La bomba demogr¨¢fica
Los grandes problemas de Oriente Pr¨®ximo, en particular de Israel, no son el terrorismo de Al Qaeda, la actividad de Ham¨¢s y Hezbol¨¢ o el programa nuclear iran¨ª, sino la incontrolada natalidad de la zona
Al rese?ar el mes pasado para The New York Times el nuevo y pol¨¦mico libro de John Mearsheimer y Stephen Walt, The Israel Lobby and U.S. Foreign Policy (El lobby israel¨ª y la pol¨ªtica exterior estadounidense), el veterano analista Les Gelb sosten¨ªa que la "relaci¨®n especial" existente entre ambos pa¨ªses hab¨ªa suscitado discrepancias desde sus mismos inicios. Los estadounidenses siempre han tenido opiniones contradictorias sobre el nivel de implicaci¨®n que deben tener en Oriente Pr¨®ximo y, en concreto, sobre hasta d¨®nde debe llegar su apoyo a Israel.
Para dar un ejemplo hist¨®rico, Gelb recordaba los dos puntos de vista que se le expusieron al presidente Harry S. Truman durante el periodo cr¨ªtico de 1946- 1947, cuando Gran Breta?a anunci¨® su retirada de Palestina, y ¨¢rabes y jud¨ªos calentaban motores para luchar por ese territorio. El asesor jur¨ªdico del presidente, Clark Clifford, postulaba que EE UU, en vista de la poca atenci¨®n que el resto del mundo hab¨ªa prestado al Holocausto nazi, ten¨ªa la obligaci¨®n moral de apoyar el nacimiento de un Estado jud¨ªo. Por el contrario, el secretario de Estado, George Marshall, pensaba que el reconocimiento de Israel perturbar¨ªa enormemente, y para siempre, las relaciones de EE UU con el mundo ¨¢rabe. "Para Marshall", recuerda Gelb, "unos pocos millones de jud¨ªos en medio de decenas de millones de ¨¢rabes s¨®lo causar¨ªan problemas a EE UU, y, en todo caso, los ¨¢rabes terminar¨ªan expuls¨¢ndolos al mar".
Truman rechaz¨® los consejos de Marshall (puede que por primera y ¨²ltima vez), posibilitando as¨ª la creaci¨®n del Estado de Israel. El resto es historia.
?O no? La sinopsis que hace Gelb de los temores de Marshall me llev¨® a revisar un art¨ªculo que yo hab¨ªa escrito hace unos seis a?os, precisamente sobre los desequilibrios demogr¨¢ficos entre jud¨ªos y ¨¢rabes en Oriente Pr¨®ximo. Y a volver a fijarme en los datos. (V¨¦ase el cuadro adjunto sobre la poblaci¨®n de Israel y sus vecinos en 1973 y 2006 y las proyecciones para el a?o 2050). Creo que estos datos deber¨ªan estar siempre a la vista en los despachos de todos los pol¨ªticos occidentales, sobre todo de los estadounidenses, cuyo pa¨ªs tiene inter¨¦s en negociar una paz duradera entre Israel y sus vecinos.
Aunque las poblaciones del mundo ¨¢rabe crecieran s¨®lo las dos terceras partes de lo previsto, la conclusi¨®n ser¨ªa la misma: el peso demogr¨¢fico de Israel, a pesar de que sus ¨ªndices de natalidad son elevados, es cada vez menor en el escenario geopol¨ªtico de Oriente Pr¨®ximo. Por mucho que uno intente pintar de color de rosa estos datos, el panorama demogr¨¢fico del Estado de Israel es -como Marshall pronostic¨®- tremendamente sombr¨ªo. Tambi¨¦n lo es para los propios pa¨ªses ¨¢rabes, simplemente porque una explosi¨®n demogr¨¢fica de tal calibre no es buena para ninguna sociedad.
En mi opini¨®n, las tendencias demogr¨¢ficas de Oriente Pr¨®ximo suponen una amenaza mucho mayor para la estabilidad y prosperidad de esa regi¨®n que cualquiera de los peligros que nos vende nuestra amplia gama de expertos en cuestiones militares y estrat¨¦gicas. Es comprensible que la construcci¨®n de toscas instalaciones nucleares por parte de Ir¨¢n (y su inevitable destrucci¨®n posterior a manos de EE UU e Israel), las acciones de Ham¨¢s y Hezbol¨¢, o la amenaza de Al Qaeda exijan nuestra atenci¨®n inmediata. Pero el desfase demogr¨¢fico entre Israel y sus vecinos ¨¢rabes, que cada a?o se agudiza m¨¢s, es una amenaza diferente y de graves consecuencias.
En primer lugar, si la poblaci¨®n de los Estados de Oriente Pr¨®ximo alcanzara en 2050 o antes la cifra de 250 millones de personas, el suministro de agua simplemente se agotar¨ªa. Los ¨¢rabes volver¨ªan a vivir en el desierto y, por mucho que los israel¨ªes hicieran prospecciones profundas en acu¨ªferos situados dentro y fuera de sus fronteras, no saciar¨ªan toda su sed.
