Culto al experto y al orden moral preintern¨¢utico
SIGUIENDO EL EJEMPLO del New York Times, los medios tradicionales adoran el libro de Andrew Keen The cult of the amateur, How today's internet is destroying our culture (El culto del aficionado, c¨®mo Internet de hoy est¨¢ destruyendo nuestra cultura). Encontraron en ¨¦l un panfleto que ataca la Web y la cultura de participaci¨®n. El autor es m¨¢s bien divertido, simp¨¢tico y nada est¨²pido. La lectura atenta del libro resulta, sin embargo, desagradable.
Los expertos tienen su utilidad. No necesitan un culto. Esto es, sin embargo, lo que ofrece Keen. Lo m¨¢s grave es que, en vez de lanzar sus ataques en nombre de criterios pol¨ªticos o econ¨®micos, Keen ataca a la Web 2.0 en nombre del orden moral.
"El lector no tiene gu¨ªa para distinguir entre escritos de Habermas y la c¨®lera de una pobre alma sin educaci¨®n salida de la 'blogosfera'"
En vez de lanzar sus ataques por criterios pol¨ªticos o econ¨®micos, ataca a la Web 2.0 en nombre del orden moral
Pinta a todos quienes nos expresamos en Internet -blogueros, contribuidores de Wikipedia, usuarios de Flickr, del.icio.us, eBay, etc¨¦tera,- como monos (supuestamente capaces, seg¨²n las leyes de probabilidad, de escribir una novela si se les da una m¨¢quina de escribir). Tambi¨¦n nos pinta como cucarachas de un universo kafkaiano en el cual nos despertaremos si no le hacemos caso.
Nos amenaza con una "dictadura de idiotas" en la que "el profesional est¨¢ siendo sustituido por el aficionado, el profesor de Harvard por el populacho analfabeto". Y con todo gratis, el valor intelectual s¨®lo puede ser nulo.
Keen sigue su cruzada en su weblog con frases como: "El ingenuo lector de contenidos on-line ya no tiene gu¨ªa profesional para ayudarlo a distinguir entre los escritos de Jurgen Habermas y las c¨®leras de una pobre alma sin educaci¨®n salida de las profundidades de la blogosfera" (...). "Desde los adolescentes hipersexuales hasta los ladrones de identidad, los jugadores compulsivos y adictos de toda estirpe, Web 2.0 esta deshaciendo la trama moral de nuestra sociedad. Su poder de seducci¨®n nos lleva a dejar que se expresen nuestros instintos m¨¢s pervertidos y que nos dejemos llevar por nuestros vicios m¨¢s destructivos".
Su humor brit¨¢nico cae en la caricatura cuando invoca, por ejemplo, el caso de un buen estudiante que ataca un banco real para pagar deudas contratadas jugando p¨®ker on-line... lo que le parece horrible m¨¢s por jugarse online que por ser juego de naipes.
Durante nuestro encuentro, Keen precis¨® que su libro es m¨¢s una cr¨ªtica cultural que de Internet. Sin embargo, t¨¦cnicas como los mashups que juntan datos de varias fuentes, y pr¨¢cticas comunes como el remix, o el hecho de copiar, que considera una sola y misma cosa que ¨¦l califica de "robo de propiedad intelectual" son, en sus palabras "la actividad m¨¢s com¨²n en la red. Est¨¢ rehaciendo y distorsionando los valores esenciales de nuestra cultura". Lo peor son los pastores que se inspiran en sermones pronunciados por otros y bajados de Internet.
Desde?ando las diferencias entre ¨¢tomos y bits quiere convencernos de que copiar una canci¨®n es un "robo", alegando como prueba que un caf¨¦ conocer¨ªa la ruina "si un consumidor de cada 40 pagara su capuchino". Ignora Amazon, la larga cola y la diversidad que alienta cuando afirma que la diversidad de CD que ofrec¨ªa la cadena de discos Tower Records no podr¨¢ ser replicada en la web.
Su defensa de los medios tradicionales amenazados por la red no toma en cuenta que sus apuros empezaron antes. Est¨¢ en lo correcto, sin embargo cuando se preocupa del financiamiento del periodismo de fondo: "?Qui¨¦n encontrar¨¢ los recursos necesarios para pagar las investigaciones y reportajes sobre el pr¨®ximo Watergate ? ?O ser¨¢ que este tipo de reportaje de calidad sencillamente dejar¨¢ de existir?"
Este mal libro, adem¨¢s de lucrar a su autor, tiene el m¨¦rito de lanzar un reto valioso, diferente del que Keen tiene en mente. Por pobre y poco fiable que resulte su cr¨ªtica, nos impulsa a formular otras que sean m¨¢s finas para salirnos de la vieja disyuntiva entre quienes creen que la Web es mala y quienes la creen buena. Tenemos que centrarnos m¨¢s en plantear los problemas reales, las tendencias que nos toca combatir.
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