Un Cristo despolitizado

No es frecuente que un Papa escriba como te¨®logo, aunque lo sea, sin imprimir su sello papal. Esta obra de Benedicto XVI lo intenta, al menos, como confiesa en el pr¨®logo de Jes¨²s de Nazaret: "Este libro no es en modo alguno un acto magisterial, sino ¨²nicamente expresi¨®n de mi b¨²squeda personal 'del rostro del Se?or'. Por eso, cualquiera es libre de contradecirme". ?Una invitaci¨®n al ejercicio de la cr¨ªtica, que es de agradecer! De lo que no estoy seguro es de que sea posible separar ambos planos y que en este caso lo haya conseguido. La misma portada de la edici¨®n castellana da lugar a confusi¨®n al poner como autor a Joseph Ratzinger (Marktl am Inn, 1927) y al destacar debajo, en mayor tama?o y en rojo, Benedicto XVI. ?S¨®lo razones comerciales? ?Qui¨¦n es, realmente el autor: el papa Benedicto XVI, el te¨®logo Joseph Ratzinger o los dos?

La mezcla de los dos planos, el personal y el magisterial, parece apreciarse sobre todo en sus cr¨ªticas a corrientes teol¨®gicas, interpretaciones exeg¨¦ticas y te¨®logos para ¨¦l desviados, que reproducen, aunque de manera m¨¢s suavizada, las condenas que el cardenal Ratzinger llev¨® a cabo durante sus casi cinco lustros al frente de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe. Por ejemplo: la condena de la teolog¨ªa de las religiones, la descalificaci¨®n impl¨ªcita de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, la cr¨ªtica a las teolog¨ªas pol¨ªticas de todo tipo y a las distintas tendencias de la teolog¨ªa liberal, sin dejar apenas espacio para el di¨¢logo ecum¨¦nico, el cuestionamiento de la idea secular-ut¨®pica del Reino de Dios y las constantes referencias a las "desviaciones" cristol¨®gicas.

Los silencios tambi¨¦n hablan por s¨ª solos en este libro y son, a veces, m¨¢s elocuentes que las palabras. No hay referencias a algunas de las principales cristolog¨ªas de los te¨®logos cat¨®licos de la segunda mitad del siglo XX: Schillebeeckx, Rahner, K¨¹ng -colegas y asesores como ¨¦l del Concilio Vaticano II-, Sobrino Boff y Haigth, etc¨¦tera. Son cristolog¨ªas todas ellas que han contribuido a recuperar la historicidad y la humanidad de Jes¨²s de Nazaret, sofocadas bajo la divinidad, y a presentar a Jes¨²s de Nazaret en clave liberadora e interreligiosa. Por el contrario, abundan las referencias a autores en sinton¨ªa con el pensamiento de Ratzinger, lo que es l¨®gico. Hay, incluso, una cita del escritor y periodista Vittorio Messori, que se mueve en la ¨®rbita restauradora de Ratzinger y que public¨® una entrevista con ¨¦l bajo el t¨ªtulo Informe sobre la fe, siendo prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe.

El libro tiene un objetivo bien definido: "Presentar al Jes¨²s de los Evangelios como el Jes¨²s real, como el 'Jes¨²s hist¨®rico' en sentido propio y verdadero". Sin embargo, recurre a una metodolog¨ªa que dificulta la consecuci¨®n de su objetivo. Reconoce la importancia de los m¨¦todos historico-cr¨ªticos, que son la clave de b¨®veda de la hermen¨¦utica b¨ªblica de los dos ¨²ltimos siglos, pero muestra desde el principio una confesada desconfianza hacia ellos. Buena prueba es su tesis de que los evangelios nos transmiten el aut¨¦ntico Jes¨²s hist¨®rico, hoy dif¨ªcilmente defendible. No tiene en cuenta las aportaciones de los nuevos m¨¦todos hermen¨¦uticos, que intentan una reconstrucci¨®n hist¨®rica fiable de Jes¨²s de Nazaret y del cristianismo primitivo: historia social y pol¨ªtica, antropolog¨ªa cultural, sociolog¨ªa, etc¨¦tera.

?Qu¨¦ imagen de Jes¨²s deja

en nuestra retina este libro? Es dif¨ªcil de resumirla en pocas l¨ªneas, pero est¨¢ m¨¢s cerca del Cristo de la fe que del Jes¨²s hist¨®rico, m¨¢s pr¨®ximo al Cristo de la piedad cristiana que al Jes¨²s liberador, m¨¢s af¨ªn a un ser divinizado que a una persona radicalmente humana, cercano a los esenios y opuesto a la estrategia zelote. En fin, una imagen despolitizada de Cristo, que no parece hacer justicia al Jes¨²s de los Evangelios. Pero una imagen, eso s¨ª, bien razonada, expuesta con convicci¨®n y sinceridad, acorde con la teolog¨ªa y la espiritualidad de Ratzinger y de Benedicto XVI, que merece respeto, aunque no se comparta.