En segundo lugar, es dif¨ªcil imaginarse c¨®mo podr¨ªa no desgarrarse el tejido social de gran parte de los Estados ¨¢rabes si el tama?o de sus poblaciones se duplicara o triplicara. Pensemos solamente en la vulnerabilidad medioambiental de 128 millones de egipcios situados junto al Nilo, o en un pa¨ªs pobre en recursos como Siria, que pasara de 19 a 34 millones de habitantes en los pr¨®ximos cuarenta a?os. Si uno y otro se convirtieran en "Estados fallidos", ?qu¨¦ contagio provocar¨ªa en la zona? ?Qu¨¦ grupos pol¨ªticos radicales podr¨ªan tomar el poder en medio del caos?
En tercer lugar viene una cuesti¨®n m¨¢s directamente relacionada con Israel: ?c¨®mo podr¨ªa evitarse la explosi¨®n final en Cisjordania y Gaza si llegara un momento en el que 9,8 millones de palestinos se vieran contenidos por un Estado compuesto por s¨®lo 6,5 millones de jud¨ªos y, digamos, 2 millones de reticentes ¨¢rabes israel¨ªes?
Est¨¢ claro que incluso cuando haya muchos m¨¢s palestinos en Cisjordania y Gaza que jud¨ªos en Israel, estos ¨²ltimos seguir¨¢n contando con una enorme ventaja militar. Pero ?cu¨¢ndo pierde su eficacia una ventaja militar? ?C¨®mo enfrentarse a una poblaci¨®n airada que, mucho m¨¢s numerosa que la propia, compite por las mismas tierras? Todo esto nos conduce a una desagradable cuesti¨®n af¨ªn: ?cu¨¢ndo llegar¨¢ el momento en el que el total de poblaci¨®n ¨¢rabe -o, ya puestos, iran¨ª- sea tan grande que incluso la amenaza de represalia nuclear israel¨ª no sea intimidante?
Mao sol¨ªa decir a sus visitantes extranjeros (?acaso s¨®lo en broma?) que no le preocupaba que EE UU amenazara con lanzar bombas nucleares sobre las grandes ciudades chinas, porque aun as¨ª seguir¨ªan vivos cientos de millones de chinos. Si esto puede parecer una fantas¨ªa de Mao, no creo que lo sea mi idea principal: el uso por Israel de una pol¨ªtica de represalias basada en el "ojo por ojo, diente por diente" tendr¨¢ cada vez menos efectos disuasorios con cifras demogr¨¢ficas tan desproporcionadas. Por cada jud¨ªo que muera en los conflictos futuros, podr¨ªan morir varios ¨¢rabes y el resultado ser¨ªa el mismo: el Estado de Israel terminar¨ªa siendo aplastado. Son pensamientos horribles, pero pol¨ªticos israel¨ªes tan prudentes como Sim¨®n Peres llevan bastante tiempo barajando esa posibilidad. De ah¨ª que presionen para que se alcancen soluciones pol¨ªticas.
Ahora existe un consenso, aplicado por el Gobierno de Olmert, seg¨²n el cual Israel debe caminar por dos sendas paralelas:
1. Castigar con la m¨¢xima contundencia a todos los atacantes, reales o presuntos, ¨¢rabes o iran¨ªes.
2. Tender la mano a las facciones palestinas moderadas para llegar a un compromiso pol¨ªtico y conseguir la paz al menos en uno de los frentes.
Puede que ¨¦ste sea el comportamiento m¨¢s sensato en este momento. Pero no veo claro que vaya a funcionar a largo plazo. Puede que la superioridad militar israel¨ª mantenga a raya a los lobos, pero esa respuesta no puede ser la ¨²nica, no si tenemos en cuenta los datos demogr¨¢ficos de la regi¨®n. Y puede que un acuerdo pol¨ªtico razonablemente bueno con los Gobiernos y movimientos ¨¢rabes m¨¢s moderados, por deseable que sea, s¨®lo sirva para ganar tiempo si un n¨²mero mucho mayor de ¨¢rabes no est¨¢ incluido en el mismo.
As¨ª, un historiador que volviera la vista hacia este asunto, dentro de un siglo podr¨ªa deducir que, ir¨®nicamente, tanto Clifford como Marshall ten¨ªan raz¨®n. La comunidad internacional ten¨ªa la obligaci¨®n moral de crear un hogar nacional para los jud¨ªos despu¨¦s del Holocausto. Pero no se puede negar que las advertencias de Marshall conservan toda su perspicacia.
Quien afirme tener la soluci¨®n a este rompecabezas es un charlat¨¢n. Quiz¨¢ aumente el n¨²mero de Estados dispuestos a coexistir pac¨ªficamente con Israel. Quiz¨¢ algunos de los movimientos fan¨¢ticos que se oponen a Israel y a Estados Unidos pierdan su atractivo. Quiz¨¢ los pron¨®sticos de incremento demogr¨¢fico (al igual que ha ocurrido en muchos pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo) acaben siendo exagerados.
Quiz¨¢ lo ¨²nico que se pueda hacer ahora sea apoyar a los pacificadores que, siguiendo el ejemplo de Peres, contin¨²an en la brecha. Lo har¨¢n, no obstante, con una gigantesca bomba de relojer¨ªa que no dejar¨¢ de marcar su cuenta atr¨¢s. ?ste es el principal problema de Israel a largo plazo. Y, como advirti¨® Marshall, podr¨ªa convertirse tambi¨¦n en el principal de EE UU. Pero ?hay alguien en la Casa Blanca o el Congreso de hoy en d¨ªa al que le preocupe el asunto como le preocup¨® a Marshall?
Paul Kennedy es profesor de Historia y director de Estudios Internacionales de Seguridad en la Universidad de Yale. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
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