Al centro, el imperio
Desde la instalaci¨®n de la dinast¨ªa manch¨², a mediados del XVII, no hab¨ªa estado China tan cerca de volver a ser el Imperio del Centro; del centro del mundo, se entiende. A poco m¨¢s de un siglo de la llegada de los Ching al poder, Londres lograba en 1792 meter a un emisario, con pretensiones de embajador, lord Macartney, en la Ciudad Prohibida, y el emperador Chi'en Long (1736-95) le espetaba en audiencia que su pa¨ªs no recib¨ªa embajadores porque "ya tenemos de todo en abundancia, y no necesitamos las manufacturas del b¨¢rbaro extranjero". Pek¨ªn comprobaba, sin embargo, cuan equivocado estaba el gobernante cuando en la primera guerra del opio (1840-42) 3.000 soldados brit¨¢nicos dispersaban a un ej¨¦rcito chino, cuya estrategia pre-industrial consist¨ªa en arrear contra el invasor miles de bueyes con antorchas llameantes en las astas. Sun Tzu no pod¨ªa con los fusileros de la reina Victoria.
?Qu¨¦ mundo es el que hoy encuentra China en v¨ªsperas de que el Congreso del Pueblo elija a sus dirigentes para dentro de cinco a?os?
La Uni¨®n Sovi¨¦tica, convertida en Rusia, lejos de ser la competidora de China por el alma del marxismo universal, como lo fue desde fin de los a?os 50 a los 80, es, al rev¨¦s, una aliada. Este mes una unidad de Pek¨ªn ha tomado parte en un ejercicio militar conjunto en los Urales, y la diplomacia china se empareja con la rusa para frustrar o demorar designios de Washington como la independencia de Kosovo, el endurecimiento de las sanciones contra Ir¨¢n, y la condena del Gobierno sudan¨¦s por Darfur. El tri¨¢ngulo ideado por Nixon a comienzos de los 70 en que China y Estados Unidos se entend¨ªan por encima de la cabeza de la URSS, a quien amenaza con dejar fuera es a Washington; Jap¨®n, por su parte, aspira a una pol¨ªtica exterior m¨¢s independiente precisamente para no enajenarse a China; y el acercamiento norteamericano a India lo frena Pakist¨¢n, con el agravante de que si un d¨ªa rompiera con Islamabad por su ineficacia en la guerra contra los talibanes, el m¨¢s directo beneficiario ser¨ªa Pek¨ªn, ¨²nico apoyo exterior que le quedar¨ªa a Pervez Musharraf.
El terreno donde China ha obtenido, sin embargo, mayor ¨¦xito es la pen¨ªnsula coreana. Para valorar el acuerdo con Corea del Norte del 13 de febrero pasado, por el que Washington aceptaba que el r¨¦gimen comunista dejara de ser un paria internacional a cambio de renunciar al arma at¨®mica, hay que recordar al presidente Bush cuando dec¨ªa en 2004 que "Estados Unidos no recompensa el mal comportamiento", mientras anulaba el acuerdo con el l¨ªder norcoreano Kim Jong-il, suscrito cuatro a?os antes por su antecesor, Clinton; y el vicepresidente Cheney, con su natural truculento a?ad¨ªa: "No negociamos con el mal; lo derrotamos".
El nuevo acuerdo, negociado discretamente en Pek¨ªn, entre el secretario de Estado adjunto norteamericano, Christopher Hill, y el ministro de Exteriores norcoreano, Kin Gye-Gwan, no habr¨ªa sido posible sin China, lo que la acredita como potencia imprescindible en la regi¨®n; y en ese sentido, aunque la legitimaci¨®n pol¨ªtica del r¨¦gimen norcoreano salva la relaci¨®n de Estados Unidos con Corea del Sur, ¨¦sta no deja de sufrir alguna desmejora desde que el presidente Roh Moo-hyun hizo saber a Washington que si atacaba a Pyongyang, destruir¨ªa irremediablemente la alianza con Se¨²l.
De igual forma, la capacidad de Occidente y Estados Unidos para poner fin a la represi¨®n en Myanmar contra la protesta popular tanto por falta de libertad como penuria econ¨®mica, es muy limitada porque choca con los intereses de China; el Gobierno de Hu Jintao hace pulidas muecas en favor de la liberalizaci¨®n y llamamientos algo m¨¢s convincentes a la calma, pero tan s¨®lo porque los Juegos han de celebrarse en Pek¨ªn en agosto de 2008, y el esc¨¢ndalo birmano no sentar¨ªa bien.
?se es el mundo en el que Hu Jintao y su predecesor, Jiang Zemin, buscan un relevo que no les jubile prematuramente; ¨¦se es el mundo en el que el cataclismo autoinfligido de la guerra de Irak pone un interrogante a la predicci¨®n del magnate de la Prensa norteamericana Henry Luce, formulada en 1941, de que estaba comenzando "el siglo americano". China, en cualquier caso, tiene prisa porque acabe ese siglo; al menos en Asia.
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