenta irracionalidad nacionalista que da mucha dentera. Y tambi¨¦n s¨¦ que el desarrollo de la civilidad conlleva ciertas paradojas. Una sociedad dem¨®crata no debe matar a los asesinos, ni torturar a los torturadores, ni saltarse las garant¨ªas de un Estado de derecho para defenderse de quienes pisotean los derechos de sus v¨ªctimas. De la misma manera, a los que aborrecemos los excesos nacionalistas se nos hace muy cuesta arriba defender una bandera frente a otras, porque desconfiamos de las monsergas patri¨®ticas. Algunos piensan que todo esto debilita a los dem¨®cratas frente a los b¨¢rbaros; yo creo que no, y la historia lo demuestra: al final, el consenso se impone al vandalismo. Pero, para ello, hay que tener muy claro lo que queremos. Preferir¨ªa que no hubiera pendones patrios, pero si un pu?ado de violentos mequetrefes envueltos en sus propias banderas (a las que, por cierto, nadie ataca) queman la ense?a espa?ola, entonces tendr¨¦ que reivindicarla como m¨ªa, y no por espa?ola, sino como un s¨ªmbolo de la legalidad y la civilidad en las que quiero vivir. El s¨ªmbolo de los que no quemamos las otras banderas. He cre¨ªdo entender que ¨¦sa es la actitud que sostiene el nuevo partido de Savater y Rosa D¨ªez. Bienvenidos y albricias.
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