Mariano oye voces
Algunos preclaros exponentes del panorama intelectual espa?ol del S. XXI (sic) piensan que toda esta tensi¨®n pol¨ªtica ambiental que nos angustia, este rid¨ªculo guirigay medi¨¢tico, estas enormes estupideces que escuchamos cotidianamente a personas a las que se atribuye una gran significaci¨®n social, no es en realidad culpa de nadie. Obedece sencillamente a la estructural esquizofrenia que caracteriza la sociedad global en que habitamos. Una especie de dualidad existencial alcanzada gracias a la Televisi¨®n, Internet y otros medios similares, los cuales, empe?ados como est¨¢n en confundir realidad y ficci¨®n, acaban por impedirnos saber si estamos en un mundo real o imaginario. En el caso, claro est¨¢, de que un concepto tan vago e impreciso a estas alturas como el de mundo real siga teniendo sentido; que algunos hasta lo dudan.
No est¨¢ mal visto, desde luego. Parece un razonamiento de enjundia, y, sin duda, bastante elegante. Pero, qu¨¦ quieren que les diga, yo cada vez me declaro menos esencialista y mucho m¨¢s pr¨¢ctico en esto de los an¨¢lisis y las interpretaciones. A m¨ª lo que de verdad me interesa son las conclusiones que pueden extraerse de datos objetivos. Y cuanto m¨¢s cuantitativos sean estos, mejor.
Por ejemplo, ahora sabemos que, de acuerdo con las cifras presentadas en el Congreso Internacional para la Psicoterapia de la Esquizofrenia y otras Psicosis (EL PA?S semanal, 14 de octubre), el 1% de la poblaci¨®n mundial sufre esquizofrenia, tal como esta se acostumbra a definir en t¨¦rminos psiqui¨¢tricos; es decir, como una tendencia irrefrenable a "entrar y salir a menudo del mundo real". Quiz¨¢ les pueda parecer una cifra casi irrelevante, pero no lo es. Hablamos nada menos que de 61 millones de personas.
En Espa?a, sin ir m¨¢s lejos, habr¨ªa 440.000 de estas caracter¨ªsticas, de las cuales, seg¨²n dicho informe, solo un 85% est¨¢n diagnosticadas. Lo que quiere decir que existen otras 66.000 que "entran y salen" de la realidad de nuestras calles y plazas sin control alguno confundi¨¦ndolo todo, y, lo que es a¨²n peor, sin que ellos lo sepan. Basta una sencilla extrapolaci¨®n para darnos cuenta de que esto mismo le ocurre a otros 9 millones de personas que deambulan por el mundo al margen de cualquier tipo de tratamiento m¨¦dico.
Pues bien, imag¨ªnense por un momento que algunos de ellos ocuparan cargos de relevancia en diferentes instancias pol¨ªticas, militares o judiciales (lo que ser¨ªa coherente con la ley de los grandes n¨²meros). Es casi imposible, lo s¨¦. Pero aunque solo fuera como mero divertimento literario ?ello podr¨ªa explicar tantas cosas!
Explicar¨ªa, por ejemplo, por qu¨¦ para la CIA, de acuerdo con las normas cuya aprobaci¨®n exigi¨® a la Casa Blanca antes de pasar a la acci¨®n a ra¨ªz del 11-S, no deber¨ªan considerarse estrictamente como "actos de tortura" cosas como golpear reiteradamente la cabeza del detenido, introducir esta en el agua hasta un instante antes de su ahogamiento, encerrar al reo en un congelador durante horas, o, lo que es mucho peor, aislarle durante d¨ªas en una celda mientras suena ininterrumpidamente el himno americano.
Una esquizofrenia sin diagnosticar que tambi¨¦n explicar¨ªa por qu¨¦ Ibarretxe convoca un refer¨¦ndum para que vascos y vascas decidan libremente si quieren irse o no a otra realidad menos espa?ola que la actual sin apenas moverse del sitio (lo que ya es un m¨¦rito en s¨ª mismo).
Como explicar¨ªa tambi¨¦n que el pasado 10 de octubre Rajoy se creyera el mism¨ªsimo Charles De Gaulle un minuto antes de que este cruzara el Canal de la Mancha tras el desembarco de Normand¨ªa, y proclamara su particular Vive L'Espagne libre frente a un Zapatero, ya se sabe, poco propenso a discursos patri¨®ticos. ?No les da, como a m¨ª, la impresi¨®n de que en ocasiones Mariano oye voces?
Incluso podr¨ªa explicar, en fin, ese lamentable monumento a la realidad virtual llamado Canal Nou en el que hasta la informaci¨®n del tiempo est¨¢ manipulada, ante la total pasividad (cuando no complicidad evidente) de los profesionales de la casa y de los miembros no afectos del consejo de administraci¨®n, los cuales, por cierto, seguimos sin saber qu¨¦ pintan ah¨ª.
Y el caso es que si as¨ª fuera, es decir, si hubiera una causa m¨¦dica detr¨¢s de tanta estupidez humana, a¨²n tendr¨ªamos una cierta esperanza de mejora aplicando el tratamiento adecuado. El problema es que no lo permitir¨¢n. La mayor¨ªa de ellos se creen personas normales.
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